Capítulo 9.

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NARRADOR OMNISCIENTE

Alice miraba entre maravillada y exhausta a Alexandria, por obvias razones no podía decirle el parentesco que existía entre ellas, pero aunque la verdadera relación no saliera a la luz, Alice no podía evitar admirar a quien era su progenitora.

Por primera vez veía a alguien tan poderosa como lo era Heda, todos la respetaban, no solo era temor, sino que era verdadero respeto, cosa que en su antiguo hogar había comenzado a escasear para ella. Llevaban juntas tan poco tiempo pero Alice quería que Alexandria se sintiera orgullosa de ella, quería que alguien la quisiera por quien realmente era.

Después de tres semanas de aceptar el trato era despertada en las madrugadas antes de que salga el sol para comenzar su entrenamiento, primero aprendió a controlar su respiración e impulsos, no podía seguir perdiendo los estribos cada que se sentía enojada o cosas así.

Ahora estaban realizando algunos estímulos para ponerla aprueba, eso consistía en soportar golpes lo suficientemente fuertes como para perder el control.

— Concéntrate Alice — escuchó la voz de la comandante — no dejes que tus instintos tomen el control — se encontraba de rodillas apretando con fuerza la tierra del campo en el que se encontraban — al contrario, tu cabeza debe controlar tus instintos.

Los ojos de la menor comenzaron a cambiar gracias al dolor que sentía en su zona media por un golpe el cual fue proporcionado por la misma Heda. Ahora entendía porque todos en su manada le tenían miedo o asco, si no puede controlarse es capaz de matar a quien quiera. En su primer entrenamiento reaccionando a los estímulos casi mata a una sirvienta, seguramente si no era por su progenitora, hubiese terminado matándola sin remordimiento.

— Es...demasiado fuerte — jadeó la ojiazul con dificultad intentando mantener su instinto asesino bajo control — no...puedo.

Alexandria se puso a la altura de la menor tocando ligeramente su espalda.

— Puedes hacerlo, Alice, eres mucho más fuerte de lo que imaginas. Si no lo logras muchos inocentes morirán en tus manos, así que no cometas lo que yo un día cometí hace cientos de años.

Escuchar esas palabras de aliento hicieron que pueda concentrarse, no solo por ser simples palabras, sino porque venían de alguien que aunque era ajena a la realidad, ha llegado a amar como si hubiese crecido con ella desde pequeña.

El color azul volvió a surgir en sus iris y su respiración tomó un ritmo más suave, se sentía cansada y su cuerpo dolía, el querer contener todo su lado vampírico era realmente un reto que jamás creyó poder lograr. Cayó rendida en el suelo sintiendo una pesadez extrema, tanto que lo último que logró escuchar fue un "Lo hiciste bien" por parte de la comandante.

Cuando abrió los ojos estaba en la que era su habitación, por primera vez en mucho tiempo se sentía sumamente exhausta, ni siquiera podía mantener abiertos sus ojos por mucho tiempo.

— Es normal — la voz hizo que mirara a a su alrededor notando que Alexandria la miraba apoyada desde el balcón.

— ¿Qué cosa? ¿El cansancio mental o físico? — preguntó la menor sentándose en la cama.

— Ambos — respondió a sus preguntas con tranquilidad — debo admitir que incluso vampiros adultos tienen dificultad para controlarse pero que tú lo estés logrando a tus 15 años, es un muy buen avance.

— Siento que ni siquiera podría levantarme — expresó con algo de exageración — ¿Para usted también fue difícil controlarse?

La vampira mayor se sentó al filo de la cama mirando los ojos azules y finalmente asintió.

Una Rosa con Espinas | CLEXADonde viven las historias. Descúbrelo ahora