Capítulo 25

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Vlair

Giuliano estaba acostado a mi lado, aún podía escuchar su respiración. Las sábanas nos tapaban lo justo y necesario, por lo que podía ver también su pecho hinchándose y luego desinflándose.

Me sentía muy confundida al respecto. En un día había pasado de no querer saber nada sobre él a terminar durmiendo juntos. No sabía qué hacer, tampoco encontraba la manera de explicarle lo que me pasaba.

Parecía que nuestra relación estaba en la cuerda floja donde teníamos dos alternativas. Terminar el recorrido, lo que significaba que seguiríamos como ahora o perder el equilibrio, por ende caer y arruinar todo esto.

Lo pensaba todo el tiempo, qué hacer. El problema es que él era la única persona que conocía en todo November, a excepción de Bowery.

Si tenía que decir la verdad, confesar lo que sabía era la respuesta más honorable a mi pregunta. Que Giuliano al menos se esforzase en explicar lo que había dicho en esa llamada sobre esa tal... ¿Ambar? ¿Abril? No recordaba muy bien el nombre, aunque era lo que menos importaba en ese momento. Pero en ese caso también yo tendría un punto débil y es que para haberlo escuchado tendría que admitir que me escapé de la habitación por mera curiosidad. Igualmente, seguiría ganando yo, ya que él tendría que demostrar por qué se había ido de la habitación sin siquiera explicarme o dejarme una nota o algo por el estilo.

Cerré los ojos y pensé en todo. Necesitaba olvidar esto. Quería volver atrás en el tiempo y nunca despertarme esa noche, o aunque sea no haber salido de la habitación. Pero por otro lado si me despertaba y no salía de la habitación... me quedaría con la curiosidad para siempre. Dios, era todo tan complicado. Todas las opciones que solapaba apuntaban a que estaría igual de pensativa que ahora.

Nuestro amor con Giuliano era un poco delicado, porque yo sabía cosas que no debía saber y él me ocultaba cosas que yo tendría que saber. Todo era muy frágil y tenía miedo de partir el cristal, lo que dejaría nuestra relación en llamas.

Me sentía redondeando la misma idea infinitamente, por lo que la única manera de salir de este círculo vicioso era hacer otra cosa para que mi conciencia dejara de insistir con todo esto.

Estaba a punto de levantarme cuando Giuliano me dio un beso en el cuello y me saludó.

—Buenos días cariño —me dijo con la voz aún ronca de haberse despertado hace poco.

Me abrazó y yo le correspondí con un beso en la boca.

Lo corté lo más rápido que pude porque quería levantarme, pensar libre y hablar con alguien sobre lo que me estaba pasando. Me sentía extremadamente sofocada y no sabía cuál era el camino que tenía que tomar.

Busqué por el piso mi ropa y me vestí. Giuliano aún seguía mirándome desde la cama, desnudo.

—¿No piensas vestirte? Creo que ya es hora —mi intención no era dañarlo, pero a la vez le estaba rogando que se vaya—. Digo, porque ya es un poco tarde —eran las diez de la mañana.

—Tranquila amor, para vos tengo todo el tiempo del mundo.

Me lanzó un beso con la mano a lo que yo me limité a sonreír y luego fui al baño.

Media hora después, estábamos en silencio comiendo en el desayunador de mi casa con la televisión de fondo. Giuliano aún seguía sin remera y yo ya estaba vestida para irme. La realidad es que no sabía a donde, pero creo que un buen comienzo era buscar un gimnasio para entrenar.

Mientras revisaba el celular encontré una fiesta para ir el 23 de diciembre a la noche —que era, para ser exactos, en tres días— y entonces le comenté la idea a Giuliano.

—Yo no podré ir, así que tú tampoco irás —¿por qué estaba tan imponente?

—Amor, es solo una fiesta, quiero divertirme.

—¿Y qué tal si se te acerca uno para besarte? Tú eres mía —sonaba como si yo fuera un objeto y le perteneciera a él—. No dejaré que vayas si yo no estoy cerca. No puedo permitirlo, Vlair.

—Giuliano, no eres mi dueño. Somos una pareja, además yo sé muy bien cómo cuidarme. Te prometo que no me meteré con nadie.

—Vlair, yo confío en tí pero no puedo estar seguro de que lo cumplas. Imagínate si te drogan y te endulzan —agarró mis manos un poco fuerte, y ahora había pasado de una postura imponente a una que usaría yo para dar lástima—. Me sentiría fatal si te pasara algo.

El problema que tenía con Giuliano no era que me quisiera defender, lo entendía totalmente. Pero yo tenía dieciocho años y sabía ser una mujer. Comprendía que estábamos en un mundo en el que los hombres nos deseaban y, si estaba de novia y asistía a una fiesta, debía cuidarme.

—Lo entiendo —le dije para convencerlo, aunque estaba segura de que iría igual. No pensaba faltar a cualquier evento en donde se presentase Conan Gray.

Al decirle eso su postura se alivió y continuamos normalmente. Luego se puso su camisa —típica de playa, azul con dibujos de diferentes colores— me dio un beso y se fue.

En cuanto le cerré la puerta fui a mi habitación a buscar mi celular. Cinco llamadas perdidas de mi madre, tres de Gale, dos de Coryo y mensajes de los tres.

Cuando abrí las notificaciones mi celular se traba —no podía estar pasándome esto justo en este momento— y luego se apaga. En mis esfuerzos de prenderlo me doy cuenta de que habían pasado quince minutos y ya acumulaba dos llamadas perdidas más de Gale.

Puse el pin del chip y también el de desbloqueo. Fui rápido hacia los mensajes y encontré un audio de Gale. Ahora eran dos.

En el primero no se oía su voz por el viento que soplaba y que opacaba su voz hasta dejarla inaudible.

El segundo tenía una duración más corta.

—Papá está internado, ha tenido un ACV en el trabajo. No sabemos todavía las consecuencias porque no ha despertado.

Mis ojos se hicieron vidrio, si pestañeaba se partirían y emanarían lágrimas. Mi mano se paralizó al punto de que mi celular casi se chocaba con el suelo.

Mi padre, internado otra vez. En coma.

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