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Max

Mi hermano y Oliver no pararon de molestarme todo el regreso a casa. Su tema favorito: Joshua.

Desde que descubrieron qué Joshua era en realidad el tipo que los había regañado en un parque, pensé que lo odiarían, pero no. Alex estaba bastante seguro de que había algo más.

Los miré cansada.

—¿Cómo no lo reconociste? ¡Mis carteles tenían su foto!

—No presté mucha atención, solo vi que estaba bueno y ya.

Rodé mis ojos.

—¿Desde cuando tu enemigo jurado te invita a bailar, Max? —señaló Alex con una sonrisa lobuna.

—Su hermana quería actuar como cúpido. Al parecer pensó que haríamos buena pareja —puse mis ojos en blanco.

No era como si Josh se hubiera presentado como voluntario por que sí.

—A mí me pareció que fue obra suya —comentó Oliver.

—Eso es imposible —dije molesta.

—No te quitaba los ojos de encima, te puedo apostar mis dos mascotas favoritas a que ese tipo decidió acercarse genuinamente —dijo Alex.

—No. No lo entienden, Joshua odia este tipo de cosas. Solo lo hizo por obligación.

No quería admitir tampoco que fue un momento lindo. En especial cuando admitió qué había hecho un buen trabajo. Algo en mi pecho se alzó y me dejó helada. Joshua Lyle me había dado un cumplido y a mí me había gustado. O aquel abrazo que le di cuando me contó sobre sus padres, tan solo ver su expresión triste y desolada me hizo querer abrazarlo.

Era una escena que no paraba de repetir en mi cabeza, como si deseara no olvidarla.

—Está sonriendo —apuntó Oliver.

Junté mis labios.

—Solo me acordé de que ustedes se lo encontraron en el parque, no porque me guste o algo.

A este punto, era obvio que estaba mintiendo. Ni siquiera yo me podía creer que estaba alegre por algo así. Yo no le gustaba a Joshua Lyle, solo me tenía un respeto y ya. No era para tanto.

—Te dije que no enamoraras de él —dijo Alex.

—No estoy enamorada de él, tonto —rodé mis ojos.

Los dejé en la sala, discutiendo entre sí sobre si realmente nos gustábamos o no y me eché en mi cama.

Fue un momento extraño, podía admitirlo. Como si un tipo de química surgiera entre nosotros cuando antes no estaba ahí. Quizá por el ambiente romántico de la boda y ya. Seguro era eso.

Estaba bastante segura que regresar al trabajo iba a demostrar mi teoría. Solo fue un momento de distracción donde los dos la pasamos bien bailando. Nada más.

Al día siguiente, regresé a la oficina. Me encontré a Joshua en los elevadores, junto con Kennedy. Fue un momento extraño, le di una sonrisa a Joshua y él asintió con la cabeza. Nunca sonreía, pero ese día hubo algo que cambió y no supe definir qué.

Al llegar a la oficina, fui hacia mi escritorio. Joshua se detuvo y me miró.

—¿Max?

—¿Sí?

—¿Estás libre esta tarde?

La pregunta me dejó congelada. ¿De verdad acababa de preguntar o me lo estaba imaginando?

La manifestación del amor | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora