—Así que... —la voz de Nick suena mucho más animada que al principio de la llamada— por fin se han acostado ¿no?
— ¿Cómo que «por fin»? —alzo las cejas, indignada.
—Iba a pasar tarde o temprano.
— ¿No estás molesto? —pregunto con cautela. La respuesta me atemoriza.
— ¿Por qué debería? —no contesto, luego de unos segundos vuelve a hablar—. Solo son entrenamientos y partidos, Meadow.
—Son más que eso. Y lo sabes.
—Le das mucha vuelta al asunto. Ya ni yo.
Suelto un suspiro. Aunque sí que estoy disfrutando todo lo que sea que esté sucediendo con Hunter —mucho más de lo que debería— no puedo dejar de lado esa culpabilidad que me invade por las noches. Esa que llega después de darle vueltas y vueltas al asunto cuando Hunter se queda dormido y me deja sola con mis pensamientos.
Nick Baker es mi mejor amigo, la lealtad es una virtud sobresaliente de nuestra relación y pienso que rozo los límites de esa línea al acostarme con quien le hace la vida profesional imposible. Cuando recién nos conocimos, me contó sobre sus sueños. Y cuando entró al equipo, no volvió a mencionar ni una palabra sobre ellos.
No puedo evitar sentirme preocupada. Podría hablar con Hunter, solo que dudo que llegue a escucharme. ¿Quién soy yo después de todo? La chica que se tira en el verano. Nada más.
—La cuestión es, —no me había dado cuenta de que había perdido el hilo de la conversación hasta que él carraspea—. Que qué bueno que lo estés pasando bien. Con orgasmos y todo. No que yo...
Si sigue hablando, me lo pierdo. Porque resulta que hoy no hemos tenido muchos clientes en el chiringuito, y he estado más aburrida que otras veces. Trato de buscar cualquier cosa con qué entretenerme y pasar el rato, pero sin dudas, el aburrimiento y el pesar me gana cuando tomo el lapicero y comienzo a remarcar el perímetro del lunar que tengo en el brazo.
Ese característico en forma de corazón. El que me delató con Hunter. El culpable de que esté aquí.
El corazón se remarca mucho más, y tan perdida como al principio, dibujo dos iniciales dentro de él. Joder, parezco una adolescente en secundaria enamorada haciendo notitas en la última hoja de su libreta.
Me quedo observándolo, la H y la M perfectamente escritas. Tan juntas, envueltas en una línea que no hace más que unirlas. Pestañeo un par de veces al empezar a sentir algo realmente raro sacudirme el corazón.
Como puedo, me llevo el pulgar a la boca para humedecerlo con saliva y tratar de borrar la estupidez que me he pintado en el cuerpo. Solo que... no sale. Lo único que logro es batir un poco la tinta alrededor pero el corazón sigue bien marcado. Y hasta las putas iniciales se notan fácilmente.
— ¿Me estás escuchando?
—Por supuesto.
Que no. Me sigo embocada en mi tarea de desaparecer la marca que delata más allá de lo que estoy dispuesta a admitir. Tallo y tallo hasta el punto de enrojecer la piel sin llegar a quitar la tinta del todo. Lo único que he logrado hasta ahora es quitar lo que ya había batido antes.
Fastidiada, tomo el lapicero y leo las letras pequeñas dentro de él. «Bolígrafo indeleble» maldición. No tengo alcohol en este lugar, no a excepción de la bebida.
— ¡Meadow!
—Joder, sí —giro la cabeza buscando en todas partes— ¿perdona?
No sé por qué me asusta mucho la idea de que Hunter vea lo que pinté en mi brazo. En el peor de los casos solo se ríe de mi tontería. Me da la sensación de que no iría a preguntar más allá, no preguntaría lo que significa.
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Un verano para enamorarnos
Teen FictionMeadow Davis no sabe decir no. Al menos, no a su mejor amigo. Es por eso que, cuando este le ruega que lo cubra en su partido de fútbol americano, termina aceptando. ¿Qué es lo peor que podía pasar después de todo? ¿Que el capitán del equipo, Hunter...