CUANDO ZARPA EL AMOR

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Para Alex estaba siendo un lunes de absoluta resaca emocional. Demasiadas emociones vividas ese fin de semana. Se había ido temprano al hospital para poder ver algunos pacientes en planta antes de entrar a quirófano. Caminaba por los pasillos con la mirada perdida entre habitación y habitación. Sabía que tenía que intentar centrarse más en sus obligaciones pero no podía evitar que su mente vagase en busca de respuestas que no parecía poder encontrar. Continuaba sin poder creer que Cloe se hubiera largado de casa sin despedirse. Ella, que un día había sido, no sólo su novia sino también su mejor amiga se había alejado sin darle ninguna explicación. Lo cierto es que habían pasado demasiado años sin verse y en el transcurso de ese tiempo hubo numerosos cambios en sus vidas. Ambos compartieron su tiempo con las personas equivocadas, lo que había desembocado en matrimonios fallidos, habían tenido hijos y en esos años de compartir vidas con quienes no querían y criar a sus hijos apenas habían tenido, como es obvio, contacto alguno. Esporádicamente se habían felicitado el cumpleaños por mensaje y la Navidad por mail. Los dos habían tenido numerosas experiencias que habían moldeado sus vidas de manera inesperada y habían seguido caminos divergentes, pero siempre, siempre se habían despedido en condiciones. Sin movidas raras. Pero a pesar de todo eso, Cloe seguía siendo un punto de referencia en su vida y una presencia que había dejado una huella imborrable en su corazón.

Para Alex el encuentro casual en el pub había sido como una señal. Una señal de que tras todos esos años que habían transcurrido, la vida les volvía a poner en el mismo camino y además ambos estaban solos y emocionalmente disponibles. Aquella noche habían sido dos almas solitarias que se encontraban después de mucho tiempo, como si una fuerza superior hubiera conspirado para unirlos de nuevo en un instante mágico. Y en ese preciso instante, la conexión entre ellos había sido más fuerte que nunca. Pero Cloe, al irse precipitadamente sin decir nada había truncado la posibilidad de tener una conversación como adultos racionales. No es que Alex esperara ninguna promesa de volver a encontrarse, de mantener de nuevo un contacto más estrecho  y fluido o de que hicieran planes para el futuro. Al fin y al cabo nunca habían hablado de eso, ni siquiera cuando oficialmente fueron pareja en Londres. La distancia siempre fue un obstáculo insalvable que aparentemente ninguno de los dos había estado dispuesto a tolerar. Y ahora solo le quedaba un vacío, un silencioso y amargo vacío que se hacía eco en su corazón mientras intentaba comprender qué significaba todo aquello que estaba sintiendo en ese momento.

¿Cómo era posible sentir tanto por alguien que apenas había estado presente en su vida durante unas horas en una década entera? ¿Cómo podía el recuerdo de Cloe invadir cada rincón de su existencia y llenarlo todo de una sensación de pérdida y deseo? Alex no pudo evitar reflexionar sobre cómo las personas podían entrar y salir de nuestras vidas de esa forma tan salvaje, de una forma que desafiaba a toda lógica. Y en medio de ese caos emocional, tuvo claro que aunque Cloe hubiera desaparecido sin dejar rastro, su presencia seguía siendo una constante en su vida, un recordatorio de que algunas conexiones trascienden a todas las leyes y que el vacío que dejaba su ausencia solo podía llenarse con la esperanza de eventualmente tener noticias de ella en algún momento.

Cogió el móvil y decidió escribirle un mensaje. Era una estupidez estar así, tenían la confianza suficiente como para decirse cualquier cosa.

Alex: ¿En serio? ¿No me vas a decir nada?

Cloe había dormido diez horas del tirón tras su regreso de Santander. Los niños estaban en el colegio hasta por la tarde y ella tenía el día libre por lo que había quedado con Vega por la mañana para dar una vuelta y comer por ahí también con Meri, otra buena amiga. Las tres no se veían mucho pero intentaban quedar al menos una vez al mes Esta vez había pasado algo más de tiempo porque había sido difícil cuadrar las agendas, pero por fin parecían haber encontrado el día perfecto para verse. Hacía un sol radiante y por primera vez en muchos días Cloe se encontraba más animada y descansada. Los dos días que había pasado en Santander junto a Vega habían sido pura medicina y aunque tenía sentimientos encontrados por haberse liado con Alex, ocupando ese pensamiento su mente más de lo que le gustaría, también se arrepentía de haberse ido de su casa sin dejarle al menos una nota. Se había levantado llena de energía y tenía una lista mental de cosas que quería hacer esa mañana en Madrid. Cogió del armario un vestido verde de algodón de apariencia cómoda pero con mucho estilo, perfecto para pasear por las calles del elegante Barrio de Salamanca y se calzó unas sneakers.

MALDITAS GANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora