El guerrero rojo
Dos días antes de que Xeral recibiese su misiva, Hoïen escribía dicho mensaje a la luz de la lumbre del campamento. Cinco de sus hombres hacían guardia por el perímetro mientras los demás miembros de su comitiva descansaban a su alrededor en improvisados lechos de hojas secas. Algunos de ellos dormían a pierna suelta, otros simplemente permanecían con los ojos cerrados y los restantes; como él, permanecían despiertos ante sus propios pensamientos. Ese era el caso de su antigua compañera Corwën y de aquel joven mestizo con la sangre de los reyes de Senara, Giadel.
Aún le costaba asimilar todo lo que había acontecido cuando se reencontró en Sirakxs con la antigua general. Apartó la pluma unos momentos del pergamino cuando sus dedos empezaron a temblar. Si alguien le hubiese dicho tres días atrás en su guarida de los bosques que Kanian estaba vivo, lo habría tomado por un charlatán y un loco a la vez que lo habría hecho encrrar como castigo a esa burda infamia. Pero escuchar aquellas ansiadas palabras de la boca de su amiga y de la antigua reina Chisare, era harina de otro costal. Ellas jamás le mentirían y lo cierto es que algo en su interior también le había dicho durante aquellos cien años, que él estaba vivo.
Su hija, dotada de gran intuición y extraños sueños, también lo creía así.
La alegría que había experimentado en su interior cando la estupefacción abandonó cada fibra de su ser, fue apoteósica: la panacea para su eterno remordimiento por haberle fallado a su mejor amigo y rey. ¿Cuántas veces había tenido pesadillas horribles en las noches? ¿Cuántas veces su adorada Fena lo había consolado con lágrimas en sus ojos rubí? Solo con ella podía mostrarse débil, esa parte tan humana que todos posemos en nuestro corazón. En todos aquellos años, jamás se había perdonado el de no haberle hallado, el de haber dejado a su príncipe solo y abandonado a merced de sus enemigos: del indeseable de Xeral.
¿Cuántas veces maldijo su incompetencia? ¿Cuántas veces rogó perdón a su fiel y amado Varel?
Al fin sus regos y súplicas silenciosas habían dado sus frutos y encontraba una fuente viable y certera sobre la suerte de Nïan. El joven había estado allí, en Sirakxs solamente unas horas antes que él y había luchado con bravura y gran ferocidad contra sus enemigos. Simplemente había que ver cómo había quedado el Palacio de Sílex para darse cuenta de la gran fuerza e inteligencia que tenía aquel bribón. Era inequívocamente como su padre: letal física y mentalmente. Un guerrero brillante y astuto.
No le costó demasiado averiguar lo que había sucedido. El derrumbe del acantilado había sido propiciado por los nuevos habitantes de la antigua capital y que su grupo de activistas conocía demasiado bien. Desde hacía cincuenta años que residían en los subterráneos, una colonia de gusanos tifoides y Kanian, al verse superado en número en el palacio, utilizó a esas bestias fuertes y feroces para acabar con sus enemigos aunque eso propiciase la destrucción total del hogar ancestral de la familia real de los Hijos del Dragón.
Pero aquello tenía arreglo y un nuevo palacio más esplendoroso que el anterior, se construiría en el futuro.
Del combate, solo habían sobrevivido cuatro aberraciones mecánicas; los dragones que portaban los siervos de Xeral y él mismo. Máquinas creadas gracias a la misteriosa y desagradable magia negra de los antiguos y nuevos nigromantes que se negaba a morir. ¿Alguna vez serían capaces de erradicar aquel malvado poder de aquellas tierras? No lo creía. Aquello era parte de la naturaleza propia del mundo como solía repetirle su cuñado Mequi hasta la saciedad. Él como erudito de los activistas – y antiguo de Arakxis antes de su caída al heredar dicho título de su padre Qurín– no dejaba de estudiar y de investigar cada uno de los misterios vetados para los mortales, misterios que solo los dioses de la creación eran capaces de comprender. Y tal vez, el nuevo dios que había resurgido para declararle la guerra a los primeros; Cronos el dios del tiempo.
ESTÁS LEYENDO
Los Señores del Dragón (Historias de Nasak vol.2)
FantasíaPortada de María Sánchez Torrente Han pasado cien años desde que terminó lo que fue una corta guerra entre los Hijos del Dragón. Los antiguos reyes de Arakxis murieron ante el ataque de los Rebeldes y el dragón azul fue secuestrado por su lider. Ah...