Capítulo 23.

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El cuerpo de la loba comenzó a hervir nuevamente por la fiebre, todo indicaba que al rey se le había pasado la mano con respecto a los golpes

— Clarke, tienes que venir, Echo está empeorando y necesito tu ayuda, sus heridas están infectándose — Raven llamó de inmediato a la rubia, al menos en ese momento, solo ellas podían ayudarla, ya que eran las únicas que portaban información actualizada sobre los lobos y su supervivencia.

La vampira siguió a las dos lobas, a penas puso un pie en esa ala del castillo, sus oídos lograron distinguir quejas en alguna de las habitaciones, lo mismo que las lobas, quienes apresuraron más el paso.

Mientras más se acercaban, los quejidos se volvían cada vez más fuertes, tanto que, cuando llegaron finalmente a la habitación, aquellos quejidos, ya se habían convertido en gritos de dolor.

Lo que decía Raven fue cierto, varias de las heridas se habían infectado, probablemente por el descuido que habían tenido en esos días.  La misma Alice se estaba encargando de limpiar estas, pero su trabajo fue reemplazado por la rubia quien le pidió a su hija que le trajera algunas cosas para desinfectar aquellos cortes y desinflamar los golpes.

— ¿Qué es lo que ocurre? — preguntó la morena a su hermana quien revisaba las heridas.

— Esto ya lo he visto — dijo de una vez la rubia — el proceso de curación ha empezado pero... la roca silente desprende un ligera sustancia en forma de polvo, se puede decir que es la forma más pura de la roca silente, probablemente ocurrió por alguna daga en descomposición y ese polvo se adhirió no solo a la piel, sino también a las heridas en carne viva, es por eso que Echo está sintiendo tanto dolor 

Lexa se quedó en silencio escuchando la explicación que su ex esposa estaba dando, le sorprendió bastante que la mujer supiera el motivo para aquella reacción en el cuerpo de los lobos, aunque era lógico, después de todo, es de los suyos.

Alice regresó después de unos minutos con todo lo que le había pedido su madre, Raven tomó las cosas, le pasó paños limpios a Clarke y entre las dos empezaron a limpiar aquellas heridas.

Luna también había llegado a la habitación junto a Anya, colocándose a lado de la ojiverde.

— Necesito... algo filoso, una daga, lo que sea — los ojos de azules de la rubia se pasearon por la habitación, en busca de algo específico, los iris pasaron sobre algunos muebles hasta que finalmente se detuvieron sobre la silueta de la comandante quien miraba toda la interacción en silencio e intentando no estorbar.

Clarke dejó a un lado la labor de limpiar las heridas y caminó colocándose frente a la comandante, quien no había dejado de mirar aquellos ojos que le hipnotizaban, las mujeres sintieron aquella tensión que se generó al instante tras la cercanía de la loba y la vampira, para que luego de unos segundos, la rubia se inclinara aumentando así la cercanía y colocara su mano en el muslo de la comandante, alcanzando de este modo el cinturón que rodeaba el muslo de la mayor y así extraer la daga que la vampira siempre solía guardar por seguridad.

Al sentir aquel contacto, Alexandria incluso tuvo que aguantar la respiración para no verse vulnerable.

— Necesito esto — fue lo único que dijo la rubia volviendo a acercarse a la cama en donde yacía su amiga, le entregó el objeto filoso a su hija en las manos — calienta la hoja en fuego.

Esta sin replicar asintió y se acerco al fuego que estaba formado en la chimenea, mantuvo la hoja de la daga en contacto directo con las llamas hasta que finalmente el metal se torno de un color rojo bastante llamativo.

— Mamá, ya está — le informó Alice a la rubia quien pidió con un ademán de su cabeza que trajera el la daga.

Clarke tomó la daga y soltó un ligero suspiro mirando el cuerpo de su amiga buscando con la mirada la herida que estaba más profunda e infectada.

Una Rosa con Espinas | CLEXADonde viven las historias. Descúbrelo ahora