Hace unas cuantas décadas, cuando Bruno aún era el hombre impulsivo que dejaba un caótico desastre de espeso y metálico color rojo por los escenarios en los que sus enemigos se encontraban, estaba siempre un hombre junto a él, uno en cuyas venas corría su misma sangre.
Tony Mancuso era peor que su hermano mayor en cuanto a personalidad; como una versión agravada en la que los aspectos salvajes tenían un grado más sangriento, más despiadado, más cruel. En Tony todo lo malo tenía un ardor al rojo vivo. Sin embargo, Bruno sólo veía a su hermano, su pequeño hermano al que amaba y que lo amaba también.
En aquel entonces, el líder de toda la organización criminal italiana era un novato recién sentado en la silla del don, pocos meses después de que su padre muriera en cama de una condición crónica. El joven Bruno de esos años, aún pensaba que su hermano era un poco alocado en los ajustes de cuentas, que su carácter era más duro; pero que, a pesar de eso, amaba a la familia, por lo que era capaz de guardar ternura en su corazón hacia otros.
Bruno en verdad creyó que Tony podría amar a la pequeña Ciana Martinelli, hija menor de ese clan.
No sabía el capo, que aquel amor que a su hermano menor tanto le faltaba, a él le tenía cegado; y la naturaleza cruda y desalmada de aquel que compartía su sangre le pasó por alto, trayendo consecuencias que pesarían en su alma por el resto de su vida.
Ciana tenía veintidós años cuando se unió, frente a Dios y a los amigos de su familia, a Tony Mancuso, un hombre de treinta y cinco. Dijo el "sí quiero" creyendo en el espejismo que su futuro esposo le había mostrado como fachada de su verdadera identidad. La máscara no tardó mucho en degradarse y la aterradora persona oculta tras ella emergió, destrozando en una estampida el corazón enamorado de Ciana. A pesar de que su felicidad se derrumbaba frente a sus ojos, ella perseveró, no permitió que conocer el rostro real de su marido la empujara a la resignación, trató con toda la fuerza de su sincero afecto, de su carácter tierno y empático, ganarse un gramo de cariño de ese corazón de hielo; pero Tony no se conmovió, ni aunque su esposa le ofreciera un amor real, sin intereses de dinero o poder. Para él esa acta matrimonial era un contrato en el que a cambio de más poderío territorial y alianzas en negocios muy rentables, debía cometer el molesto sacrificio de atar su vida a una mujer que no le importaba en lo más mínimo. Las ganancias eran tan altas, que cuando uno de los viejos de la institución, el jefe de los Martinelli y su hermano tocaron el tema, él no tardó en aceptar esa cláusula fatídica y estrechar la mano de su futuro suegro para dedicarse a ganar el cariño de su hija, lo cual no fue difícil de conseguir haciendo uso de clichés y tonterías cursis.
Ciana corría descalza sobre dunas de arena tan altas como rascacielos, mientras su esposo la veía, con los ojos muertos desde la cima, inalcanzable y lejano. Nada de lo que hizo logró lo que anhelaba: ser amada. Y cuando el segundo hijo se mecía entre sus brazos, ella era sólo una envoltura demacrada que contenía un alma en pena.
El matrimonio fue como un catalizador, un interruptor que activó, con más intensidad que nunca, la volatilidad del carácter inflamable de Tony. Se entregó a los vicios, de toda clase: alcohol, drogas suaves, drogas fuertes, apuestas... ya no era útil ni para la vendetta más sencilla; poco a poco, lo fueron dejando de lado. Su hermano, que nunca dejó de creer en su recuperación, le hablaba intentando sacarlo de ese vacío de perdición en el que estaba, pero él no podía oír acostado en el fondo; intercedía por Ciana, recriminándole su modo indigno de tratarla a ella y sus dos hijos, pero su consciencia no se removía ante palabras guiadas por principios incomprensibles.
Toda esa situación que hervía a fuego lento finalmente estalló, llevándose consigo un alma inocente. Ciana Martinelli murió en manos de su esposo en su propia casa; y si sus hijos no fueron víctimas del resentimiento de su padre, fue porque no estaban allí cuando sucedió todo, sino bajo el cuidado de Bruno, porque su madre, quizá presintiendo que Tony llegaría a un punto de quiebre, les dejó allí dos días antes de su asesinato.
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Angela ● abogada de la Mafia.
RomansaNeilan Mancuso es el hijo mayor del actual capo de la mafia italiana. Nació en las profundidades de un mundo inundado de peligro, muerte y traición, y fue criado para ocupar el trono. Cuando el heredero ve a Angela Demontis ajustar cuentas con un t...