Los molestos rayos del sol filtrándose por las puertas de cristal de mi habitación me llegan a los ojos. Se siente como un alfiler tan delgado y afilado picoteando mis parpados y yo solo puedo apretar con más fuerza, removerme y subir la sabana hasta cubrir mi cara.
Pero hay un peso que me dificulta el trabajo.
Uno que se recoloca hasta mi cintura, acompañado de un leve murmullo. Y es suficiente, lo único que basta para recordarlo.
Es como si todos los receptores de mi piel se hubiesen puesto de acuerdo para mandar la información a mi cerebro, para que las sensaciones coloquen imágenes en mi mente y pueda revivirlo todo. A la perfección. Incluso es como si les hubiese gustado tanto que lo exigen de vuelta.
La piel se me eriza cuando inexplicablemente vuelvo a sentir sus labios, sus manos y otras partes de su cuerpo recorrer el mío. La forma en que me abrió las piernas y...
Joder.
Me levanto de golpe.
Pestañeo rápidamente para despejar el leve mareo que me ha inundado, al igual que para aclararme la vista. Cuando siento que estoy lo suficientemente despierta volteo a verlo y sigue durmiendo como si nada.
Solo que luce como si... todo.
Tiene el cabello más revuelto que nunca, disparado en todas las direcciones posibles. La sabana lo cubre solo hasta la cintura así que puedo ver perfectamente la piel de su espalda con rojeces, donde lo he rasguñado antes. No bastante fuerte como para crearle heridas pero sí algo para que las marcas sigan tenuemente presentes.
Lo más rápido que puedo, intentando ignorar su boca que me llama a gritos, salgo de la cama. El frio me eriza los bellos de inmediato. Tomo mi ropa del suelo, aunque a decir verdad, no luce lo bastante cómoda para escapar de la situación. Ir por ahí con la ropa neón no es buena idea.
Recuerdo que estamos en mi cuarto, que lo hemos hecho en mi cama y que puedo tomar mi ropa. Corro desnuda hasta el closet, tomo unos pantalones de chándal y una playera blanca y con una velocidad que desconocía me visto para salir corriendo. He ignorado el ponerme un sostén y posiblemente vaya con alguna prenda al revés, sin embargo, la necesidad inexplicable de cavar un pozo y enterrarme para no salir jamás pueden más conmigo.
La realización de sus palabras de la noche anterior me cae como balde de agua fría. No había entendido hasta este momento. Hasta que puedo analizarlo con claridad, sin chicos guapos desnudos de por medio. Estúpida, soy una estúpida.
Si es demisexual y... eso significa que ¿me quiere? No puedo acostarse con alguien por quien no sienta nada ¿cierto? Pensarlo siquiera me revuelve el estómago.
No sé por qué eso me aterra tanto si yo no quiero de vuelta, solo... me gusta. Y nada más. Solo besa bien y me tiene paciencia y se comunica conmigo y... mierda. Bajo con miedo de tropezarme con las escaleras, toda por la imperiosa necesidad de estar apartada de él.
De pronto, estoy tan lejos de él y tan cerca del mar. De las olas.
Apenas está comenzando a salir el sol así que la vista que tengo en estos momentos es lo suficientemente reconfortante para que pueda respirar con tranquilidad, para que desaparezca el ardor de los pulmones por venir corriendo. Un peso indescriptible que había comenzado a aparecer en mi pecho desaparece. Aunque el nudo en la garganta no lo hace.
Cuento unos cuantos segundos para concentrarme y evitar echarme a llorar. Sobre todo porque ni siquiera sé la razón exacta del por qué tengo ganas. Y, porque mamá siempre me dijo que tenía que existir una dolencia física para hacerlo, pero no me duele nada.
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Un verano para enamorarnos
Teen FictionMeadow Davis no sabe decir no. Al menos, no a su mejor amigo. Es por eso que, cuando este le ruega que lo cubra en su partido de fútbol americano, termina aceptando. ¿Qué es lo peor que podía pasar después de todo? ¿Que el capitán del equipo, Hunter...