Capitulo doce

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Fuego negro

- Vete - le susurró Kanian a su compañera mientras la soltaba y se encaminaba decidido a cumplir con su venganza. 

Por fin había llegado aquel ansiado momento.

Con un movimiento de sus manos, el joven quitó los corchetes que le sujetaban la capa en los hombros y la prenda verde cayó al suelo donde se alejó unos metros. Sus ojos solo podían ver a su tío y Xeral le observaba con aquella sonrisa que le estaba sacando de sus casillas. Aquella sonrisa irónica, segura y orgullosa, solo conseguía que la rabia aumentara dentro de él. Entonces, cuando estaba a punto de subir el primer peldaño que llevaba al elevado trono, un joven increíblemente parecido al rey se colocó frente a él con una espada de doble filo en la mano izquierda. No había duda de que aquel guerrero era hijo de su tío, el príncipe que anunciara el heraldo y que él no se había ni dignado a mirar por tener solo ojos para su auténtico enemigo.

- Madre, padre, Rea; marchaos. Yo me ocuparé de él - dijo el guerrero con mucha calma.

- Yo me quedaré hijo, pero las mujeres obedecerán al igual que los invitados al baile. ¡Marchaos todos y poneos a salvo! - vociferó y al escuchar la ordenes de su monarca, los invitados - entre gritos de terror -, se apresuraron a salir de allí a empujones al igual que los criados y los músicos. Solo hubo una persona que permaneció en el sitio como si fuese una escultura aunque pasó desapercibida.

La reina y la joven que había tras ella, se apresuraron a marcharse del salón principal por la puerta lateral por la cual hacía escasos instantes habían salido a escena y el príncipe le dedicó una sonrisa mientras Nïan se ponía en guardia.

- Encantado de conocerte al fin primo. Soy Kerri príncipe heredero de este reino.

Kanian no dijo nada, simplemente se llevó la mano a la bota y sacó la daga que tenía escondida.

Xeral soltó una carcajada al verle con aquella arma mísera entre las manos y Kerri se limitó a dar un salto hacía él con la espada sobre su cabeza y preparado para dar el primer golpe. Kanian dio un salto hacia atrás para esquivar el ataque, pero su adversario ya contaba con que saltaría hacia atrás y, sin bajar la espada, apoyó con fuerza los pies en el brillante suelo encerado para impulsarse hacia adelante y atacarle a gran velocidad. Nïan, que esperaba que procediese de aquel modo, se hizo a un lado con rapidez.

- No lo haces mal - dijo su oponente con voz divertida y confiada -. Veamos que sabes hacer ¡Demuestra de qué eres capaz Kanian! 

El golpe de espada vino certeramente y con gran fuerza, pero Nïan fue capaz de reaccionar a tiempo y parar el filo del arma con su daga. El acero chirrió y saltaron chispas mientras Kerri apartaba el filo y le atacaba por otro flanco. El joven esquivó y detuvo las estocadas que su primo le prodigaba aquí y allá aunque no era capaz de devolver ni una. Arriba, a un lado, en el centro, al otro lado… Kerri era un luchador magnífico, con un estado físico envidiable. Si el combate continuaba así mucho más, Nïan perdería sin remedio por no estar a su altura. Y no podría permitirse el lujo de salir derrotado del combate.

Había llegado el momento de utilizar una de sus ventajas.

Alargando su mano, Kanian canalizó su magia y la expulsó como hiciera antes con los soldados para empujar a su contrincante tan lejos como fuese posible y quitarlo de circulación para matar a Xeral. Kerri, al no esperarse el ataque, intentó apartarse de la onda expansiva; pero no pudo hacerlo completamente y cuando la magia alcanzó sus piernas, lo arrojó unos metros fuera de su alcance. Aprovechando aquel intervalo de tiempo, Nïan corrió hacia el trono y con un grito feroz, arrojó la daga hacia su tío con toda su fuerza.

Los Señores del Dragón (Historias de Nasak vol.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora