15.

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15 años atrás

– ¿Entonces ya es un hecho?

– Si. Ya está todo arreglado. Nos iremos en una semana a Francia.

Los Pérez y los Ocon solían ser vecinos. Unos vecinos que se llevaban bastante bien. Ambos matrimonios habían desarrollado una gran amistad con el paso de los años.

– ¿Y como ha tomado la noticia Esteban?

Antonio y Marilú habían conocido a Laurent y Sabrina doce años atrás, cuando llegaron de Francia con un bebé recién nacido, un niño al que llamaron Esteban. Los Pérez para ese entonces ya tenían tres hijos y él más pequeño de ellos, Sergio, tenía 6 años.

– Bueno, Esteban se quedará aquí unos meses, mientras se termina el año escolar. Después vendrá con nosotros.

– ¿Y donde va a quedarse?

– Se quedará con mi hermano – explicó Sabrina – El y su familia lo cuidarán mientras puede venir con nosotros. Esteban está de acuerdo.

Sabrina miró hacia atrás, donde se suponía que estaba su hijo, sentado haciendo su tarea. Pero no habia nadie.

– ¿Esteban?

El niño de los Ocon estaba ocupado en otras cosas. Había subido las escaleras de la casa de los Pérez y recorrido el pasillo donde estaban las habitaciones de la familia. Todas las puertas estaban cerradas, excepto una. Esa puerta siempre estaba entreabierta y Esteban solía espiar al interior. Era la habitación del hijo menor de los Pérez, Sergio.

A Esteban le encantaba verlo. Siempre solía quedarse unos minutos mirando al interior, ocultándose con la puerta. Lo veía hablar por teléfono, o inmerso en su computadora, viendo televisión o jugando algún videojuego. Esos pocos minutos siempre eran atesorados por Esteban de forma muy especial.

Probablemente los adultos dirían que era un adorable enamoramiento pero Esteban era muy serio al respecto. Sergio Pérez le parecía la persona más maravillosa del mundo, aunque honestamente, nunca había hablado con él. Sabía por lo que oía en las conversaciones de los adultos que era estudioso, amable y educado. Esteban no reparaba mucho en eso, solo reparaba en sus ojos castaños y en las pecas de su nariz.

Esa tarde, Esteban estaba en su última incursión detrás de la puerta de Sergio, lo cual lo angustiaba profundamente. Sus padres habían ido a despedirse de los Pérez y él se iría a vivir lejos de ahí y no volvería a verlo. Sergio estaba sentado en su escritorio, escribiendo algo. De vez en cuando, consultaba algo en un libro. Parecía sumamente concentrado. Esteban sonrió al verlo y un suspiró salió de su pecho infantil sin poder evitarlo.

Sergio levantó la vista. Y vio una ligera sombra reflejada en el suelo, afuera de su habitación. A juzgar por la estatura, era un niño. Y ¿que otro niño había en su casa ese día? Sonrió.

– ¿Esteban?

Esteban quedó paralizado en la puerta. Pensó en correr, pero si Sergio lo había llamado, era por que ya lo había visto.

– ¿Esteban? – repitió Sergio – Ven aquí.

El niño avanzó lentamente y se asomó por la puerta. Sergio sonrió ante su expresión de timidez. Era un niño alto y desgarbado, como solían ser los preadolescentes.

– Hola – saludó – ¿Cómo te encuentras?

– Bien.

– Estabas tras mi puerta. ¿Necesitas algo?

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