Capítulo 29

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Giuliano

Vlair acomodaba mi camisa a la vez que yo intentaba robarle algún beso. Ya era la tercera vez que me retaba pero no podía evitarlo, el amor me volvía loco. Si no fuera por tener que presentarla a mis padres —aunque mi padre ya la conocía— justo en la cena de navidad, estaría arrancándole ese vestido rojo que se puso.

—Te ves hermosa.

—Ya me lo has dicho cinco veces Giu, eres un fanfarrón.

—Es que nunca es un mal momento para recordarle a mi novia lo que la amo y lo linda que es —me acerqué y le di un beso en el cuello, me apetecía dejarle una marca pero no quería que mis padres lo malentendieran—. Por cierto, en la mesa no toques temas polémicos porque son cristianos evangélicos. Así que evita hablar de sexo y esas cosas, porque mi madre escucha la palabra pene y se desmaya.

Asintió mientras se reía y me abrochaba los botones de la camisa.

En el momento de levantar la cena, mi madre llamó a Vlair para que la ayudara mientras mi padre y yo salimos al patio.

—Es una buena chica, me hace acordar a tu madre —dijo mientras prendía un cigarrillo—. También es bastante servil, lo que es muy importante a la hora de escoger una mujer. No como la anterior... ¿Avril era? Que hacía un escándalo para hacer algo.

—Padre, por favor no toquemos el tema de Avril —era un tema delicado y que no pensaba discutir nuevamente—. Vlair es una buena chica, y la amo con todo mi ser.

Cuando mi madre gritó que la navidad ya estaba por empezar, fuimos a la mesa. Nos sentamos todos a disfrutar de la mesa dulce que habíamos preparado mientras veíamos el contador en la televisión.

Una vez que era veinticinco de diciembre, abrazos y felicidades fue lo único que rondaba en nuestra casa.

Unos quince minutos después, cuando la mesa dulce ya había terminado, mi madre llamó nuevamente a Vlair para que limpiaran juntas todo. A pesar de ofrecerme, lo rechazó diciendo que era trabajo de las mujeres de la casa, apoyada por mi padre que asintió.

Me sentí un poco ofendido por las viejas costumbres que aún seguían teniendo tanto mi madre como mi padre y Vlair me miró con cara de frustración.

Pasamos jugando un extraño juego de mesa una media hora más y luego me levanté junto con Vlair para irnos a mi cuarto.

Esta era mi casa, a pesar de que no viviera acá hace aproximadamente unos cinco meses

—Este es mi tocadiscos, junto con los vinilos que están apilados al costado. Me lo regalaron en mi cumpleaños cuando cumplía doce o trece, no recuerdo muy bien. Desde ese momento lo he cuidado siempre —acercándome a mi vieja computadora le conté lo que recordaba—: En esta computadora aprendí a programar y desde ese entonces lo tengo como pasatiempos, aunque este año planeo empezar con la carrera de Ingeniería Informática.

—Tengo una pregunta. —Hizo una pausa— ¿Por qué no vives aquí?

En ese momento solté lo que nunca había contado del todo. Las peleas entre mis padres, la frustración de mi madre respecto a mí. La constante presión que emitían en mí para que sacara buenas notas, etcétera.

Vlair asintió con respeto e incluso me agarró de las manos mientras le contaba todo sentados en mi cama.

Como no sabía salir de este momento tenso, decidí agarrar la guitarra que quedaba en la habitación.

—¿Quieres que toque una canción?

—Si te digo la verdad, me encantaría que tocases una de Taylor Swift, pero dudo mucho que sepas siquiera Shake It Off.

—Bueno, en eso tienes razón. Pero a mi profesora le encantaba el pop, y una de las canciones que me hizo aprender es... ¿Forever and Always? Creo que se llamaba así.

—Oh sí, es de 2008 pero bueno.

Una vez que empecé a tocar la guitarra me acosté y ella apoyó su cabeza en mi hombro. Al terminar, sacó el tema que no pensaba tocar.

—Tu padre, e incluso tu madre están muy... no sé cómo decirlo —se notaba incómoda—. Aferrados al patriarcado.

—La verdad es que sí, a mi nunca me ha gustado mucho pero bueno, al fin y al cabo me crié con ellos. Aunque no apoye al patriarcado, igualmente nunca me ha gustado mucho el tema de la extrema violencia hacia aquellos que lo siguen queriendo.

Vlair se alejó un poco de mí y sentía como si mis palabras acabaran de arruinar el buen momento que habíamos tenido anteriormente.

—Quiero decir, mis padres se han criado así viniendo de generaciones que creían lo mismo y no por eso puedo ser crueles con ellos. Me he esforzado en hacerlos entender, pero sigue siendo costoso.

—En parte, estás defendiendo a la gente que aún no acepta que las mujeres puedan ser iguales que los hombres, Giuliano.

Dios, Vlair me estaba malentendiendo y esta conversación parecía ir por un camino equivocado. Pero tampoco podía evitarla, porque eso significaría que o no me importaba lo que ella decía o que apoyaba esos pensamientos.

—Al fin y al cabo no dejan de ser mis padres, Vlair.

—¿Y qué? No puedo defender a mi padre si abusa a una persona —tras una pausa siguió—: No deja de ser una persona que apoya los movimientos contra los que las mujeres han luchado años tras años, esforzándose y sufriendo.

—Lo que digas Vlair —me frustraba, porque a la vez me hacía recordar a Avril—. No los defiendo, pero tampoco puedo mandarlos al muere.

—Yo precisamente no decía que los atacases, simplemente que entiendas que a pesar de ser tus progenitores no dejan de ser personas como las demás. Lo que digas no me parece una manera de contestar Giuliano, eso lo diría un machista retrógrado.

—¿Me estás llamando machista, Vlair? Te defendí frente a ellos. Hice todo lo posible por hacerlos entender que tú no querías eso pero aún así lo hicieron.

—¡Y podrías haberlo dicho en voz alta, Giuliano! No es tan complicado tomar ese tipo de decisiones.

Las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos, Vlair me estaba haciendo sentir culpable y odiaba este sentimiento.

—Pues perdóname por no hacerlo, Vlair. No siempre todos pueden hacer lo que quieres. Si no estás de acuerdo con todo esto, vete. No me hables más, no me busques. Vete.

—Giuliano... no decía eso.

Luego me besó y le respondí al beso. Habíamos tenido pocas peleas en nuestra corta relación, y todas las habíamos arreglado de esta manera. Besos, caricias y sexo.

Hice lo que quería hacer antes de llegar a esta casa, pero aún mejor porque llevaba la ira retenida en mi cuerpo. Le saqué el vestido como pude, y ella hizo lo mismo con mi camisa y mis pantalones.

Nos movimos a oscuras como pudimos, disfrutando silenciosamente del placer que nos dábamos mutuamente.

A pesar de lo compartido en la noche, al despertar Vlair ya no dormía al lado mío. No había dejado siquiera su rastro. Lo único que me quedaba de ella era su perfume. 

woodvaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora