29.

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– ¡Liam! ¡Despierta, despierta!

Pato sacudió a Liam, que se limitó a quejarse y volver a cubrirse con las mantas.

– Quiero dormir.

– Pero no puedes quedarte en la cama, Liam. ¡Hoy es la boda de nuestros papás!

– Tengo sueño.

Pato volvió a sacudirlo y Liam se hizo un ovillo bajo las sábanas.

– No tendrías sueño si le hubieras hecho caso a Oscar como yo.

– ¡Vamos a tener un hermanito! – exclamó Pato

– ¡Eso es genial! – respondió Logan – ¡Su hermano va a tener la edad del mío!

– Nuestros hermanos y el de Oscar van a poder jugar todos juntos, ¿verdad Oscar?

– Si. Será genial que nuestros hermanos tengan amigos también.

– Ya quiero tener a mi hermanito – replicó Logan – Papá George y yo estamos muy emocionados por que nunca hemos cuidado un bebé.

Oscar miró con seriedad a Logan. Se inclinó hacia ellos y habló en voz baja.

– Recuerden algo todos ustedes: no se levanten de su cama si los escuchan llorar.

– ¿Qué?

– No lo hagan. Por mucho que lloren, no se levanten de su cama. Sus papás podrán volverlos a dormir, no se levanten.

– ¿Por que? – preguntó Pato

– Una vez me levante cuando Alex lloraba y papá Mark me dejó cuidándolo un rato. Yo tenía sueño y papá Fernando estaba de viaje, pero tuve que quedarme allí por que papá tenía que hacer su leche. Y Alex no dejaba de llorar. Entonces, no se levanten.

Pato había decidido obedecer a Oscar y nunca se levantaba en la noche. Pero Liam era incapaz de quedarse allí en la cama, por lo que no había dormido mucho la noche pasada.

– No fue tanto tiempo – replicó Liam mientras se levantaba de la cama.

– ¿Con quien te quedaste? – preguntó.

– Con los dos. Después papá vino y me quede solo con Elba.

Pato movió la cabeza.

– Papá dice que Santiago llora menos que Elba. Te hubieras quedado con el.

– Elba pesa menos. Y huele bonito. Además, papá dijo que debíamos dejar que papá Checo descansara. No podía dejarlo solo con los dos bebés.

Liam, que ya tenía siete años, ya no era tan serio y cada vez más se comportaba como un niño de su edad, pero cuando se trataba de sus hermanos, sobre todo de su hermana, era bastante protector.

– Además – continuó Liam – No vamos a ver a los bebés en un buen rato. ¿No recuerdas que íban a llevárselos?

Pato abrió los ojos alarmado. Abrió la puerta del cuarto y salió corriendo a la sala, justo para ver a Esteban y a Mick con los bebés dentro de sus respectivas sillas.

– ¿En serio no es una molestia para ustedes? – preguntó Sergio.

– No, para nada – respondió Mick – Ustedes deben prepararse para su boda. Nosotros nos encargaremos de nuestros ahijados. Le compré un vestido tan bonito a Elba...

– ¿En serio no quieres que nos llevemos a los niños también? – inquirió Esteban.

– No, está bien. De cualquier modo gracias.

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