El cuerpo de Cloe se balanceaba suavemente con el traqueteo del cercanías. Apoyada en la ventanilla, tenía la mirada perdida en el paisaje urbano que pasaba con rapidez frente a ella. Las luces de la ciudad destelleaban al filo del amanecer, como pequeñas estrellas que intentaban guiarla en su incertidumbre. Su mente elucubraba sobre cual sería el destino al que volaría en unas horas con Alex. Éste seguía sin darle ninguna pista, pero ella no conseguía dejar de dar rienda suelta a su imaginación pensando cual sería la ciudad donde pasarían el fin de semana. Estaba casi segura de que se trataría de alguna ciudad española o europea, ya que solo disponían de dos días. La incertidumbre de no saber donde iba le producía una gran ansiedad, porque no le gustaba esa sensación de falta de control, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir mariposas en el estómago de emoción por lo que podría suceder.
La decisión de pasar con Alex ese fin de semana le generaba sentimientos contradictorios y eso suponía una carga difícil de llevar. Pero no podía ignorar la necesidad de terminar de aclarar sus sentimientos y de entender qué era lo que realmente quería y necesitaba en su vida. Aunque su encuentro con Leo había sido bastante revelador aún tenía la incógnita de que significaba todo lo que Alex había despertado en ella después de tantos años sin verse. La versión de la historia que le había contado a Leo resultaba bastante creíble. Sus amigos del Erasmus le habían organizado una quedada en un sitio sorpresa para celebrar su cumpleaños que era en 15 días. No era mentira, porque Alex era un "amigo" del Erasmus, pero tampoco era la verdad absoluta. La idea de enfrentarse a Leo antes de resolver sus propios sentimientos la paralizaba y angustiaba a partes iguales. Además ahora que por fin se habían reencontrado y estaban bien no quería estropearlo por algo que no sabía ni donde iba ni que significaba. El sonido del altavoz del tren anunciando la parada de la T4 la trajo de vuelta al mundo real. Se enderezó en el asiento, cogió su maleta y se levantó esperando pacientemente que las puertas se abrieran.
Alex se removía inquieto en el sillón del Starbucks del aeropuerto, el aroma del café llenaba el aire a su alrededor mientras esperaba a Cloe con cierto nerviosismo. Sus manos temblaban ligeramente porque sabía que iba a verla en breve. Este viaje significaba mucho para él, se jugaba mucho. Quería contarle a Cloe todo lo que sentía y había callado durante tanto tiempo, aunque no sabía bien que futuro podían tener juntos, quería ser sincero y valiente. Recordaba los días de antaño, cuando ambos vivían juntos y solían pasar los fines de semana explorando nuevos lugares, riendo y compartiendo sueños. Pero había pasado demasiado tiempo y demasiadas cosas. La distancia emocional entre ellos se había vuelto abismal. Y en ese paréntesis en sus vidas en el que no habían estado juntos, ambos habían hecho pésimas elecciones creyendo que eran correctas y habían coleccionado una serie de cicatrices.
Su móvil vibró sobre la mesa y se sintió aliviado al leer que Cloe ya había llegado. En realidad durante estas dos semanas tuvo miedo de que ella se echara atrás y cancelara el viaje. Decidió llamarla.
—Hola Cloe —exclamó mientras se levantaba de su asiento, ajustando su camiseta.
—Hola Alex. Ya estoy por aquí. ¿Dónde estás? ¿A qué mostrador tengo que ir?
—Estoy en el Starbucks. Te espero aquí. ¿Te pido algo? ¿Capuchino?
—Si, eso, un capuchino—le dijo Cloe mientras sonreía al comprobar que Alex recordaba cual era su café favorito.
Se despidieron y sus voces delataban la emoción por el encuentro. Cloe se dirigió al Starbucks y cuando estaba llegando divisó a Alex en el mostrador. Tenía aquella pose que siempre la había cautivado. Alto, fuerte, moreno, con el pelo revuelto y una apariencia extremadamente segura. Llevaba pantalones vaqueros rotos y desgastados y una camiseta de algodón gris oscura. Vio como cogía el vaso con su capuchino para dirigirse a la mesa donde había dejado la maleta. Entonces Cloe estaba a tan solo veinte metros y sus miradas se estrellaron. El corazón de Alex empezó a latir con fuerza mientras acortaban esos metros que les separaban. Y al quedarse parados uno frente al otro, hubo unos segundos de silencio como si ambos estuvieran sopesando el significado de ese encuentro. Entonces Alex la rodeó con sus brazos y le dio un abrazo que hablaba por si solo. Cloe le correspondió, ese abrazo tenía la fuerza de los sentimientos que no pueden expresarse plenamente. La multitud que los rodeaba desapareció y sintieron como el aeropuerto giraba alrededor de ellos vertiginosamente como si una fuerza superior conspirara para permitirles ese breve momento de intimidad. Los brazos de Alex derrochaban firmeza y pudo sentir el calor del cuerpo de Cloe y la calidez que emanaba de su piel. El silencio entre ellos estaba cargado de significado, un lenguaje no verbal que hablaba más alto que cualquier palabra que pudieran decirse. No hubo beso, pero no hizo falta.

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MALDITAS GANAS
RomanceEn el amor no vale con querer a alguien. Tienes que llegar a tiempo. Uno no puede malgastar la vida deseando estar con alguien. Y Cloe llevaba toda su vida esperando llegar a tiempo. Leo y Cloe se enamoran de forma inesperada. ¿Estará Cloe dispues...