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"Hola, amigos ¿quieren oír sobre las cosas imaginarias que veo?" No es algo que uno quiera andar diciendo, a nadie, así que no lo hice.
Luego... las cosas cambiaron.
En mi primer año conocí a Rhea, una adorable y extrovertida niña castaña casi rubia de hermosos ojos azules casi electricos, pensaba que los míos eran claros pero deberían ver los suyos... porque yo jamás me cansaba de hacerlo porque era como ver el cielo pero más pacifico y bonito.
Pero así era ella.
Justo como su talentosa y famosa madre, Anastasia Deschamps, una reconocida actriz de teatro musical francesa.
Quizás por eso jamás creí que Rhea podría ser mi amiga... mucho menos mi mejor amiga porque todos la adoraban, no solo por su madre sino proque ella era simplemente perfecta, claramente no iba a juntarse con un perdedor como yo.
Al menos así fue hasta que hicimos grupo en una clase cuando se apiadó de mi al momento que nadie quería ser mi compañero... en ese momento, todo cambió.
Eramos iguales pero tan diferente.
Solo hizo falta ver los dibujos que hacía en sus libretas para saberlo porque ¡Eran los mismos que los mios!
Siempre creí estar loco pero, cuando la conocí super que no era el único loco en estarlo y por primera vez en mi vida me sentí bien.
Luego... conocimos a Grover.
Los tres teníamos mucho en común, no solo porque estabamos al final de la cadena alimentaria, al menos Grover y yo.
De todas formas, eso no importaba cuando estábamos juntos porque los tres compartíamos cosas imaginarias, eran extrañas pero inofensivas, al menos eso creíamos hasta que un día todo simplemente... cambió.
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