Capítulo 5.

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Por otro lado, una pequeña ojiazul caminaba entre los árboles, para su suerte no se ha encontrado con alguien potencialmente peligroso, es más, no se ha encontrado con nadie en realidad.

Se le hacía demasiado extraño, ya que su madre en varias ocasiones les había dicho tanto a ella como a su hermana, que la tierra de vampiros, literalmente estaba llena de esas bestias chupasangres.

"Basta Alice, deja de decirles bestias chupasangres cuando tu también eres una de ellos"

Se reprendió mentalmente, pues su cabeza debía entender que ahora su vida había cambiado completamente. Los 15 años que vivió con los lobos ya no iban a servir de nada, mientras más rápido acepte su realidad, más rápido le facilitará el poder vivir en paz.

Su mente divagaba entre su antigua vida y la actual, la familia con la que creció ahora se desvanecía, descubrió la verdad que su madre ocultaba, no tenía a donde ir y el único objetivo que tenía, que era encontrar a su otra progenitora, realmente estaba en riesgo porque ni siquiera sabía si de verdad iba a valer la pena. Ni siquiera sabía si esa tal Alexandria Woods estaba viva.

Lo estaba intentando, si resulta que su otra progenitora ya no vivía, al menos estaría lo suficientemente lejos para poder empezar una vida desde cero, sin el peligro de que esa parte de su familia que la odiaba llegara a lastimarla.

La ilusión de una nueva vida resultaba ser demasiado llamativa, aunque también algo nostálgica, si bien dejó a aquella parte y lobos que la odiaban, también dejó a aquellos que la querían, su madre, Madi, sus tías Raven y Octavia. Eran las únicas por las que de verdad sentía nostalgia, su corazón y su mente aún dolían por la vista de su madre del otro lado del río pidiéndole que se quede, pero no podía quedarse, no en ese lugar donde podían castigarla, incluso si su propia madre se oponía a eso.

El bosque estaba comenzando a oscurecer, debido a que el sol también estaba cayendo, los últimos rayos de sol se vieron en el horizonte para luego dar paso a la noche estrellada, la pequeña vampira tomó un pequeño descanso aunque eso no duró mucho porque a lo lejos logró escuchar un fuerte grito, el cual se asemejaba al de una mujer.

Tomó su bolso y caminó en la dirección de donde venía el grito, sin hacer el menor ruido fue pasando varios árboles, hasta que un sollozo ahogado se hizo presente. Entrecerró sus ojos en el intento de agudizar su vista y dió con dos siluetas en la oscuridad. Un hombre sujetaba a una mujer del cuello, la ojiazul tapó su boca para evitar producir cualquier ruido, se lograba escuchar con claridad la voz del sujeto, aunque era en un idioma que no comprendía, al menos, no por completo. 

Cuando eran más pequeñas con su hermana, su madre les había enseñado algunas cosas sobre un idioma al que llamó "Trigedasleng", lastimosamente su abuelo en esos tiempos le exigió que dejara de hacerlo, cosa que aunque a su madre le molestó, tuvo que acatar. Conocía y recordaba unas cuantas palabras, al momento en que la castaña unió unos términos con otros, se dió cuenta que ese tipo no tenía las mejores intenciones con la mujer, aunque era algo de esperarse, el mismo hecho de que la esté sujetando del cuello como lo está haciendo, no era una buena señal.

— ¡Por favor! — rogó la mujer como pudo dejando ver la clara falta de aire — te juro que...que te pagaré — sus ojos estaban tan abiertos por el miedo y su boca intentaba agarrar aire — dame...más tiempo.

Te he dado el tiempo suficiente — la voz sonaba lúgubre y sedosa con ese idioma pero eso era motivo para tener miedo — ya que no me haz pagado, lo harás ahora, pero con tu sangre.

La ojiazul dudó bastante en si interferir o no, no quería meterse en problemas o que la terminaran matando a ella también por un asunto que no es de su incumbencia.

Una Rosa con Espinas | CLEXADonde viven las historias. Descúbrelo ahora