7.

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– No, definitivamente no vamos a negociar.

Max miraba la pantalla de su computadora, mientras hablaba por teléfono.

– Los tenemos donde queríamos, no vamos a darles la oportunidad. Si no quieren ceder entonces iremos a juicio.

Un golpe en la puerta interrumpió sus palabras. Su padre entró en la oficina y se sentó mientras esperaba que su hijo terminara de hablar.

A Max no le gustaba tener a Jos cerca cuando trabajaba. Se sentía constantemente evaluado y eso lo hacía sentir incómodo. Terminó la llamada con menos aplomo de cuando había empezado. Tal vez después podría retomar la comunicación.

– Padre. ¿Necesitas algo?

– No. Solo quería ver cómo vas. ¿Te ha sentado bien la reducción de casos?

Max entrecerró los ojos, pero no retrocedió.

– Bastante bien. Todo parece estar en orden por ahora. Si puedo tomar un caso extra, te lo haré saber.

– ¿Y cómo está tu hijo?

– Está bien, gracias.

– De acuerdo. ¿Sabias lo del embarazo de Leclerc?

– Si, ya lo sabía.

– ¿Y por que no me dijiste nada?

– No veo por que debería decir algo. Su estado no parece afectar su desempeño. Y si él quiso esperar apenas hasta ahora para decirte, sus razones tendrá.

Jos frunció el ceño. Max siempre había sido bastante sumiso con él ¿Que estaba pasando? ¿Acaso su nieto tenía que ver con el cambio de actitud? ¿O era algo más? No podía permitir que Max se saliera de su control. Ya había sido suficientemente grave que tuviera un hijo a los 21 años. Jos había pensado que bien podría tener un nieto cuando Max cumpliera los 30 o quizá más. O bien podía bastarle con los hijos de Victoria. A ella solo le había procurado un buen matrimonio. Su decisión sobre sus hijos era algo que le tenía sin cuidado.

Pensó en Liam. Casi no lo veía, pero el niño parecía ser parecido a Max. Callado y obediente. Con algo de tiempo y disciplina bien podría llegar a ser un abogado mejor que su padre. Tal vez había llegado la hora de ocuparse de este asunto.

Jos se levantó y avanzó hacia la salida.

– Te dejo trabajar entonces. Si tienes tiempo para un caso, tengo uno perfecto para ti.

Salió de la oficina y Max lo miró con fastidio.


Al día siguiente, Max se tomaba un café en la cocina. Miró la hora. Las seis de la mañana. En media hora, tendría que despertar a su hijo para ir a la escuela. Después le esperaba un día lleno de trabajo, pero si se esforzaba bien podría llegar a tiempo para recoger a su hijo en la escuela y poder hablar con Sergio.

Ya tenía más o menos planeado como hablaría con su hijo sobre Lando. Pensó en llevarlo a algún sitio, pero decidió que lo mejor era estar solos en casa. Aún tenía algunas dudas sobre cómo decírselo, pero bien podría consultárselo a Sergio. Después, si Liam se sentía triste o incómodo, podría llevarlo a jugar o al cine. Y quizá también podrían irse por allí de fin de semana juntos. Hacerlo sentir querido, como había dicho Sergio.

Estaba en este tren de pensamiento cuando tocaron a la puerta. Max se extrañó. ¿Quien podía ser tan temprano? Abrió la puerta y vio a su padre parado en el umbral.

– ¿Padre? ¿Qué haces aquí?

Por toda respuesta, Jos entró a la casa y se sentó en un sofá.

– Vengo a ayudarte. Ayer después de que te fuiste llamaron a la oficina. Cambiaronj la fecha y hora de la audiencia de... ¿Mansell? Es hoy a las 7 de la mañana.

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