17| Tira y afloja

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Tiene alrededor de media hora que me he despertado. Y, tiene alrededor de media hora que mi sesión de besos con Hunter comenzó.

Estaba un poco intimidada por lo que fuera a pasar a continuación en nuestra relación. Yo sí soy de la clase de chica que no busca nada más que sexo, que se divierte con chicos guapos y que no va más allá de unas cuantas noches.

Pero todo es diferente con él. No soy de las que duermen abrazadas o de las que amanecen con alguien solo porque sí, sin embargo, heme aquí durmiendo nada más, a su lado, mientras me sujeta la espalda y yo recuesto la cabeza en su pecho. Sin ir más allá de besos inocentes.

Bueeeno, no tan inocentes y puede que me meta mano a veces y que yo disfrute que lo haga. Y puede, solo es una posibilidad y no una confirmación, de que también aproveche en meterle mano. Es que ¿quién en su sano juicio no tomaría la oportunidad?

No directamente con su paquete, no soy tan aventada. Solo unas cuantas caricias por el abdomen, o por los brazos fuertes. O por el cuello, por el rostro, por el cabello...

En fin, la cuestión era que solo dormimos. Como en días anteriores. La diferencia es que al despertar, fui yo quien unió nuestras bocas. Me alejé al recordar que ninguno de los dos se había lavado los dientes. Aunque la distancia no duró mucho porque enseguida me tomó del cuello y me besó.

Me seguía besando.

Me está besando en estos instantes.

Y no puedo hacer nada más que retorcerme en la cama mientras su lengua juguetea con la mía, mientras su mano me acaricia los muslos desnudos y la recorre hasta mi cintura para tomarme y acercarme a él. Le paso las manos por el cabello, enredando las hebras en mis dedos y jalando de ellos cuando me mordisquea el cuello.

Nunca creí que terminaría de esta forma con él, sin embargo, no me arrepiento de nada. Lo repetiría una y otra y otra vez.

—Podría besarte todo el día ¿sabes? —susurra cerca de mi oído.

—Bueno, no me molestaría si lo hicieras —jadeo la última palabra al sentir que su mano ahueca despreocupadamente mi seno. La fricción de mi blusa de pijama solo es un recordatorio tortuoso de que hay tela de por medio que no me deja de disfrutar de la experiencia completa.

—Tengo la sospecha de que saldrías corriendo —se muerde el labio inferior mientras sonríe. Tonto, idiota y guapo.

—No estamos haciendo nada más que besarnos, no tengo por qué salir corriendo —para vengarme un poco, le dejo un beso en el cuello y sonrío mentalmente al notar cómo se encoge.

—Entonces, me estás diciendo que si hacemos algo más si lo harías.

Mi mente está por las nubes. No soy consciente de las palabras que salen de su boca y mucho menos de la mía. Tengo la atención focalizada en las sensaciones que me está provocando. Me siento como una chiquilla en su primera vez, no por los nervios, sino porque cualquier roce me pone los pelos de punta y me hacen apretar los muslos.

Agradezco al Dios que, estoy segura, me dejó a mi suerte en esa cancha de futbol en donde podía morir de una paliza por parte de los mastodontes que estaban a mí alrededor solo para que terminara en esta situación. Subiéndome al regazo de Hunter, adorando la forma en que me toma de las caderas y presiona mi cuerpo hacia abajo para que pueda sentirlo.

Y vaya que lo siento.

Se acomoda mejor en la almohada y el movimiento me hace gemir porque se ha restregado accidentalmente. Echo la cabeza para atrás en un intento estúpido de respirar y recuperar el control de mi misma. De pensar con el cerebro, no con las terminaciones nerviosas que están más que activadas en este preciso momento.

Un verano para enamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora