Capítulo 2

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Avril


Hoy era el día. Hoy llegaría Giuliano de Woodvale y, a su vez, festejamos la fiesta del verano.

La apertura de la fiesta más grande en toda la ciudad costera de November la haría su familia como año tras año.

Los preparativos estaban ya casi listos, solo faltaba que llegasen los empleados contratados —un DJ, un par de ayudantes y el encargado de las luces—.

Todo iba como yo quería año tras año, lo estaba logrando perfectamente. Ya más de cien personas habían confirmado su asistencia y esperaban romper el récord de hace tres años, que había sido de aproximadamente doscientas personas en su totalidad a las dos de la mañana.

Además, muchos vendrían alistados para cumplir la tradición de ir a la playa a la medianoche, cuando la fiesta ya estaba en pleno apogeo.

No podía creer que aún despertándonos todos a las ocho buscando llegar con todo a tiempo y ya eran las cinco de la tarde. Estimadamente, Giuliano en una hora estaría llegando aunque seguía un poco enojada con él por no haberme hecho caso y no venir en avión, con lo que probablemente ya estaría en la ciudad.

Esta gran casa inglesa, diseñada por un arquitecto contratado por mi padre, sería una vez más la casa donde me olvidaría de todos los problemas que podría haber en Branca. Al menos por el verano.

Muchos me han envidiado por esta casa, otros me han elogiado. Pero para mí, es mi segunda casa. Es mi refugio seguro. Cada verano en November ha sido un nuevo comienzo.

Justo cuando estaba por ir a ducharme para empezar a alistarme debidamente para la fiesta, una puerta se abrió en la casa. Estaba muy segura de qué puerta era y quién la estaba abriendo.

Bajé por las escaleras exaltada para llegar al hall de la casa y mi sonrisa se esfumó. No era Giuliano. Eran los asistentes que traían el cuadro de mi padre.

Aún me seguía sintiendo culpable, pero me concientice para olvidarme de todo lo que ocurrió en Branca. Solo deseaba que el año se borrara de mi cabeza, al menos por el verano. Al menos cuando Giuliano esté conmigo.

Al casi darme vuelta para —definitivamente— irme a bañar, vi una silueta en la puerta. Ahora sí, ahora era él.

Tenía un nuevo corte de pelo, y la barba le había crecido un poquito en un mes que no nos habíamos visto.

Esa camisa negra remangada, ese pantalón blanco y ese collar de acero. No podía ser tan irresistible. Era el placer en su máxima expresión.

Fui corriendo hacia él, y cuando estaba por llegar a sus brazos salté y él me agarró con sus manos en mis muslos. Lo miré a la cara y sonreímos a la vez.

—Hola princesa —sin dejar de sonreír, era capaz de hablar— no sabes lo que te extrañé mientras no te ví.

—Yo aún más y más. No podía estar un minuto más sin vos.

Nos besamos y luego soltó lo que tenía, me agarró más fuerte y empezó a correr. En concreto hacia el patio. Hacia la piscina. Oh no, no devuelta.

—¡No Giu! ¡Otra vez no!

Igualmente no hizo caso, y saltó a la piscina conmigo encima. No podía parar de reírme, era sorprendente cómo una persona podía hacerme tan feliz.

—Perdóname amor, te juro que no lo voy a volver a hacer ¡Pero era la oportunidad de mi vida! —siempre con su tono rasposo pero feliz—. Ay dios, me acabo de acordar que este era el pantalón que iba a usar hoy.

Salimos rápido de la piscina, y aunque la escena podía ser incómoda no lo era en absoluto.

Luego de darse cuenta del error que había cometido, se sacó la camisa y la dejó en el sol secándose. En ese momento, me di cuenta de que tenía un nuevo tatuaje. Era un 13. El día de su nacimiento y, casualmente, mi número favorito.

Cuando entramos a la casa mi madre estaba en la cocina y justo cortó el teléfono.

—Con que acá están Romeo y Julieta —su tono era sumamente feliz y divertido—. He dejado el desastre que tiraron en la puerta en su habitación.

—¿Qué tal suegra? Le juro por mi vida que la abrazaría pero estoy demasiado mojado y no la quiero mojar con esa ropa tan delicada.

Giuliano seguía igual de halagador y atrevido que siempre.

—No digas ridiculeces, vayan a prepararse y más tarde nos damos la correcta bienvenida. Apúrense y no se queden besuqueandose por ahí.

Al subir las escaleras, me respaldé en una pared y lo atraje a Giuliano. Empecé a besarlo como si nunca antes lo hubiera hecho. Estaba demasiado extasiada con solo verlo.

En un momento dado, me interrumpió y menos mal que lo hizo, porque si no seguiría ahí perdiendo el tiempo.

—Espera corazón, que nos va a retar tu mamá. Ya tendremos tiempo para esto y para todo lo que quieras.

Luego de bañarnos, empecé a comentarle los invitados que vendrían, o por lo menos los que yo había invitado.

—Vendrán mis amigas de basket, también asistirán algunos de los chicos del plantel masculino... —en ese momento, se tensó y me interrumpió—.

—¿Qué quiénes? Espero que no venga el idiota de Fabrizio.

—Tranquilo amor, ya no me interesa. De hecho, me parece un ridículo. Pero están todos invitados porque no quiero poner en problemas a nadie. Además, yo solo te puedo amar a vos.

Para darle confianza, porque sabía que él tenía a veces miedo de perderme, le dí un abrazó y busqué su boca, quería darle un beso. Necesitaba asegurarle que yo estuve, estoy y estaría con él para siempre. Porque era lo que más amaba y deseaba en el mundo. Aunque podría decir esto de cualquier persona, la verdad es que nunca antes había sentido un amor tan profundo por alguien.

—Bueno, sigamos con la lista —antes de seguir, me interrumpí para aclarar algo—. Las chicas del club de náutica no vendrán. Les he aclarado que, por mi parte, no estaban invitadas. Ya sabes, por lo que te dije la otra vez.

—Oh, no te preocupes. Ni siquiera me interesaban. Eran demasiado insistentes. Lo peor es que seguramente su piropo más picante tiene que ver con cómo hacer nudos.

Nos reímos al unísono, y la lista de las personas que asistían quedó inconclusa. Mi madre había tocado a la puerta para que bajáramos a hacer nuestro ritual de inauguración.

En cuanto bajamos, noté dos grandes cambios en el patio. Primero, había una botella de champaña al lado de la piscina y nuestra madre nos esperaba con las piernas en el agua. Por otro lado, dos cuadros nuevos habían sido colocados —probablemente los que trajeron antes de que llegue Giuliano—.

Uno era de Dalí, y otro de mi padre.

Esto se sumaba a la particular obra de nuestro primer perro, Benjamin, la cuál era nuestro golden retriever, pero con tonos verdes a causa de una mutación genética. Demasiado particular, y excesivamente llamativo.

Mi madre rompió con el pequeño silencio que hice mirando como estaba la casa para la fiesta.

—Giuliano, ¿puedes llevar la botella? Iremos a las rocas a mirar el mar y tomar unas copas. Les diría que lo hagamos a medianoche, pero no estaré en la casa. Será el primer año que los dejaré libres para que disfruten la fiesta. —luego me guiñó el ojo y añadió—. Cuidense.

Giuliano se limitó a reír.

—¡Mamá! —dije con las mejillas rojas.

Hizo caso omiso y fuimos hacia las rocas.

Y así nos quedamos mirando el mar en el atardecer hasta que llegara la hora de estar listos para la mayor fiesta de verano.

woodvaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora