GIRLS LIKE YOU

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Los rayos del sol matutino se filtraban por los grandes ventanales de la consulta de Cloe, iluminando el lugar con una luz intensa y dorada. Cloe se veía obligada a bajar las persianas para que la claridad no la deslumbrara. Mientras revisaba algunos recados de pacientes que la enfermera le había dejado sobre su mesa, sus pensamientos viajaban inevitablemente hacia Leo. Al final le había dejado entrar en su vida como un tornado. 

A pesar de la distancia que les separaba y de las complicaciones que rodeaban su relación, Cloe no podía evitar sentirse atraída por él. Y por mucho que intentaba alejarse, Leo siempre volvía a aparecer demandando su atención. Sabía que no era su momento, que sus vidas se encontraban en caminos divergentes que no se iban a cruzar nunca, pero aún así, no podía evitar desear verle y disfrutar de su compañía. Lo peor era que también tenía casi la certeza de que probablemente nunca habría un momento para Leo y Cloe.

El sonido familiar de una notificación en su teléfono la sacó de sus pensamientos. Era la señal de que Leo estaba listo para su café virtual diario, un pequeño ritual que habían adoptado desde que habían regresado de Nueva York, para mantener vivo el contacto a pesar de la distancia que a diario les separaba.

Cloe salió de la consulta, fue al estar y se preparó un café. Como había más gente miró en la sala de reuniones y al ver que estaba vacía cerró la puerta y tomó asiento. 

Con una sonrisa en los labios, Cloe tomó su teléfono y sintiendo una oleada de emoción esperó la llamada de Leo. 

—¡Buenos días! —saludó Leo con entusiasmo, mientras su rostro se iluminaba con una sonrisa contagiosa.

—¡Buenos días! —respondió Cloe, devolviéndole virtualmente la sonrisa —¿Cómo estás? ¿Cómo va la mañana?

Los dos se sumergieron en una conversación animada, compartiendo noticias sobre sus respectivos trabajos, anécdotas divertidas y pensamientos sobre cualquier cosa que les pasara por la cabeza. Era como si estuvieran sentados en la misma mesa, disfrutando de la compañía del otro, como si estuvieran juntos físicamente.

Y así, en medio de la distancia y las responsabilidades de sus trabajos, Cloe y Leo encontraron la manera de consolarse por no verse con ese ritual del café virtual, construyendo un puente entre ellos que trascendía la barrera del espacio. Porque, al final del día, ese ratito que les unía, les daba fuerza para enfrentar el desafío que la vida les había puesto por delante. La de estar juntos...o no.

Días después, a media mañana, el sonido del teléfono rompió el silencio de la consulta de Cloe mientras se encontraba frente al ordenador haciendo un informe totalmente sumida en sus pensamientos. Vio que era Leo y los latidos de su corazón se aceleraron en el pecho. Cogió el teléfono y respondió sin saber que lo que le iba a proponer podría cambiarlo todo.

—Cloe, necesito verte —dijo Leo—He estado pensando y la verdad es que no puedo aguantar más sin que quedemos. Llevo pensando en esto desde que volvimos de Nueva York. Podría tener una coartada el 16 de Diciembre. Si tu puedes claro.

Cloe no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y temor en su interior. Sabía que ese paso sería arriesgado y que podría desencadenar una serie de consecuencias impredecibles, pero no podía negar la atracción que sentía por Leo, ni el deseo de estar con él, al menos una vez más.

Después de unos momentos en silencio reflexionando sobre el asunto:

—¿Cloe?—preguntó Leo, pensando que la llamada se había cortado.

 —Sigo aquí, es que me he quedado pensando—dijo Cloe— No sé, tengo dudas,  es complicado. ¿Qué pasa con tu mujer?

La respuesta de Leo fue inmediata:

—Ya lo sé, Cloe, lo sé. Pero necesito verte. No puedo sacarte de la cabeza. Por favor, dame esta oportunidad. Aunque sea una única vez.

Cloe se mordió el labio inferior, sintiendo una lucha interna entre lo que sabía que estaba mal y lo que su corazón anhelaba desesperadamente. Finalmente, después de una pausa tensa le dijo:

—Está bien. Quedaré contigo el 16 de Diciembre. Es el cumpleaños de mi madre e íbamos a comer en Madrid. Seguramente pueda tener cobertura con los niños por la tarde.

—Si, sería por la tarde. Podemos buscar un hotel bonito—propuso Leo.

—Yo lo busco—se ofreció Cloe —Estaba pensando quedarme a dormir esa noche con los niños para ver las luces de Navidad.

Tras finalizar la conversación Cloe colgó el teléfono y pudo notar como su corazón seguía latiendo desbocado. Dejó escapar un suspiro lleno de incertidumbre. Había tomado una decisión y esa decisión podría cambiar su vida para siempre.

¿Conseguirían verse el 16 de Diciembre? ¿Se echaría Leo atrás?...

MALDITAS GANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora