Capítulo 8

1 0 0
                                    

Avril

Ya pasaron dos semanas desde que no hablaba con Giuliano y me había tranquilizado un poco. Mis pensamientos estaban esclarecidos y llegaban las festividades de fin de año. No sabía si volver con Giuliano ahora, o esperar un poco más.

Decidí no pensar en eso ahora. Había un tema más importante y es que llegaría Alejo por fin y nos veríamos. Hace más o menos tres semanas que no lo veía y ya lo extrañaba.

Aunque me había mantenido al tanto de todas las noticias que había tenido de su viaje a Londres, necesitaba que estuviera acá. Tanto él como yo parecíamos dos viejas chismosas cuando estábamos juntos y mamá siempre se reía de eso. A veces anhelo esos días en los que todos éramos felices.

La nostalgia recorría mi mente cuando escuché mi teléfono vibrar y descubrí que justo había mandado un mensaje al grupo de la familia.

—Ya estoy en November!!!

Mamá lo había ido a buscar y mientras yo me había quedado sola. Todavía faltaba aproximadamente una media hora o incluso un poco más ya que tenía que pasar por todo el chequeo en el aeropuerto y el viaje del aeropuerto a la ciudad —más a las residencias cercanas al sur de November— era bastante extenso.

La verdad que mi tiempo sin ver a Giuliano fue duro. Me costó adaptarme a no poder hablar con él, pero era lo que necesitaba. Seguir pegada a él a pesar de todo lo que pasaba haría que él tomara mucha más confianza y buscaba flexibilizar la relación en torno a esos ámbitos.

Estos últimos días, parecía que mi vida se había oxidado. No sentía placer al ver nada, mis pesadillas me atormentaban pero yo seguía sosteniendo mi idea.

Aunque creo que ya había pensado lo suficiente y esperaba que Giuliano también.

Como todavía faltaba un buen rato para que llegasen Alejo y mamá, decidí ir a comprar un par de cosas así lo podía recibir al menos con comida.

Por otro lado, había otro interrogante en mi vida y era la fiesta de apertura. Todos los años desde que tengo memoria mi padre la ha festejado. Solía decirme "es lo que November necesita". Pero ahora sentía que el concepto con el que había comenzado la fiesta, aproximadamente hace unos veinte años atrás, se había desvanecido. Ya no era una alegría para comenzar las vacaciones, ahora la gente venía a emborracharse y a conquistar a otros.

Esta última fiesta había sido un desastre. Después de un largo año desperdiciando todo mi potencial pensé que esto lo mejoraría, pero empeoró todo. Todo lo que decía parecía un disparo a matar. Todos se peleaban y yo quería que se calmaran, pero no podía.

A pesar de que me invitaron a otras fiestas, sin Giuliano conmigo no era lo mismo. Ningún lugar era igual.

No lo había notado pero me había quedado cinco minutos divagando en mi mente en el medio del mercado cuando escuché el permiso de una chica. Obviamente le pedí disculpas pero me dijo que no era necesario.

Agarré mi celular y me puse en un costado de la avenida. Escribí un mensaje y dudé en mandarlo pero lo hice. Tenía que hacerlo.

—¿Podemos vernos hoy? Te quiero.

En unos segundos, la respuesta llegó.

—Pues obviamente, dónde tú quieras.

—En la playa, en el lugar de siempre. Ya sabes.

Una sonrisa se esbozó en mi cara, ahora sí creía que en verdad podría arreglar las cosas.

Cuando llegué a casa todavía me sobraban unos minutos para que llegara Ale, así que le preparé unos panqueques como tanto le gustaban y los dejé en la mesa de la cocina tapados para que no pierdan el calor.

Salí a la entrada de la casa y me senté en el escalón a esperarlos. Cinco minutos después allí estaba el clásico Jeep Renegade marrón de mi madre. Apenas logró frenar antes de que Alejo abriera la puerta y viniera corriendo hacia mí.

—No sabes cuanto te extrañe hermana.

—Yo también Ale, obviamente —un destello brillaba en sus ojos—. Pero por lo menos disfrutaste de tu gran viaje.

Me miró con una cara medio atrevida.

—Tengo cosas que contarte luego respecto a eso.

Mi mamá salía con un par de bolsas así que fui a ayudarla. Como respondiendo, Alejo explicó la razón de las bolsas.

—Ah y paramos en el centro comercial donde está el supermercado gigante para comprar un par de cosas que faltaban —luego riéndose dijo— y algunas cosas que yo quería.

—Hablando de eso, te preparé panqueques. Tienes tanto nutella como dulce de leche o bueno... —no creo que le gustase nada más pero nunca estuvo mal reflejar todas las opciones—. Lo que desees.

Luego de tres horas, mamá se había ido a una reunión de su club de lectura que tanto le gustaba en la librería de la ciudad y Alejo estaba sentado en mi cama, conmigo, contándome algunas anécdotas del viaje mientras comíamos gomitas y escuchábamos música. De vez en cuando revisaba mi celular, todavía quedaban dos horas para juntarme con Giuliano y ya era un poco tarde pero no creo que ocurriese mucho. Al final terminé obligándome a dejar de pensar en eso y prestar atención a lo que contaba mi hermano.

—Como decía, en un momento estábamos en el hotel comiendo y yo estaba recostado en su hombro, muerto de sueño —por dios, la emoción que tenía cuando hablaba de Julián—. Entonces creo que el estúpido de Lorenzo dijo algo al estilo "tanto afecto se tienen"

»Entonces Juli contestó y dijo ¿qué tiene? ¿Crees que por ser hombres no podemos tener afecto? y entonces pasó un brazo por atrás mío y apoyó su mano en el hombro contrario al que estaba cerca de él.

El amor que tenía por Julián... Venía escuchando a Alejo hablar de él hace como dos o tres años, pero ahora lo notaba demasiado enamorado.

—Y bueno, como último detalle la otra vez me mandó un video que decía "me antoja acostarme en tus piernas y hablar de cualquier cosa".

Eso sí que me interesaba, así que rápido contesté —y ¿qué hiciste?

Noté que Alejo se tensaba, así que suponía que no fue nada bueno lo que pasó luego.

—Le respondí lo más corto posible "Ay, que considerado" fue mi respuesta —le costaba hablar ¿por qué?—. Quince minutos atrás me había contado que tenía novia. Que se habían visto, que estaban compartiendo todo. Ya no era nada para él, solo un amigo al que contarle sobre su amor.

Lo abracé y estuvimos cinco minutos en silencio, tranquilos. Hasta que Alejo se recuperó y decidió que ahora me tocaba a mí.

—Ok, entonces ¿cómo va todo con Giuliano? ¿Noches prohibidas que no se pueden contar? —Dios mio. Si tan solo supiera.

—Pues no muy bien... convengamos que nos peleamos y que hoy lo veré por primera vez desde la fiesta de principio de verano.

Seguimos hablando de todo un poco, principalmente de Giuliano, pero yo seguía esperando que fuera la hora indicada, las ocho de la noche. Hora a la que nos veríamos.

Cuando ya eran las ocho, Alejo estaba en su habitación y yo ya estaba preparada, así que fui a que me diera suerte.

—Ni que fuera un padre santo Avril. Igualmente suerte —no podía creer que le estaba pidiendo suerte a mi hermano—. Ah y por cierto, ¿sabés de algún gimnasio bueno en la ciudad? El que estaba hasta el verano pasado cerró.

Lo miré de una manera muy ridícula —¿Me ves con cara de chica fitness?

—Si te tengo que decir la verdad, no. Pero esperaba que, al menos, hubieras escuchado en algún lado un nombre —pues no, si hay algo que repudio en el mundo es el gimnasio—. Pero se nota que ni siquiera escuchaste algo relacionado a hacer ejercicio.

—Obviamente no. Así que adiós. Te mandaré un mensaje si sale todo bien.

—Si, si, siempre tan dramática vos. Todo va a salir bien, obviamente va a salir bien.

woodvaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora