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Josh

Podía aceptar que ir a un partido de basquetball era agradable. Había intentado de mucho más joven conocer más del tema, pero cada vez que intentaba ver los deportes, me aburría. No le veía el caso emocionarse por un equipo que solo lanzaba balones a diestra y siniestra. Tampoco conocía las reglas, no me había molestado por comprenderlas.

Supongo que lo único interesante de este partido era pasar la tarde al lado de Max. Ella me había arrastrado hasta este partido y estaba rebosando de felicidad señalando a los jugadores.

—¡Mira a ese jugador, es tan guapo!

Puse mis ojos en blanco.

—Deberías admirar más su técnica de juego en vez de su físico.

—¿Por qué haría eso? —comentó juntando sus cejas.

Se la había pasado los primeros minutos del juego gritando: "T de Troy" y "Con la mente en el juego". En definitiva éramos muy diferentes.

—¿Habías presenciado algún partido antes?

Max asintió.

—¿Conoces a Troy Bolton?

¿Troy Bolton?

—No.

—He visto todos sus partidos, la mejor parte es cuando canta con Gabriela.

Junté mis cejas.

—No sabía que hacían un número musical en el partido.

—No lo hacen, solo en High School Musical.

De verdad no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

—Quizá algún día podamos asistir a unos de sus partidos, si tanto te gustan.

Ella estaba tomando su refresco cuando de repente lo escupió, riéndose por lo alto. Me miró como si de alguna forma le diera ternura o algo parecido. ¿Había dicho algo mal?

Su pequeña mano buscó la mía y enredó sus dedos con los míos. No estaba muy acostumbrado al contacto físico, aun así dejé que el calor de su mano llenara la mía. ¿Por qué me estaba sintiendo tan extraño últimamente?

Sentí algo diferente en el pecho, como si me costara respirar de momento. Miré nuestras manos unidas y mi primer instinto fue alejarme. Solté su mano y sin decir nada, bajé los escalones de las gradas. Escuché a Max gritar mi nombre varias veces.

Como había mucha gente, fue muy fácil perderme entre la multitud. Terminé en un pasillo donde algunas personas apenas llegaban al partido. ¿Qué había pasado? Era como si el simple toque de Max me afectara más de lo necesario. Ella solo estaba conmigo porque quería pruebas del corporativo, ¿por qué estábamos conviviendo como si nos conociéramos de toda la vida?

Me senté en una banca que había en el pasillo, tratando de ignorar mis sentimientos.

No supe si mi aspecto daba pena o llamé la atención de alguna forma porque una señora de unos sesenta años se acercó a ofrecerme amablemente un café.

—Es gratis, por si gustas —me sonrió.

—Gracias.

—No hay de qué —asintió —Pareces algo alterado, ¿seguro que estás bien?

Tomé el vaso de café caliente entre mis manos, sintiendo el calor traspasar el plástico.

—Yo...

—Déjame adivinar, ¿estás confundido?

La miré, quizá era una desconocida en aquel momento, pero parecía entenderme mucho más que algunas personas que me conocían de toda la vida. Mi mente estaba pensando en esas veces que me sentía abrumado alrededor de Max, como si al verla mi respiración espiración se cortara y no tuviera consciencia propia. O el hecho de que mis ojos la siguieran a cada lugar al que ella estuviera. Incluso cuando no estaba conmigo, ella estaba en todas partes.

La manifestación del amor | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora