Vigilantes.

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Nada especial, nada de lo que esperaban ver y escuchar sucedía en el estudio de Carlo Demontis. En la habitación oscura, todos los reunidos observaban la gran pantalla que enmarcaba el primer plano del estudio de Demontis, el rincón más íntimo en la residencia personal del sujeto.

—El hijo de puta no se ha movido en una hora —escupió Santino, uno de los vigilantes—, ya me duele el culo de estar aquí.

—Cierra la boca y ten paciencia —respondió Stefano—. Tiene que hablarlo con alguien de los Parisi. Él es el traidor.

El capo actual, el viejo Bruno Mancuso, callaba y observaba con aire aburrido la puesta en escena que sus sobrinos se habían empeñado en armar para esa noche. Neilan, su hijo y próximo jefe de la familia, bebía tranquilamente su vaso de whisky mientras prestaba su atención al acto frente a él. Quería darle el beneficio de la duda a sus primos.

Habían identificado "irregularidades" hace más de un mes. Encontraron inusuales contactos por parte de uno de sus aliados con apellidos enemigos; una colaboración clandestina se orquestaba a sus espaldas con el objetivo de matar a Bruno Mancuso y la habian detectado a tiempo. No se esperaban que fueran los Demontis los culpables de conspirar en contra de la familia más poderosa de la mafia italiana, en contra del propio capo de la organización y amigo cercano suyo desde hace años. Habían ido a la boda de su hermana hace dos décadas, incluso era el padrino de la hija mayor de ellos; y ahora hacían esto. Simplemente inadmisible. Bruno sentía una profunda amargura al pasar por esa situación.

Una voz interrumpió el silencio del estudio que se reflejaba en la gran pantalla. Carlo alzó la cabeza de los papeles en el escritorio. Finalmente algo de acción.

—Dije no interrupciones —gritó Carlo al hombre que entró a la habitación. Era evidente que sólo se trataba de un empleado.

—Cabrón grosero —masculló Santino.

—¡Shh! —siseó Stefano muy concentrado en lo que veía.

—Es la señorita Demontis... —habló el empleado con voz temblorosa. El cambio en el semblante feroz de Carlo fue notorio; su gesto se tornó una mueca nerviosa y su tez perdió el color— le dije que pidió no ser interrumpido... pero ella dijo que-

—Hazla pasar —soltó de repente. El empleado asintió y salió rápidamente del cuadro.

—Se ve asustado —comentó Stefano sin apartar la vista de la pantalla.

El video en directo mostraba a un hombre agitado. Carlo se quitó el saco, desabotonó el primer botón de la camisa, y se pasó las manos por la cara y el cabello, mientras caminaba de un lado a otro tras el escritorio. Por último sirvió un trago y lo bebió de golpe antes de tomar asiento otra vez.

—Está cagado de miedo —dijo Santino—. ¿Verá al diablo o qué?.

La puerta del estudio se abrió nuevamente y por ella no entró ningún demonio, sino una mujer. Una joven hermosa de cabellera roja brillante, piel clara y ojos verdes, enfundada en un elegante vestido azul profundo que se ajustaba perfectamente a su figura esbelta, se abrió paso en la habitación, y todos los testigos callaron de sorpresa.

Pero su asombro definitivamente no superaba la estupefacción que sufría el hombre que vigilaban.

Tras la visitante entró un hombre fornido y serio, vestido con un impecable traje negro, que llevaba en su mano una carpeta, este se paró en la pared junto a la puerta.

—Carlo —saludó la recién llegada con una sonrisa de labios cerrados que le daba un aire extrañamente siniestro.

—Angela no te esperaba —escupió Carlo con actuada serenidad.

Angela ● abogada de la Mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora