Capítulo 30

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Avril

Nuestra primera cena de Navidad sin papá fue muy normal, como cualquier otra. Preparamos la comida, la celebramos, pero no fue una gran cena con el espíritu navideño que teníamos antes.

Poco a poco la ausencia de papá se sentía cada vez más. Se iba desvaneciendo todo, porque nada sin él sería igual.

La navidad también se había desvanecido rápidamente debido al viaje. Sí, habíamos puesto música mientras comíamos, danzamos al ritmo del pop más reciente, gritamos nuestras canciones favoritas, cocinamos brownies mientras veíamos películas antiguas el veinticuatro de diciembre pero ya no se sentía como antes.

A pesar de nuestra diferencia, los cuatro juntos éramos un combo de fiesta. Los demás hermanos de mi padre decían que transmitían felicidad, y que la familia Carpenter era la mejor que podía existir. Yo siempre creía en eso, en la esencia que compartíamos como familia y que nos habían arrebatado junto a papá.

Nunca podría haber pensado que la última navidad sería de verdad nuestra última navidad. Si lo hubiera sabido, probablemente la hubiera disfrutado. No habría dormido todo el día con tal de aprovechar al máximo los días. Pero ya no era igual. November no tenía el mismo aire sin papá.

Nostalgia era un concepto que se definía como "tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida" y eso era lo que sentíamos entre los tres. El cuadro de mi padre que estaba en el medio de la habitación ya se acumulaba con la pérdida junto a nuestro perro Liam, un golden retriever que había fallecido hace unos años y que fue pintado de color verde, en referencia a cuando por error se tiñó de verde.

La última remera que puse en mi valija era la más preciada. El último regalo de mi padre antes de su muerte. La llevaba siempre porque aún guardaba su olor, su presencia, todo de él. Era mi única manera de aferrarme a él y decir que todo estará bien.

Volver a Branca era un poco difícil de pensar. Recordar nuevamente todo el sufrimiento y empezar de nuevo a pensar en el instituto, basketball y la sociedad era más que abrumador.

Debía hacerlo igualmente. Podría ir a Grace's State, pero apenas la conocíamos y no teníamos manera de hospedarnos que no fuera un hotel o algún tipo de lugar provisorio. Alejo había decidido quedarse en November para cuidar la casa mientras mamá y yo partiríamos a Branca en la noche del veinticinco para llegar el veintiséis temprano.

Todo era estresante, pero era por mi bien. O eso intentaba meterme en la cabeza. Mi mentalidad en los últimos días siempre era "es por mi propio bien".

La alarma sonó exactamente a las nueve y media, hora en la que habíamos decidido despertarnos —luego de dormir toda la tarde y mitad de la noche— para ir lo suficientemente descansadas. Por lo menos a mi madre, que le tocaba manejar por unas siete horas.

Pusimos las dos valijas en el baúl del auto, saludamos por última vez a Alejo y nos despedimos.

El viaje fue un poco extraño, ya que casi no hablamos. Mi madre iba muy atenta a la carretera y yo estaba lo suficientemente ocupada escuchando música y leyendo un libro acerca de psicoanálisis.

En general, no éramos una familia de hablar mucho. Nuestro cariño se demostraba por permanecer juntos, y fuera de eso el diálogo no era lo esencial.

Cerca de las tres de la mañana, mi estómago empezó a rugir por lo que me vi envuelta en la necesidad de hurgar en la bolsa que habíamos asignado para la comida que íbamos a consumir hasta llegar a November. Agarré una lata de papas fritas Pringles, de cebolla y queso. Le pregunté a mi madre si quería y rechazó amablemente. Estaba demasiado concentrada en manejar, no sé si lo hacía buscando olvidarse de todo lo demás o porque manejar de noche era más complicado.

Ignoré mis pensamientos, probablemente provocados por sobre pensar todo y a causa del estrés que me generaba este viaje.

Seguí comiendo las papas fritas que estaba deleitando y seguimos igual de calladas y tranquilas hasta la parada en una gasolinera.

Al frenar luego de cargar gasolina, comunicó lo que iba a hacer y, por primera vez desde que partimos, tuvimos una conversación normal.

—Bajaré en busca de unos cafés, de paso iré al baño ¿Quieres ir?

Rechacé la opción porque increíblemente no me apetecía ir.

—Bueno, quédate aquí y ten cuidado. A esta hora las personas son peligrosas, y más en este lugar.

Me acomodé para una mejor posición en la parte trasera y, en el momento en el que lo hacía sentí un mareo.

Luego todo a mi alrededor empezó a dar vueltas y, en un momento dado, sentí que perdía el control.

Me estaba desmayando.

Antes de que todo se oscureciera, escuché una voz exclamando mi nombre. Probablemente mi madre.

Al instante, mi visión se tiñó de mantas negras y oscuras, en las que no podía siquiera pensar.

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