—Y... ¿voy a tener uniforme?
Un sonido ronco brota de su garganta. No logro identificar si es más de burla o de molestia. Pero sí que le ha sorprendido que inicie una conversación después de nuestra pequeña discusión de hace rato. Lo sé por la forma en que niega con la cabeza.
Al primer ademan que indica que va a contestarme, mi teléfono suena interrumpiéndolo. Maldigo por dentro. Realmente quería escuchar lo que me iba a decir con el afán de descubrir si está enojado conmigo. Saco el celular del bolsillo trasero de mi pantalón y al ver que se trata de mi madre, me muerdo el interior de mi mejilla, decidiendo si debo contestar o no.
Ya puedo escuchar lo que va a decirme, sobre todo porque tengo la culpa al no haberle avisado que no llegaría a casa estas vacaciones. En mi mente ya suena toda clase de regaños que debe saberse de memoria o que debe practicar todas las noches porque suena jodidamente aterradora al decirlos. Y es molesto.
— ¿Qué pasa? —voltea a verme, si estaba molesto, se ha esfumado por completo—. ¿Quién es?
—Mi madre —suspiro y acepto la llamada—. Hola, mamá.
—Nada de hola, Meadow —y sí, suena iracunda. Como siempre que habla conmigo—. ¿Dónde estás? Tus vacaciones empezaron hace unos días y no has regresado a casa.
—No... —atrapo mi labio inferior entre dientes, nerviosa porque Hunter pueda escuchar lo que dice—, no voy a ir estas vacaciones a casa, mamá.
— ¿Por qué no me avisaste? ¿Qué se supone que estás haciendo? No tengo dinero para enviarte en periodos que no me corresponden.
—Lo sé, no te estoy pidiendo dinero —meto el mechón que se ha vuelto a soltar detrás de mi oído—. Sabes que ya ni siquiera necesito lo que me mandas, puedo apañármelas sola.
—Eres una malagradecida —cierro los ojos, consciente de lo que viene a continuación—. No tienes ni puta idea de todo lo que Palmer y yo tenemos que hacer para poder juntar el dinero que necesitas. Si te hubieses quedado todo sería más fácil, no estuviéramos partiéndonos el lomo entero por un dinero que no sabemos si lo gastas en cosas para la escuela o aprovechas para utilizar en tus caprichos.
—Nunca le he pedido dinero a Palmer —trato de darle la espalda a mi acompañante, llena de vergüenza—, y ya te había dicho que no necesitaba que me siguieras mandando dinero. Ha pasado mucho tiempo para que sigas recriminándome que me fui, cuando ambas sabemos que era lo mejor para cada una.
— ¿Lo mejor? —Suena incrédula—. Maldita sea, Meadow. Supera que tu padre te dejó y deja de culparme por ello. Si no te ha buscado es porque no te quiere, ¿sabes quién si te quiere y no ha hecho más que demostrártelo? Palmer. Él es tu padre ahora. Madura y acéptalo.
Mi frente choca contra el cristal de la ventana y suelto un suspiro. Me cuesta mucho no perder los estribos y contestar de forma que inicie una pelea. Siempre es lo mismo con ella que ya ni sé por qué sigo esperando que algún día sea diferente. Siempre estará antes su pareja que yo. Siempre estará antes todo que yo.
—Perdón por no avisarte que no iría...
—Ni siquiera era un aviso, Meadow —interrumpe—, tenías que pedirme permiso porque aunque tengas 20 años no te mandas sola ¿me oíste?
—Es solo que conseguí trabajo —siento la mirada de Black encima de mí—. Tengo que juntar dinero para el siguiente semestre y así no molestar a Palmer.
—Pudiste buscar un trabajo aquí. Necesito tu ayuda en casa, porque sigues teniendo una casa y debes cumplir con tus deberes. Aunque sea solo en vacaciones.
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Un verano para enamorarnos
Teen FictionMeadow Davis no sabe decir no. Al menos, no a su mejor amigo. Es por eso que, cuando este le ruega que lo cubra en su partido de fútbol americano, termina aceptando. ¿Qué es lo peor que podía pasar después de todo? ¿Que el capitán del equipo, Hunter...