Josh
¿Por qué estaba un sábado por la tarde ayudando a hacer ramos a Maxine?
Seguía haciéndome esa clase de preguntas cada cinco minutos: ¿por qué acepté esta tonta apuesta? ¿por qué esta chica lograba hacer que hiciera cosas inimaginables?
Había aceptado la apuesta porque odiaba que me retaran a algo y no cumplirlo. Maxine estaba convencida que iba a lograr hacerme “soñar” con todas estas actividades ridículas, pero se iba decepcionar cuando viera que no iba a ceder.
Ahora estaba tratando de crear un ramo de flores porque ella pensó que era una buena idea. Me dio un pedazo de tela con manchas de tierra para taparme y me dejó en una mesa muchas flores. Comencé a juntar algunas para hacer un ramo, aunque odiaba el olor a rosas.
Desde el momento que ingresé a esa floristería todo apestaba a naturaleza y no me gustó.
Por no decir las reglas sanitarias de ese sitio, estaba lleno de tierra en todas partes y ni siquiera los bancos para sentarse eran confiables. Maxine estaba tan concentrada en su propio ramo que ni siquiera se dio cuenta de que la estaba observando.
¿Quién era Maxine Rodríguez?
¿Una manifestante?¿una florista?
Mientras que en la oficina siempre lucía aburrida, aquí parecía estar en su ambiente. Sonreía cada segundo y tarareaba canciones desconocidas. Sus ojos parecían brillar cada que terminaba un conjunto de flores. Supuse que al igual que a mí que me gustaba mucho mi trabajo, a ella debían gustarle mucho las flores.
Por un instante, observarla hacer ramos me hizo verla como un ser humano normal y no la mujer loca que amenazaba con destruirme. La luz del atardecer se filtró en las ventanas de la tienda y eso hizo ver el lugar muy diferente, parecía un invernadero de arcoiris con tanta flor de todo tipo.
Miré de nuevo mi ramo, las flores estaban disparejas y los colores no concordaban como los ramos que hacía Maxine. Ella parecía tener un don natural para crearlos, yo no.
No supe decir si pasaron minutos u horas, pero la campana de la puerta sonó y un cliente entró. Maxine fue de inmediato a atenderlo, pero se detuvo en seco al ver a un hombre que la miraba como si fuera la peste.
—¿Me recuerdas? —dijo el hombre.
Ella entrecerró sus ojos, parecía una fiera a punto de atacar.
—No logro comprender qué haces aquí, ¿acaso no fui clara la última vez?
Los miré interrogante, si ese era un cliente ¿por qué le hablaba de esa forma? ¿no sé supone que su deber es lograr que le compren?
El tipo se echó a reír.
—Me di cuenta que no puedes prohibirme esto, soy un cliente y el cliente siempre tiene la razón. Ahora hazme tres ramos con tres tarjetas de dedicación.
Conocía la expresión de Maxine al estar enojada, sus ojos brillaban grandes como si lanzaran dagas y parecía a punto de perder la cabeza y hacer algo imprudente. La última vez que vi esa mirada, ella me había lanzado lodo al hombro.
Pero aquel hombre ignoraba por completo todo eso.
—No voy a hacerlo.
—Que sean tres nombres, yo te daré la lista.
Maxine se cruzó de brazos e inclinó su cabeza, le dio una sonrisa falsa.
—Ya lo dije, no voy a atender a tipos infieles.
El hombre se puso rojo.
—Y yo ya te dije que no te importa, el cliente siempre tiene la razón.
—No, no es así. No voy a apoyar este tipo de faltas de respeto a otras mujeres.
Eso pareció enojar más al tipo.
—¿Y qué vas a hacer? ¿decirle a ellas?
Si es que era cierto lo que Maxine acusaba a ese tipo, ¿cómo podía volver aquí?
—Podría intentarlo —dijo con una sonrisa malévola.
Entonces con esa sonrisa de miedo se giró hacia mí. Me pregunté por dos segundos, ¿qué posibilidad había de que hiciera algo imprudente ahora y me hiciera parte ello?
—Cariño, ¿anotaste el nombre que te di para investigarlo?
Me quedé en blanco ante su apodo y su mirada amables, era obvio que estaba mintiendo y esperaba que yo apoyara esta mentira. El tipo me observó con desagrado. Miré a Maxine.
—Claro, lo anoté.
Por alguna razón, encontraba más viable ponerme del lado de ella en vez del de aquel hombre. Por lo que sabía, Maxine tenía una oportunidad más grande de matarme si no la ayudaba en esto.
Prefería seguir viviendo.
El hombre gruñó.
Entonces ella dijo:
—Mi novio es policía —se acercó a mi lado tomándome por el brazo. Mi primer instinto fue tratar de alejar su mano, pero Maxine me sostuvo con fuerza —. Es muy fácil encontrar información en la base de datos, ¿verdad?
Asentí, tratando de entender que demonios estaba pasando. El hombre esta vez pareció palidecer un poco y miró con odio a Maxine.
Había algo que me molestó de repente, si era un tipo infiel, ¿por qué estaba decidido a regresar sabiendo que ella podía acusarlo con sus novias?
En un inicio parecía decidido a molestarla, humillarla. Sin embargo, Maxine se mantuvo firme sin demostrarle miedo.
¿Si ella hubiera estado sola habría tenido el mismo coraje?
El hombre se fue más enojado que nunca y azotó la puerta de la floristería. Ella me dio una sonrisa.
—Gracias.
—No hay de qué. Quizá no sea tan bueno que enfrentes a esos clientes sola.
Ella alzó sus hombros despreocupada.
—No es nada, casi no pasa, pero aquel idiota tuvo el descaro de pedirme hacer varias ntoas románticas. ¡Era obvio que estaba engañando a varias chicas!
—Lo enfrentaste.
—No iba a dejar que regalara esos bonitos ramos a unas pobres chicas que ignoraban lo que hacía —se acercó al ramo qué había hecho y lo miró con tristeza —. Se supone que las flores son un regalo de la naturaleza con un propósito. Tu eliges el tipo que quieres dar: amor, confianza, lealtad, pero si un tipo como aquel viene y dice regalarte ese tipo de valores cuando en realidad te está engañando, ¿qué puedes esperar del amor? Esa flores iban a marchitarse tan pronto las recibieran porque no existía tal amor.
Lo dijo con tanta tristeza y pasión que por un segundo me quedé perdido. Quizá estaba exagerando o romantizando demasiado las flores, pero aquel discurso pareció decirlo de forma honesta, como si en verdad creyera en las supersticiones del amor y todo eso.
Algo extraño resonó en mi mente y miré hacia otro lado. No sabía nada de ella, no lograba comprenderla. Si alguien nos pusiera en una vitrina a compararnos se daría cuenta que éramos como el agua y el aceite. No había forma de salir vivos de esta.
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La manifestación del amor | Completa
RomanceJoshua Lyle es el frío director general de una empresa de cosméticos. Odia a los animales y ama la rutina. Maxine Rodríguez es una manifestante que adora los animales y odia las empresas que los usan como sujetos de prueba. Cuando ella se presenta e...