14| Miedo al amor

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—Tienen suerte de que no se te haya fracturado la clavícula —el doctor regordete, levemente bajo y de cabello blanco dice después de terminar de revisarme—. Aunque sí que se te ha inflamado el tendón. Pero no es nada grave, te recetaré antiinflamatorios para eso y un par de analgésicos para el dolor que podrías experimentar en el cuello.

Saca un par de notas de su maletín, anota velozmente y rompe la hoja para dársela a Hunter, que se mantiene de brazos cruzados recargado en la puerta de mi habitación sin quitar esa expresión aterrorizada y preocupada desde que me salvó, me llevó cargando hasta su coche y arrancó a casa.

Rehúyo su mirada, a decir verdad. Estoy bastante avergonzada por todo.

—Si presentas molestias en los senos paranasales, llámenme. Es probable que puedas desarrollar sinusitis por el la irritación o inflamación de estos, por la inhalación de agua salada, bacterias u otros microorganismos presentes. También la presión del agua y el impacto puede que te haya irritado las vías respiratorias superiores así que estate alerta por cualquier cosa ¿vale?

Me dedica una mirada de despedida antes de cerrar su maleta y dirigirse a la salida. Se detiene, y vuelve a hablar:

—Oh, casi lo olvido, también toma muchos sueros rehidratantes ¿ok? La ingestión de agua salada puede causar desequilibrios electrolíticos en el cuerpo, come ligero porque puede que vayas a presentar diarrea, nauseas, vómitos y malestar estomacal —siento como las mejillas se me acaloran. Es normal que presente este tipo de cosas después de tanta sal marítima pero me avergüenza que lo diga frente a Hunter—. Si crees que es preocupante o la deshidratación es demasiada, llámenme, de nuevo. Eso es todo.

Sí que se va, dejándome a solas con Hunter analizando la receta médica, con el ceño tan fruncido que las cejas se vuelven una sola. Exhala y se acerca, dubitativo, hasta sentarse a mi lado en la cama.

—Lo siento —suelto, abruptamente.

— ¿Por qué lo sientes? No fue tu culpa.

—No hablo de eso —sigo sin poder mirarlo a los ojos—. Bueno, también lo siento por eso. Pero me refería a otra cosa.

— ¿Entonces?

Hundo la mano en el colchón para apoyar mi peso y poder sentarme, la espalda se me ha comenzado a agarrotar por estar acostada y sin cambiar de posición durante un buen rato. Hunter acude a mi ayuda y pasa un brazo por mi espalda para sujetarme y levantarme.

—No estoy invalida, solo adolorida, Hunter —señalo con suavidad, no quiero que piense que estoy a la defensiva otra vez con él. Ya no.

—No me importa, sigo asustado.

—Lo siento.

—Deja de disculparte y dime por qué lo sientes.

—Por todo —me cuesta decirlo, sin embargo, apenas las primeras palabras salen, las demás se escapan de mi boca sin poder detenerlas—. He sido una completa mierda contigo, y tenías razón. Perdón por ser una carga estresante para ti este verano.

Siento como un nudo se atora en mi garganta y noto cómo se me quiebra la voz al final. Me aclaro la garganta en un intento vago de alejar las lágrimas que se me han agolpado en los ojos. No puedo ante la idea de dejarme tan expuesta con él.

—Meadow —me llama, con la misma delicadeza con la que he hablado yo al principio—, lo único que has hecho es mejorar este verano.

—No te creo.

—Estoy diciendo la verdad —se arrastra entre las sabanas hasta estar a unos centímetros de distancia. Alza las manos para sujetarme el rostro no sin antes colocarme el mechón de pelo tras la oreja—. Este es el mejor verano que he tenido en mi vida y es así solo porque estás aquí.

Un verano para enamorarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora