SOY FAN DE TI

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Después del beso tan dulce que Leo le había dado en la frente, la tomó de la mano con delicadeza y la condujo hacia el sofá que había debajo de uno de los ventanales. Cloe se sentó y Leo se quitó el abrigo dejándolo a un lado. La imitó, poniéndose a su lado y cogiéndola por el cuello, pudo sentir la calidez y la proximidad que desprendía sintiendo su olor, lo que contribuyó a que aumentara su deseo. El silencio que había entre ellos se llenó con el palpitar acelerado de sus corazones y la anticipación de lo que estaba por venir.

—¿Estás bien? —preguntó Leo sin dejar de mirarla.

—Estoy nerviosa —le respondió ella— Tenía ganas de verte.

—¿Cuántas? —preguntó Leo acercándose peligrosamente. Tan sólo les separaban unos escasos dos centímetros. Cloe podía sentir la respiración de Leo en su cara y él casi alcanzaba a rozar sus labios.

Leo acarició suavemente el rostro de Cloe con ambas manos, recorriendo sus mejillas con los dedos llenos de ternura. Cloe cerró los ojos y multiplicó por mil la sensación de las caricias de Leo sobre su rostro, notó como se deslizaban sus dedos por el cuello y le recorrían las clavículas hasta encontrarse en el esternón y volvían a subir hasta tocar sus labios entreabiertos  y perfilarlos. Entonces abrió los ojos y sus miradas se encontraron nuevamente y en ese instante, toda la incertidumbre se desvaneció, dejando sólo paso al deseo que ambos sentían y el encuentro con el que habían soñado durante semanas se hizo realidad.

Sus manos se buscaron y se entrelazaron en un gesto de conexión y complicidad. Leo sonrió y el mundo de Cloe se derrumbó. Todas sus defensas fueron aniquiladas con una única sonrisa, esa sonrisa que siempre la había conquistado. Sin decir ni una palabra más, Leo se inclinó hacia delante y besó suavemente a Cloe. Un beso lento y apasionado, lleno de deseo. Al notar la lengua de Leo sobre la suya se desató un torbellino de sensaciones. Sus cuerpos destilaban una atracción incalculable. Fue un encuentro de almas que se buscaban desesperadamente, un momento suspendido en el tiempo donde todo lo demás desapareció excepto ellos dos. Los labios de Leo y Cloe se movían juntos en perfecta armonía, explorándose el uno al otro con urgencia.

Leo abrazaba a Cloe con fuerza mientras la besaba como si temiera que soltándola pudiera desaparecer. Cloe se perdió en ese beso, enredada en un abrazo apasionado que la consumía por completo, sin poder pensar en nada más que en el deseo que desprendía el cuerpo de Leo, que ahora era sólo suyo. Fue un beso de minutos que hablaba de todo lo que habían estado reprimiendo, de todas las emociones que habían estado escondiendo detrás de una fachada de normalidad. Fue un beso que marcó el comienzo de algo que sabían que no tenía marcha atrás, donde el amor y la pasión se unieron en un binomio irrompible.

Y cuando finalmente se separaron, dejaron escapar un suspiro compartido mientras sus frentes aún se tocaban y continuaban mirándose el uno al otro con deseo. Porque en ese momento, mientras duró ese beso apasionado, Leo y Cloe confirmaron que esa conexión que habían sentido era auténtica y mágica.

Leo comenzó a expresar las emociones que había estado guardando dentro de él desde hacía tanto tiempo. Le habló a Cloe sobre las interminables noches en las que había deseado verla, sobre cómo su presencia había ocupado cada pensamiento y cada sueño desde que regresaron de Nueva York. Le habló de la intensidad de sus sentimientos y de la dificultad que tenía para gestionar todo lo que estaba sintiendo, de como todo esto era nuevo para él.

Cloe escuchaba atentamente cada palabra, sintiendo cómo su corazón se llenaba de alegría y emoción ante las confesiones de Leo. Pero también de miedo por lo que podía ocurrir más adelante o más bien por lo que podría no ocurrir.

El reloj marcaba las 6 de la tarde y la luz suave que entraba a través de las cortinas de las ventanas creaba una atmósfera íntima en la habitación. Continuaban sentados acurrucados ambos en el sofá. Cloe tenía la cabeza sobre el pecho de Leo y éste le hacía cosquillas en las mejillas, mientras continuaban con la conversación. Sin embargo, Cloe se percató de que el reloj avanzaba de forma implacable y el tiempo para estar juntos se agotaba rápidamente. Una sensación de urgencia comenzó a crecer en su interior, mezclada con un deseo abrasador que se avivaba con cada palabra de Leo. ¿Cómo podía expresarle lo que sentía sin interrumpir su conversación? ¿Cómo hacerle entender que el tiempo era ahora un recurso precioso que debían aprovechar al máximo?

MALDITAS GANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora