Leo y Cloe regresaron a sus vidas. Cloe seguía molesta porque él no se hubiera sentado con ella en el avión. Parecía una tontería pero en el fondo no lo era tanto, porque podían haber estado juntos durante las 7 horas que duraba el vuelo. Le costaba entenderlo, el asiento a su lado estaba libre, pero Leo había preferido ir al lado de un desconocido y Cloe no podía hacer nada al respecto salvo canalizar esa rabia que sentía, por eso estaba intentando volver a la rutina y olvidarse de todo lo que había pasado entre ellos. Lo que Cloe ignoraba era que para Leo ese vuelo de regreso había sido un absoluto tormento por la culpa que le asolaba. Y ahora, ya en Madrid, la imagen de Cloe se le venía a la mente constantemente y no podía evitar rememorar todos los momentos increíbles que había vivido con ella en Nueva York. Todo ello había despertado sentimientos que creía que con volver a su rutina, podría enterrar profundamente sin ningún tipo de consecuencia. Pero eso era la teoría, en la práctica no había sido así. Al volver a casa, esos sentimientos habían regresado con mucha más fuerza. Y no habían venido solos, traían consigo una mezcla de emoción y culpa.
Aquel sábado en que pisó tierra firme y se reunió con su familia en casa, trató de ahogar esos pensamientos con sonrisas y abrazos, pero por dentro, la lucha continuaba. Su mente se veía asediada por la imagen de Cloe, su risa, su mirada, todo lo que habían compartido en esos días breves pero intensos.
Por las noches, mientras su mujer e hijos dormían plácidamente, Leo se encontraba solo en la oscuridad de su despacho, con el corazón alterado y su mente rememorando la última noche en Nueva York. Se preguntaba una y otra vez cómo iba a enfrentar lo que sentía y cómo iba a poder lidiar con esa atracción que parecía estar consumiéndole por dentro.
Además se sentía culpable por no haberse sentado con ella en el vuelo de vuelta. Pero algo en su interior se lo impidió. La imagen de esos besos en el ascensor se proyectaban vívidamente en su mente, llenándole de culpa y conflicto. A pesar de la tentación de resistirse a ir a su lado y sumergirse una vez más en la complicidad que compartían, Leo no podía permitírselo. No quiso arriesgarse a caer más en el abismo de su propia debilidad. En aquel momento pensó que había tomado la decisión correcta, pero al mismo tiempo, no podía evitar preguntarse qué habría sucedido si hubiera tomado la decisión contraria.
Le gustaría hablar con ella y pedirle perdón. Necesitaba hacer algo al respecto. Necesitaba sacar todo eso que llevaba dentro y que le estaba perturbando tanto. Saber que significaban aquellas emociones y confrontarlas. Pero al mismo tiempo, se resistía. Sabía que llamarla solo alimentaría el fuego de esa conexión prohibida y temía las consecuencias de dejar que eso sucediera. Sin embargo, la tentación era demasiado fuerte. Cogió el teléfono y comenzó a escribirle un mensaje, sus dedos temblaban ligeramente sobre la pantalla mientras luchaba contra sus propios demonios. ¿Debería enviarlo? ¿Era esto lo correcto?
Finalmente, con un suspiro resignado, borró el mensaje. No estaba listo para enfrentar las consecuencias de sus acciones. No aún. Se levantó del sillón y se fue a dormir.
A la mañana siguiente la imagen de Cloe, su voz y su risa, continuaron persiguiéndole como si fueran su sombra. Le costó concentrarse y pasar la consulta fue un absoluto horror. Las personas le hablaban y el oía pero no conseguía escucharlas.
La sensación de culpa por el viaje de vuelta en el avión seguía pesando sobre sus hombros como una losa. Y era una tontería, pero no podía evitar sentirse culpable. Así pues, decidió que necesitaba hacer algo para disculparse con Cloe, algo que le demostrara que a pesar de las circunstancias complicadas no se arrepentía de nada. Recordó la conversación que habían tenido en el viaje de ida camino de la puerta de embarque. Cloe le comentó que adoraba la tarta de lima de Balbisiana mientras apuntaba con un dedo al pequeño corner que la repostera había abierto en la T4. Ese simple recuerdo avivó la chispa de una idea en la mente de Leo.
ESTÁS LEYENDO
MALDITAS GANAS
RomanceEn el amor no vale con querer a alguien. Tienes que llegar a tiempo. Uno no puede malgastar la vida deseando estar con alguien. Y Cloe llevaba toda su vida esperando llegar a tiempo. Leo y Cloe se enamoran de forma inesperada. ¿Estará Cloe dispues...