Angela odiaba los funerales y odiaba más los entierros. Odiaba los cementerios también. La muerte en general era algo amargo para ella, al igual que para todos, pero en su caso por una sencilla razón: siempre era por culpa de alguien. Culpa del que decidió acabar con la vida de otro; culpa del conductor borracho; culpa de un padre o una madre que no prestaron atención; culpa de uno mismo por no cuidar de su cuerpo lo suficiente. La muerte era todo menos justa.
"Usando esa lógica nadie debería morir según tú" le había dicho Gian cuando confesó esa idea por primera vez en voz alta, el día en que los dos estaban sentados frente al ataúd de su madre. Su hermano le había dado un beso en la cabeza y había dicho: "La muerte es algo que debe pasar y ya. En la vida no hay alternativas, lo que decidimos es lo único posible y nada más. El hubiera no existe. No hay mas realidades, La vida no es el multiverso" con eso le sacó la única sonrisa aquella vez. Ese día asintió a lo que su hermano decía, pero en realidad la muerte le seguía pareciendo injusta.
Y hoy creía tener más razón de pensar así.
Desde que subió al auto junto a Neilan para ir al cementerio no había hablado más que para saludar, dar dos pésames y despedirse. Él no había hecho más que tomar su cintura y dirigir sus pasos de aquí para allá, del auto a las sillas, de la silla a la esposa del señor Castelli, luego a la madre de Aurelio, de nuevo a la sillas, a la tierra recién removida donde puso unas flores y finalmente al auto otra vez.
Iban de vuelta a casa, él la rodeaba con el brazo y ella tenía la cabeza acostada sobre su pecho. Era otoño en Sicilia, detrás de la ventana el sol era pálido y el ambiente gris, lo que sólo añadía más melancolía al corazón de Angela; el otoño era siempre muy melancólico para ella, prefería cualquier otra estación que ese momento muerto en el que la naturaleza se marchitaba poco a poco para renacer meses después.
—No me gusta el otoño —murmuró.
—Ojalá pudiera apagarlo —dijo él. Eso la hizo sonreír. Alzó la barbilla y lo miró.
—Es imposible estar triste en paz contigo.
Él bajó el rostro y fue al encuentro con sus labios. Le dió dos pequeños besos que sólo extendieron más su sonrisa.
—Es imposible para mí verte triste —susurró. Las palabras azucaradas de Neilan disminuyeron mucho la tristeza de su alma.
Había llorado tanto la madrugada de ese día, que ya no tenía más lluvia acumulada en los ojos. Él la había abrazado y consolado tanto, que ahora sabía que ya no iba a soportar estar así de triste en el futuro sin tenerlo a su lado, sin sentir su calor abrazándola y escuchar su voz en ese tono tan suave como un bálsamo milagroso hecho sólo para ella.
El saber que seguía allí después de lo que sea que los mediadores le habían dicho de ella, hacía de sus latidos un caos. Incluso se reprochaba en silencio la desconfianza que había guardado en contra de él cuando nunca le había dado motivos para dudar. Neilan era todo lo que le encantaba, por dentro y por fuera, aunque su persona fuera todo menos convencional. Le encantaba su aire misterioso y sus silencios; adoraba cuando dejaba relucir su lado coqueto y travieso que la volvía una completa esclava del deseo; y la enamoraba la sensibilidad que guardaba al fondo de su ser y que exhibía sin pena frente a sus ojos. Definitivamente eso último fue el golpe final para derribar sus murallas: que él le demostrara tan sinceramente lo frágil que podía llegar a ser y también la ternura que era capaz de transmitir cuando estaba en un lugar seguro, junto a ella, dentro de esa intimidad que creaban mutuamente y en la que no existía ni la vergüenza ni las críticas.
—Te quiero —pronunció con la voz colmada de emociones. Lo abrazó fuerte, apretando los párpados—. Te quiero tanto que creo que te amo —confesó a un volumen demasiado sutil pero que él logró escuchar con claridad.
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Angela ● abogada de la Mafia.
Roman d'amourNeilan Mancuso es el hijo mayor del actual capo de la mafia italiana. Nació en las profundidades de un mundo inundado de peligro, muerte y traición, y fue criado para ocupar el trono. Cuando el heredero ve a Angela Demontis ajustar cuentas con un t...