Capitulo dos

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Hondonada de recuerdos

Giadel la miró con el rostro completamente imperturbable mientras esperaba con suma paciencia a que ella respondiera su simple pregunta. Galidel se mordió el interior de la mejilla mientras apretaba entre sus dedos la escama azul. Su suavidad y rugosidad pareció infundirle algo de coraje; pero no el suficiente.

- ¿Y bien? - insistió mientras los compañeros de su hermano los observaban de reojo intentando hacer ver que no les estaban prestando la menor atención.

- Bueno yo… -  comenzó intentando encontrar las palabras -. No podía dormir y decidí levantarme para ver si llegabas. Esta semana he estado muy preocupada por ti.

Eso le agradó a su gemelo que le sonrió con agradecimiento.

- Vaya, muchas gracias yo también he pensado mucho en ti estos días. 

Galidel se sonrojó complacida mientras Negel silbaba. La joven se crispó y se volvió en su dirección cuando el amigo de su hermano comentó:

- Mirad la parejita; que tierno - y comenzó a abrazarse así mismo y a dar besos a algo imaginario -. Yo también quiero una hermana tan adorable.

La muchacha frunció los labios mientras mandaba una mirada asesina a ese estúpido insufrible.

Negel era amigo de su hermano, algo inexplicable para ella dado que el muchacho - dos años mayor que los gemelos - era muy estúpido, tremendamente mujeriego y muy pero que muy egocéntrico y creído. Negel no era ningún mestizo, era un casto hijo de los Hombres que tenía la misma estatura que ella con una constitución robusta y fornida. Tenía el cabello rubio oscuro ondulado por debajo de los hombros y unos ojos castaño oscuros tremendamente maliciosos. Sus facciones eran muy varoniles y tenía una ligera barba que le cubría el rostro desde el bigote hasta la mandíbula. También era muy popular entre las chicas.

Algo que no podía entender por muy buen luchador que fuera. Galidel no veía ningún tipo de atractivo en él. Lo aborrecía.

- Cállate, no te metas en lo que no te importa - rezongó la muchacha. 

El aludido le sacó la lengua con sus sonrisa insufrible que él creía que era muy seductora y ella también le sacó la lengua.

- Hermana… - la regañó Giadel.

- ¿Qué? A comenzado él.

- No me has contestado a mi pregunta… - volvió él al tema en cuestión -. Vamos sigue explicándome qué hacías aquí sola, tan temprano y sin una espada con la que poder defenderte si fuese necesario.

Galidel contempló el rostro de su hermano mientras jugueteaba con los pies en el terreno pedregoso y verde de la hondonada.

- Pues eso Gia; te estaba esperando en la entrada de la cueva cuando… - se detuvo un momento intentando ser valiente y confesarle a su hermano la imprudencia que había cometido.

- ¿Cuándo qué? - inquirió él mientras sus compañeros iban al manantial a refrescarse y lavarse viendo que la parada sería más larga de lo previsto.

- Bueno yo… vi algo brillante en el cielo.

Giadel parpadeó tres veces.

- ¿Algo brillante en el cielo?

- Exactamente - corroboró ella mientras cogía las manos de su hermano -. Al principio creí que podría ser algún dragón mecánico, pero aquella cosa del cielo brillaba con un resplandor azul zafiro no con el brillo sucio del acero.

Los Señores del Dragón (Historias de Nasak vol.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora