Salieron del estadio de Wembley cogidos de la mano. Alex iba dos pasos por delante para abrirle camino en la multitud. El eco lejano de la música de Coldplay aún resonaba en sus cabezas y en sus corazones. Iban envueltos en un aura de euforia, no solo por el concierto sino por la intensidad del momento que habían compartido. El concierto había sido absolutamente mágico, pero lo que les había dejado sin aliento fue aquel beso. Sus labios se habían encontrado en medio de 60000 personas, envueltos en la energía eléctrica de la música y la emoción del momento. Ahora ambos salían de esa burbuja en silencio pero sin poder dejar de mirarse y sonreír.
Las calles de Londres resplandecían bajo las luces de la ciudad, creando un ambiente mágico que parecía reflejarse en el brillo de sus miradas. El aire fresco de la noche acariciaba sus rostros mientras caminaban juntos, con las manos entrelazadas. Había una sensación de ligereza en el ambiente, como si estuvieran flotando en una nube de felicidad y emoción.
—Alex...Alex, para un momento—dijo Cloe, una vez que habían sorteado la muchedumbre. ¿Qué acaba de pasar? ¿Ese beso ha sido...?
Alex la miró con una sonrisa radiante mientras detenía sus pasos.
—Que te he besado, eso ha pasado. Y que te he dicho todo lo que siento desde hace demasiado tiempo. Lo necesitaba. No te puedes imaginar que sensación de alivio. Nunca olvidaré esta noche, Cloe, pase lo que pase con nosotros—le dijo Alex.
Continuaron el camino en silencio por un momento, perdidos en sus propios pensamientos y emociones. La adrenalina de la declaración de amor y el beso apasionado seguía corriendo por sus venas, haciéndoles sentir vivos y despiertos como nunca antes lo habían estado.
—Alex, ¿Recuerdas cuando solíamos pasear por estas mismas calles después de salir de las prácticas?— preguntó Cloe, rompiendo el silencio —Todo parece tan diferente ahora, ¿Verdad?
Cloe tenía una virtud innata para cambiar de tema en los momentos más inoportunos. No obstante, Alex asintió, recordando esos días con cariño.
—Sí, pero algunas cosas nunca van a cambiar. Siempre que vuelvo a Londres tengo la sensación de que pertenezco a este sitio. No sé si me equivoqué yéndome. Si los dos nos hubiéramos quedado. Ahora estaríamos saliendo juntos del concierto para ir a nuestra casa.
Las palabras de Alex hicieron que el corazón de Cloe se llenara de alegría y que a la vez se encogiera por todos esos momentos perdidos en otra dimensión que podían haber vivido. Se detuvo y se giró hacia él, con los ojos brillando por la emoción.
—Alex, no sé qué nos deparará el futuro, pero sé una cosa con certeza, que también te quiero, pero...
Los ojos de Alex se encontraron con los suyos y en ese momento, supo que todo lo que necesitaba estaba frente a él. Tomó su rostro entre las manos y la besó suavemente, sellando su promesa de amor eterno con un dulce y tierno gesto, sin dejar que terminara la frase.
—Lo sé, lo sé...—dijo Alex con resignación—Pero no quiero hablar de eso ahora. Solo te pido que me concedas las horas que nos quedan sin hablar de él. Y quiero que sepas que no voy a estar siempre esperándote. Llevamos haciendo esto demasiado tiempo. Lo que decidas será definitivo. No habrá vuelta atrás.
Cloe lo miró haciendo una mueca y le acarició la mejilla. Asintió y le tomó la mano. Juntos, continuaron su camino hacia el apartamento. En ese momento y por un instante, Alex tuvo la sensación de que nada ni nadie podría interponerse en el camino hacia Cloe, porque pensaba que eran invencibles.
Cuando subieron la escalinata hasta la puerta verde del apartamento unas campanas a lo lejos anunciaron las 10 de la noche. Habían decidido cenar en casa tranquilamente y acostarse pronto. El vuelo de regreso salía por la mañana temprano y tenían que madrugar mucho para llegar a Heathrow dos horas antes de la partida. Cloe decidió darse una ducha antes de la cena así que ocupó el baño en primer lugar, mientras Alex pedía un Glovo con la comida. El agua caliente se deslizaba por su cuerpo y no podía dejar de pensar en Leo, en la elección tan difícil a la que se enfrentaba. Cuando empezó el viaje tenía claro que quería estar con él. Siempre había considerado que su amor por Alex era platónico e imposible y que aunque realmente se querían mucho, nunca habría un momento para ambos, porque ese momento ya sucedió hacía tiempo y no fueron lo suficientemente valientes para asumir lo que sentían y defenderlo con uñas y dientes. Leo había dejado todo por ella, estaba cerca y también lo quería mucho. Lo que más la asustaba era ver que realmente se podía querer a dos personas al mismo tiempo, hasta el punto de no poder prescindir de ninguno de ellos. Alex era su hogar, se conocían a la perfección, les gustaban las mismas cosas y tenían una historia escrita. Leo era algo más reciente, se habían enamorado y Cloe le había descubierto un mundo lleno de posibilidades al margen de la vida en la que estaba sumergido cuando lo conoció. No estaba en sus planes que Alex apareciera nuevamente en escena, pero lo había hecho y eso había desequilibrado todo hasta el punto de hacerla dudar de lo que sentía por Leo. Ningún camino era fácil, pero el de Alex se le hacía mucho más tortuoso por la maldita distancia que siempre había estado presente en su historia. Salió de la ducha y se envolvió en una toalla esponjosa. Vio que su móvil tenía la pantalla encendida porque había recibido un mensaje de Leo.

ESTÁS LEYENDO
MALDITAS GANAS
RomanceEn el amor no vale con querer a alguien. Tienes que llegar a tiempo. Uno no puede malgastar la vida deseando estar con alguien. Y Cloe llevaba toda su vida esperando llegar a tiempo. Leo y Cloe se enamoran de forma inesperada. ¿Estará Cloe dispues...