Cloe caminaba por la calle sin rumbo fijo. Tenía el día libre y había decidido darse una vuelta por las rebajas. Su mente estaba inmersa en una espiral de pensamientos y emociones. Había intentado mantenerse ocupada con recados pendientes y tareas cotidianas para distraerse y no pensar demasiado en Leo, pero le estaba resultando mas complicado de lo previsto y él aparecía en su mente constantemente.
Se preguntaba si Leo también estaría pensando en ella, si sentiría su ausencia de la misma manera que ella sentía la suya. ¿Echaría de menos todos los momentos que habían compartido, el contacto físico y las conversaciones que habían tenido juntos? O quizás, como temía Cloe en lo más profundo de su corazón, Leo había seguido adelante sin mirar atrás, sumergido en su vida cotidiana y en su familia.
La incertidumbre de no saber qué pasaba por la mente de Leo la atormentaba. Se preguntaba si él imaginaba el sacrificio emocional que ella había hecho al retirarse, abandonando el juego. Le gustaría saber si él tenía una mínima noción del dolor que sentía y si la recordaba con la misma intensidad. Pero sobre todo se preguntaba si de alguna manera, también le había hecho dudar y replantearse cambiar las cosas.
Cloe había intentado alejar todos esos pensamientos de su mente, consciente de que obsesionarse con lo que sentía por Leo, solo prolongaría más su propia agonía. Por lo que, había intentado enfocarse en su propio proceso de superar las cosas y reconstruir su vida sin depender de la presencia de él en su día a día.
Mientras continuaba su paseo, Cloe tenía claro que no iba a ser fácil superar ese dolor de la ruptura, pero sabía que era necesario para su propio equilibrio emocional. Vega la había llamado todos los días para ofrecerle su hombro y eso le había servido para desahogarse. También habían quedado para comer un par de días, lo que había sido de gran ayuda para arrancarle de nuevo una sonrisa.
Cloe sabía que aunque poner fin a su relación con Leo era lo correcto, dada su situación personal; el vacío que su ausencia le había dejado, le estaba resultando excesivamente confuso. Le extrañaba profundamente y se enfrentaba constantemente a la incertidumbre de si podría resistir a la tentación de volver a hablar con él.
Cada día que había pasado había sido una lucha interna entre el deseo de mantener la distancia para respetar y ser coherente con su propia decisión y el deseo de volver a sentir el roce de su piel. Sabía que debía permanecer firme en su decisión, aunque eso significara enfrentarse a la soledad. Recordaba los motivos por los que había terminado con él y se aferraba a ellos como a un ancla en medio de una tormenta en el mar. Sin embargo, el corazón a menudo no seguía la lógica de la mente y la tentación de llamar a Leo y encontrarse con él para aliviar su deseo y su dolor estaban resultando complicados.
De repente, el sonido del teléfono dentro de su bolso rompió la calma, sacándola abruptamente de su letargo. Su corazón dio un vuelco cuando vio en la pantalla que era Leo quien llamaba. Durante un breve instante, se planteó la idea de dejar que la llamada sonara e ignorarla como había hecho con tantas otras en el pasado. Pero una fuerza inexplicable la empujó a sujetar el teléfono entre sus manos temblorosas y finalmente, cediendo a una irresistible curiosidad, contestó.
—¿Si?—su voz sonó más débil de lo que hubiera deseado, traicionando su objetivo de aparentar calma y serenidad.
—Cloe...— la voz de Leo sonaba diferente, cargada de una extraña mezcla de preocupación y seguridad. Por favor, no me cuelgues ¿Podemos hablar?
Cloe se quedó sin palabras por un instante, sorprendida aún por la llamada de Leo. Y todas sus dudas se desvanecieron de repente y supo, solo por el tono de voz que Leo sentía exactamente el mismo dolor de alma que ella. Y todos estos días que había intentado mantenerse alejada de él, convenciéndose a sí misma de que era lo mejor para ambos, le parecieron una idea estúpida. Y no pudo resistirse a continuar la conversación y no colgar el teléfono.
—Leo, no sé si es buena idea...—disimuló, luchando contra ella misma.
—Por favor, sólo escúchame un momento. Quiero proponerte algo. Solo te pido que al menos me escuches —Ahora la voz de Leo tenía un tinte de desesperación, implorando una oportunidad.
Cloe cerró los ojos, mientras libraba una batalla interna dentro de ella. Por un lado, estaba la prudencia y el dolor que había intentado enterrar durante los días pasados. Pero por otro, estaba el deseo de volver a hablar y de estar con él.
—Vale, Leo. Dime, te escucho —dijo Cloe mientras una sensación de alivio se apoderaba de ella al tomar esa decisión. Estaba nerviosa por lo que Leo podría decirle a continuación. Sabía que las palabras eran armas poderosas que a veces cambiaban el curso de los acontecimientos.
—Vente conmigo un fin de semana a Belmonte—dijo Leo del tirón y sin anestesia.
—¿Cómo?—preguntó Cloe sin poder ocultar su asombro—¿A Belmonte? ¿Qué se te ha perdido en Belmonte?
—Mi hermana ahora vive allí. Para mi es una excelente coartada. Podremos pasar juntos dos noches, podremos hablar con calma y hacer las cosas normales que hacen las parejas.
—Nosotros no somos pareja—se apresuró a decir Cloe sin poder evitar sentir una punzada de dolor al comprobar que nada había cambiado.
—Llamalo X, nos queremos más que otras parejas. Eso solo es un nombre. Dame la oportunidad de pasar contigo un fin de semana. Si después decides que no quieres seguir, cada uno volverá a sus vidas y te juro que no te molestaré más.
Cloe dudo. No podía negar que la propuesta le encantaba. Pasar con Leo dos noches era como un sueño hecho realidad. Pero sería volver a abrir la herida. Y después a lo mejor iba a ser más difícil de cerrar. No obstante, fue incapaz de rechazar la invitación.
—Está bien, iré contigo a Belmonte. ¿Este fin de semana?
—Si —dijo Leo—me organizo y nos vemos allí el viernes por la tarde.
—Pero...¿Y tu mujer? ¿No va a querer ir contigo?—preguntó Cloe extrañada.
—Nunca quiere venir. No se lleva bien con mi hermana. Pero no suele poner pegas a que yo me vaya un fin de semana de vez en cuando. Nórmalmente me voy con los niños, pero voy a buscar una excusa para ir solo.
—Y, ¿Cómo sería? ¿Quedaríamos allí directamente?—preguntó Cloe.
—Si, si te parece bien nos vemos allí, no sé, yo creo que podría llegar sobre las 6.
—Vale. Pues nos vemos en...2 días—dijo Cloe con una mezcla de extrañeza y felicidad.
—Cloe...—dijo Leo.
—¿Si?
—¿Te has acordado de mi estos días?—preguntó Leo con la esperanza de que así fuera.
—¿Tu que crees?—respondió Cloe intentando no implicarse en la respuesta para no hacer más evidente su debilidad.
—Te sigo queriendo, probablemente más que hace una semana—añadió Leo.
— Ya...—respondió ella—Nos vemos el viernes.
Y cuando colgó el teléfono murmuró para si misma "Yo también te quiero". Leo guardo el móvil en el bolsillo del pantalón, visiblemente decepcionado porque Cloe no le había respondido a su "te quiero", pero pleno de felicidad porque había aceptado su invitación y podría pasar dos días con ella. Volvió a sacar el móvil y le mando un mensaje a su hermana.
Leo: Cloe ha aceptado la invitación. Nos vemos el viernes.
Laura: Te lo dije.
Y su día fue de nuevo feliz. Subió en el ascensor de su edificio con una nueva sensación de esperanza, desterrando por fin la angustia que había sentido en los últimos días.
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MALDITAS GANAS
RomanceEn el amor no vale con querer a alguien. Tienes que llegar a tiempo. Uno no puede malgastar la vida deseando estar con alguien. Y Cloe llevaba toda su vida esperando llegar a tiempo. Leo y Cloe se enamoran de forma inesperada. ¿Estará Cloe dispues...