Una terrible y hermosa confesión

595 79 6
                                    

La mañana llegó al igual que el cumpleaños de Lisa. Lo único que hizo fue mirar el techo pensando en lo mala que era su vida, ni siquiera tenía planeado levantarse de la cama.

El teléfono comenzó a sonar, pero ella nunca contestó.

"¡Hola! Soy Lisa, deja tu mensaje y responderé más tarde".

Lisa suspiró al escuchar que alguien dejaría un mensaje para ella.

—Hola, Lizzi — era Jennie, Lisa volteó a ver el teléfono pero nunca actuó —Llegué hace dos días a Nueva York como ya sabes — Lisa no lo sabía, ignoró sus mensajes —Quiero verte, es tu cumpleaños y quiero que salgas de ese departamento por alguna vez en tu vida. Así que prepárate, te veré a las siete en nuestro restaurante de siempre, y si no sales, iré por ti.

El mensaje terminó y Lisa suspiró ignorando el mensaje que Jennie había dejado para ella. Lisa sabía que estaba mal lo que hacía, no podía seguir sumergida en cuatro paredes. Su dinero solo rendiría un mes más y se declararía en banca rota.
Lisa pasó acostada en la cama por horas recapacitando sobre todo lo que había pasado desde su ruptura con Jisoo, pero aún así, por más que trató de darse ánimos... Volvió a caer. Suspiró harta de sí misma y cubrió su rostro con las sábanas.

Sus párpados comenzaron a pesar, se estaba quedando dormida, pero alguien tocó la puerta del departamento insistentemente.

—¡Lárgate! — gritó Lisa desde su habitación.

Volvieron a tocar la puerta de la misma manera. Lisa se levantó de la cama molesta y abrió la puerta.

—¡Dije que... — calló al ver a Jennie frente a ella.
—Hola — sonrió levemente.
—Hola ¿Qué...? ¿Qué haces aquí?
—¿Es en serio? Dije que vendría por ti si no salías.
—Claro... — Lisa asintió tratando de seguir la corriente.
—¿Volviste a ignorarme?
—Algo así.

Jennie entró al departamento y se sentó en el sofá.

—Aún no son las siete.
—Ya lo sé, pero intuí que no saldrías, así que vístete.

Lisa sonrió con ternura y fue a darse una ducha y a arreglarse para su salida. Al salir, las chicas tomaron un taxi y llegaron al restaurante de siempre.

—Tengo reservación para Jennie Kim, dos personas — le dijo Jennie a la recepcionista.
—Adelante — sonrió la recepcionista.

Llevó a las chicas a su mesa y les dejó carta de cena.

—¿De verdad reservaste?
—Claro — respondió Jennie.
—¿Qué tal si no te hubiera abierto la puerta? ¿Qué hubieras hecho?
—Dejarte de hablar — volvió a responder mientras veía atentamente el menú.

Las chicas se mantuvieron unos minutos en silencio y Lisa le dirigió la mirada.

—Gracias — dijo Lisa.
—¿De qué?
—Por estar siempre conmigo, por ser mi amiga.
—Llevamos varios años juntas que ya ni siquiera llevo la cuenta — claro que la llevaba —¿En qué año nos conocimos?
—En el dos mil.
—¿¡Llevamos cinco años juntas?
—Sí — Lisa sonrió.
—Sigo sintiendo que hace poco le propusiste matrimonio a Rosé.
—¡Lo sé! Tampoco lo puedo creer.

Las chicas recibieron su cena y una botella de vino.

—Pensé que harías una fiesta.
—Lo siento — Jennie rió mientras fingía estar ofendida.
—No lo tomes a mal, lo siento.
—Quise hacerlo más privado, hablar y hacer que no fuera tan fuerte tu impacto al salir de ese departamento.
—Lo sé — Lisa suspiró y tomó de su vino —¿Por qué regresaste? — miró a Jennie.
—Bueno... — aclaró su garganta —Por ti.
—Se supone que deberías estar en la universidad.
—No te preocupes, fingí estar enferma y me dieron unos días. Jules llenó una receta pidiendo unos días de descanso.
—Jen, eso no está bien — Lisa alzó las cejas molesta.
—Solo quería verte.
—Lo sé pero no puedes faltar a clases solo porque tu tonta amiga está sumergida en su burbuja de depresión.

Minutos después de seguir discutiendo, Jennie entendió que lo que hizo estuvo mal aunque fuera con buena intención.

—¿Qué piensas hacer con tu vida? — preguntó Jennie.

Lisa volvió a servirse vino, y así, cada palabra era un sorbo de vino hasta que se terminó la botella entera mientras recriminaba lo mala que era su vida. Jennie comenzó a incomodarse al notar que las cosas que Lisa decía dejaron de tener sentido, así que pagó la cuenta, tomó a Lisa de la cintura y la sacó del restaurante.

—Ni siquiera puedes comportarte — susurró Jennie molesta.

Jennie llevó a Lisa a su departamento y le dió una ducha, lavó su cabello con sumo cuidado al igual que su piel. Realmente disfrutaba tocar la piel de la chica de la que estaba enamorada. Lisa miró a Jennie por unos segundos con ojos realmente hechizantes.

—Deja de mirarme así — Jennie rió nerviosa.
—Te amo...
—No digas eso — Jennie seguía enjuagando el cuerpo de la chica.
—Es verdad.

Lisa detuvo el movimiento de Jennie con sus manos y la volvió a mirar.

—Estoy enamorada de ti — confesó.
—Eso no es cierto — Jennie se mantuvo seria.
—Es verdad.
—Estás borracha.
—No miento. Tal vez a ti también te proponga matrimonio — respondió sin ser consciente de lo que decía.

Jennie la miro molesta y se levantó de la tina donde Lisa se encontraba.

—Cuándo dejarás de ser una idiota...

Después de haber dicho eso, Jennie cerró la puerta del baño con fuerza al igual que la del departamento. Lisa suspiró con frustración, se sumergió en el agua de la tina y trató de estar el mayor tiempo posible para irse de este mundo. Tan solo segundos y se sentó rápidamente para salir del agua.

—¿Pero que estoy haciendo? — se dijo así misma con molestia.

Era tarde para buscar a Jennie, ni siquiera tenía dignidad para mirarla a los ojos después de haberle dicho algo tan estúpido. A la mañana siguiente, Jennie se levantó temprano decidida a tomar el primer vuelo hacia Londres y no volver más a Nueva York hasta terminar su carrera. No podía seguir obsesionada y torturándose con la idea de que algún día, Lisa la miraría a los ojos de una manera diferente.

Totalmente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora