HABLAR DE NADA

846 68 4
                                    

Madrid, martes 31/01/2023

Cloe sabía que no todo el mundo vivía historias de amor únicas y llenas de intensidad. Aunque creía que eso debía ser obligatorio como experiencia de vida. Lo que no veía normal era que ella las viviera todas y que nunca acabaran bien. Debía ser que la intensidad estaba reñida con los finales felices. Nunca se le había dado la situación de una historia de amor aburrida, de paseos de la mano y sexo vainilla. Probablemente nunca había dado pie a ello porque cuando veía acercarse ese tipo de relación salía corriendo en la dirección opuesta. En cambio, si veía que la cosa era complicada, que el sexo era de escándalo y que había elevadas probabilidades de salir de aquello herida y con el corazón roto en mil pedazos, allí estaba ella ocupando el primer puesto en la fila.

Y ahora se encontraba rozando los 45, divorciada, con dos hijos a su cargo y repitiendo los mismos errores del pasado con personas del presente pero también del pasado. 

Aquella mañana de invierno se había levantado temprano, a pesar de tener el día libre. Había llevado a los niños al colegio y ahora por fin estaba desayunando tranquilamente un café con unas tostadas en la cocina. Tras los acontecimientos de los días pasados, hoy parecía por fin encontrarse de mejor humor.

Leo le había escrito para darle los buenos días y eso le había gustado. Él era su error del pasado con persona del presente. Es decir, ya había estado ahí con otros. Pero no con él. Y sabía que la historia tenía elevadas probabilidades de acabar muy mal. La cuestión era cuando. Así que se encontraba en una encrucijada. Dejarse querer mientras durase o dejarlo ya, no sufrir y perderse una experiencia sublime de amor y sexo. Como su amiga Vega solía decir, "para que sufrir ahora pudiendo sufrir después". Pero Cloe a estas alturas de su vida ya no lo tenía tan claro. Aunque a los 40 cuando se te rompe el corazón lo rehaces con mucha más clase y ya no te parece que sea el fin del mundo como cuando tienes 20, tampoco había ninguna necesidad de sufrir de forma gratuita.

Miró el móvil y releyó el mensaje de Leo: "Hola princesa, espero que tengas una mañana muy feliz. Estás constantemente en mi mente. Te llamo luego. TQ".

¿Cómo podría no contestar? Lo había intentado pero al final siempre claudicaba. Tras varias llamadas se rindió y le cogió el teléfono. No tenía la suficiente fuerza de voluntad, al menos no todo el rato.

Sólo hacía 2 días que ambos lloraban en el parking del Burguer King y ahora se decían de nuevo "te quiero". Aquel martes (hacía 2 malditos días) Cloe iba decidida a dejarle para siempre. Y hacerlo lo hizo. Pero esa decisión tan sólo le duró esos dos interminables días. Él conocía sus puntos débiles y se aprovechaba de ello. Y aunque no la tenía al 100%, ni ella a él tampoco, siempre se acababan buscando y encontrando.

Aquel martes fatídico cogió el cercanías de las 10:00 para encontrarse con Leo. Era su día libre y él había organizado la consulta para hacerle un hueco sin interrupciones y poder salir del hospital. Cloe se había arreglado para la cita. Aunque quería dejarle, sentía la necesidad de seguir gustándole. Tenía el cabello rojizo, ojos intensos y mirada penetrante. Decían que tenía una presencia sensual y magnética. Poseía una personalidad arrolladora. Era apasionada, valiente y directa. Su carisma atraía a la gente, pero su franqueza a veces podía intimidar. Cloe siempre había tenido mala suerte en el amor. Sus relaciones anteriores habían terminado en estrepitosos fracasos, dejándola con numerosas cicatrices emocionales. Y aunque después de su divorcio había edificado un muro protector alrededor de su corazón, en el fondo seguía anhelando encontrar a alguien que pudiera romperle esas barreras. Pero eso no resultaba fácil. No romper las barreras, sino que alguien atrapara su atención para al menos darle la oportunidad de hacerlo.

Cuando Cloe llegó al hospital donde Leo trabajaba, cruzó a la acera de enfrente para esperarle. Le avisó con un mensaje para que saliera a su encuentro. Le vio cruzar el paso de cebra sonriente buscándola con la mirada. Levantó el brazo para que la viera y cuando sus miradas se fundieron, su sonrisa se acentuó.

MALDITAS GANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora