27.

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Liam miró atentamente a Lando.

Lando estaba callado, lo había estado todo el tiempo desde que lo recogió de la escuela y lo había llevado a esa heladería. Ni siquiera habían pedido nada aún.

Habían pasado varios días sin que Liam lo viera, pero había escuchado a su papás decir que Lando se iría mañana a Londres. Entonces, quizá por eso había ido por él a la escuela.

Se veía raro. Era como si estuviera enfermo o cansado o triste. Se había dejado una barba que no se le veía muy bien, aunque Liam pensó que no sería educado decírselo. Su frialdad le recordaba a la de su papá, pero el niño se sentía diferente con respecto a ella. La frialdad de Max lo entristecía, pero la de Lando lo asustaba un poco.

Liam miró con disimulo hacia atrás. El tío Fred le dio una ligera sonrisa y solo así logró volver a mirar a Lando, que justo en ese momento, parecía haber recordado que estaba con él.

– Liam – lo llamó. Su voz era rara, como si quisiera llorar. Liam pensó que quizá Lando no quería despedirse de él.

– ¿Ya tienes que irte? – preguntó.

Lando no respondió. Solo entrecerró los ojos mirando al niño. Miró su cabello rubio bien peinado, su uniforme impecable, sus ojos verdes, su expresión seria. En serio a ese niño le urgía que se fuera ¿no?

– Liam, ¿tu me quieres?

Liam asintió rápidamente, pero no dijo nada más. Parecía una respuesta mecánica o al menos así lo sintió Lando, que sintió una pizca de molestia. Alzó una ceja.

– ¿Me quieres tanto como a tu papá? ¿O como a su novio?

Liam parpadeó. Unos momentos después, asintió. Con un hilo de voz, murmuró:

– No te conozco mucho, pero... eres especial para mí.

Lando hubiera quedado conforme con esa respuesta antes, pero ahora, necesitaba más.

– Dime papá.

Liam frunció el ceño. Lando se irritó más.

– Dices que me quieres, ¿no puedes llamarme papá?

Liam se sentía un poco intimidado, los ojos y la voz de Lando lo incomodaban pero aún así, dijo:

– Papá.

Lando no respondió. Parecía estar evaluando su respuesta. Liam estaba nervioso y quiso mirar a Fred pero Lando habló:

–¿Sabes que? Te entiendo. Realmente te entiendo. Yo no te había visto nunca, ni siquiera te vi cuando naciste. Nunca en todos estos años intenté imaginar tu cara, ni tu nombre. Éramos hasta hace poco unos desconocidos...

Lando suspiró y movió la cabeza.

– Pero tenias que acercarte a mi ¿no? No se cuanto te hablo tu papá de mi, pero tenias que ir a verme. Todo esto no hubiera pasado si no lo hubieras hecho.

Liam no dejó ver nada en su cara, pero en su mente infantil pensó vagamente que Pato tuvo razón al enojarse con él ese día. Pato sabía, siempre había sabido.

– Cuando te conocí, cuando te acercaste a mi, al principio pensé que podría usarte para que tu abuelo dejara de molestarme. Pero... vi algo en ti, creí que eras un niño especial. Me recuerdas un poco a Max cuando lo conocí. Un niño asustado. Nunca pensé que tendría un niño en mi vida, pero pensé que podía recuperar el tiempo contigo, después de todo, eres mi hijo también, pensé que iba a poder seguir viéndote pero...

Liam sintió como su propia respiración se hacía más errática. No era como con su abuelo Jos, pero se sentía parecido. Sabía lo que venía; quería llorar. Pero no podía hacerlo. Lando siguió hablando.

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