04| Sostenes a la vista

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Vale, la verdad es que no esperaba que Hunter tuviera una noviecita de verano que lo estuviera esperando en esta gran casa. Por eso no puedo evitar abrir la boca, sorprendida, cuando veo que ella lo besa muy cerca de los labios.

Hunter se aleja rápidamente y se limpia donde antes le han depositado un beso cariñoso. Voltea a verme y abre la boca como si quisiera decirme algo pero al final la vuelve a cerrar. Suelta un suspiro y yo aprovecho para afianzar el agarre en mis maletas, porque no sé qué decir. ¿Debo presentarme? Si lo hago ¿cómo debo hacerlo? ¿Hola, soy la empleada amenazada de tu novio y voy a vivir bajo el mismo techo que tu chico por todas las vacaciones?

—Ella es Meadow —rompe el silencio después de unos segundos—. La invité a pasar las vacaciones con nosotros.

Sí, claro. No va a decir que me chantajeó con un trabajo en una casetita con tal de que no fuera un bocazas, pero bueno, es hombre. No es como si pudiera esperar mucho de él.

—Y ella es Savannah. Es hija de unos amigos de mis padres, nos conocemos desde... siempre —se encoge de hombros—, siempre pasa las vacaciones con nosotros.

Le sonrío a modo de saludo. Ella, por supuesto, como la gente pudiente que es, me repasa de pies a cabeza. Debe estar juzgando mis raíces que ya se notan y que son seña de que debo retocarme el tinte, o que luzco como la trabajadora de una casetita mientras ella luce como la dueña de la gran casa que tengo en frente, o que yo visto de forma casual y ella luce tan veraniega pero elegante a la vez.

—Hola, Meadow —sonríe—. Espero que te sientas como en casa.

—Cuidado porque cuando me dicen esa frase, yo me la tomo muy en serio.

—Ese es el plan.

Hunter toma mis dos maletas sin siquiera preguntarme, aunque no me quejo, no le cuesta nada ser bueno de vez en cuando. Ojalá lo fuera un poquito más con Nick, el mundo se lo agradecería.

Savannah mira muy atentamente todos los movimientos que hace. No despega por un rato la mirada de él, ayudándome con mis maletas, hasta que se acerca para ya adentrarnos a casa. Bueno, a casa de ellos. O de él. De quien sea.

—Seguramente Hunter va a enseñarte todo así que nos vemos en un rato, para cenar.

—Seguro.

No entiendo por qué, pero todo se ha vuelto tan incómodo. Desde el momento en que ella salió para darle un beso las cosas se tornaron tensas, y aunque no la conozco demasiado, sé que no le agrada mi visita. Es muy probable que me quisiera lo más lejos posible para que ella y Hunter puedan recuperar el tiempo perdido. Honestamente, hacen muy buena pareja. Los dos son muy atractivos, de la misma clase social y parecen congeniar bien.

Cuando desaparece, los hombros de Hunter parecen relajarse. Voltea a verme y sonríe mostrando esos hoyuelos que quedan tan bien en su rostro.

—Voy a enseñarte tu habitación.

—Que guardadito te lo tenías ¿eh? —Le sonrío de vuelta—. Todas las chicas de la escuela estarán muy decepcionadas cuando se enteren.

— ¿Enterarse de qué?

—De que el mariscal de campo, aquel por el que todas se mueren, ya tiene novia.

—Savannah no es mi novia. Y estoy seguro que no todas se mueren por el mariscal del campo.

—Eso es porque no te sientas en las gradas en los partidos. Yo, que estoy cerca de todas esas chicas hormonales, escucho como suspiran por ti y desean que por arte de magia te fijes en ellas. He escuchado cosas más... —le hago un gesto con la mano para que se acerque. No duda al hacerlo, así que cuando lo tengo cerca, llevo la boca hasta su oído—, cachondas, también.

Un verano para enamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora