Josh
Al segundo día de mi secuestro, nada nuevo había sucedido. Había en listado mentalmente a cada uno de los inversionistas y gente poderosa de La belleza de Atenea y seguía sin dar con alguien.
¿Quién era el verdadero dueño de la empresa?
Cuando yo había ingresado hacía años, me habían dicho que el verdadero dueño no mostraba su rostro. Los encargados de llevar todo eran los directores y las decisiones importantes las tomaba la junta directiva. El dueño nunca apareció, sin embargo estaba de acuerdo con las decisiones que se tomaban.
Debía de tener a alguien cerca, o estar cerca para saber que sucedía. Mientras mi mente daba vueltas, mi celda se abrió y Simon, el hombre que me había golpeado entró, alguien más venía con él.
El alma se me cayó a los pies cuando distinguí el cabello azul.
Max entró como una ráfaga de color azul y se lanzó contra mí, abrazándome con fuerza. Sentí como temblaba mientras lloraba contra mi pecho. Mis manos fueron hacia su espalda y la abracé de vuelta, sintiéndome entre aliviado de que estuviera bien y preocupado de que ahora estuviera aquí conmigo.
—Está bien, estoy bien —pasé mi mano por su cabello qué olía a vainilla. La había extrañado demasiado.
Intenté tranquilizarla, pero siguió llorando hasta que me miró y se enjugó las lágrimas. Su expresión cambió a preocupación y su mano tocó mi labio roto.
—¿Ellos te hicieron esto?
Asentí. Mi labio escocía ante su toque aunque era delicado. Tomé su mano para alejarla de mi rostro y la miré con severidad.
—¿Por qué viniste aquí, Max? Es demasiado peligroso.
—No me importa, he venido por ti.
No quería desanimarla, pero que estuviera aquí solo significaba una cosa. Que iban a usarla en mi contra.
A pesar de eso, una parte de mi estaba agradecido de verla una vez más. No me había dado cuenta lo mucho que la necesitaba hasta ahora.
—Williams solo quiere hacerte daño, que estés aquí...
—Lo sé Josh, pero no voy a dejarte solo en esto. No cuando yo te puse en esta situación. Vamos.
—¿De qué hablas? Yo fui quien decidió sacar esto a la luz, tú no...
—Es mi culpa.
Puse mis manos en sus hombros.
—No, no lo es.
¿Cómo podía culparse de esto? No tenía nada que ver en los planes de Williams y quien fuera que intentaba incriminarme. Max me miró con tristeza y culpabilidad, parecía que no podía dejar de mirarme sin pensar que ella lo había causado todo.
Que ella apareciera en mi vida fue un rayo de luz en mucha oscuridad. Sin ella no sé que hubiera sido de mí, apoyando una empresa que hacía cosas tan crueles. Me abrió los ojos en muchos aspectos y nada de esto era su culpa ya que tarde el temprano me usarían.
Puse mis manos en sus mejillas para hacerla mirarme a los ojos. Parecía avergonzada, pero sus lágrimas seguían cayendo y eso me dolió. Odiaba verla triste por mi culpa. Limpié con suavidad las lágrimas de sus mejillas y pegué mi frente con la suya. No había fuerza en este mundo que me hiciera culparla de esto, nunca.
Max se quedó quieta, sus sollozos se detuvieron de repente como si mi toque fuera lo suficientemente poderoso para calmarla. No había percatado hasta entonces lo mucho que la extrañaba y como hacía dos meses las cosas eran tan distintas. No tenía sueños ni nada a lo que aferrarme más que un trabajo. Ahora la veía a ella y podía imaginar un futuro.
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La manifestación del amor | Completa
RomanceJoshua Lyle es el frío director general de una empresa de cosméticos. Odia a los animales y ama la rutina. Maxine Rodríguez es una manifestante que adora los animales y odia las empresas que los usan como sujetos de prueba. Cuando ella se presenta e...