Si Meadow volteara

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Meadow Davis era una chica distraída.

Eso fue lo primero que Hunter Black aprendió de ella. Se sentía un acosador cada que la veía salir de su salón y, disimuladamente, tomaba el mismo camino solo para poder verla mejor.

No entendía lo que pasaba, cómo es que estaba tan colado por alguien para que ni siquiera pudiera apartar la vista ni un segundo cada que aparecía. Físicamente, le gustaba. Pero más allá dé, estaba encantado. Es decir, era una chica preciosa y seguramente habían muchísimos chicos detrás de ella —era una verdadera lástima que fuera muy consciente de ello. En el primer año la había visto besar a unos cuantos. Por otro lado, algo dentro de él le decía que la relación más seria, si es que puede llamársele así, que ella tenía en su vida era con Nick Baker, uno de los integrantes de su equipo y un muy buen jugador, odiaba admitirlo— pero estaba seguro de que ninguno de esos se fijaba en ella cuando reía a carcajadas escandalosas cada que algo le daba gracia, o cuando llegaba tarde a clases, a veces con la ropa al revés. Ni mucho menos sabían que existía un lunar en forma de corazón muy poco perceptible en su antebrazo izquierdo y cada que se aburría, lo remarcaba con lapicero y escribía dos iniciales dentro de él.

Maldecía por dentro por todo lo que sabía sin siquiera conocerla... sin entablar una conversación con ella, sin tener contacto, más bien. Le gustaba la chica, obviamente. Sin embargo, era aterrador no querer dejar de mirarla nunca y pensar en ella cuando no estaba frente a su vista.

Si Meadow volteara, encontraría a un chico pelinegro detrás de ella, o quizás adelante. Y tal vez algo pasaría, algo bueno. Posiblemente se daría cuenta de que existían unos ojos del color del océano que brillaban con solo su presencia y que para él, la risa de ella era como la luz cálida de un buen día.

Si Meadow volteara...

Solo que... Ella nunca lo hacía.

Un verano para enamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora