El calor del sol texano golpeaba el parabrisas del auto mientras Karl observaba el paisaje que pasaba velozmente. A su lado, su madre conducía con determinación, y su padre, con su sombrero característico de cowboy que usaba porque "quería sentirse como un verdadero texano", ojeaba el mapa en busca de señales. La estrechez de Texas contrastaba con la familiaridad de su ciudad natal.
Con una mezcla de emoción y nerviosismo, Karl contemplaba las llanuras interminables, los cactus solitarios y los letreros que anunciaban pueblos remotos. La promesa de un nuevo hogar estaba en el aire, y Karl la inhalaba con ansias.
Finalmente, el auto se detuvo frente a una casa a unos minutos del corazón de la ciudad. La familia desembarcó, desempaquetando con anticipación sus posesiones. Mientras tanto, Karl no podía apartar la mirada del vasto cielo azul que se extendía sobre él.
—¿Cuánto tiempo se supone que nos vamos a quedar aquí? —pregunta Karl a su padre que iba y dejaba cajas por toda la casa.
—En unas semanas o meses. No es nada fijo por el momento.
—¿Y el instituto?
—Tu madre ya se encargó de eso. Solo tienes que ir a presentar algunos papeles.
—¿No puedes ir tú?
—Karl, ya tienes edad para hacer tus cosas solo. Solo entregas esos papeles y regresas a terminar de desempacar.
—Bien...
Karl se acerca a su madre para pedirle los papeles y luego sale de la casa mientras se guía de su celular para encontrar su nuevo instituto.
Llega a su nuevo instituto y no se comparaba al anterior. Venía de una familia de clase media alta y aquel instituto no parecía llegar ni a la clase media. Habían posters pegados en las paredes e incluso en las ventanas. Todo estaba absolutamente grafiteado, aunque por dentro se miraba más ordenado. Había alguno que otro afiche iguales a los que había afuera, solo que uno llamó su atención.
Karl lo lee y luego sigue caminando por el pasillo hasta encontrar la secretaría.
—Buenos días, vengo a dejar estos papeles.
—Déjalos allí —dice la vieja señora, señalando una esquina donde había decenas de carpetas.
Karl solo deja sus papeles allí y sale lo más rápido posible.
Cuando sale del instituto vuelve a sacar su celular del bolsillo para buscar la ubicación de su nueva casa cuando siente a alguien agarrarlo del cuello con fuerza.
—Celular y cartera, ahora —le susurra el tipo cerca al oído.
—Acabo de mudarme y no sé dónde está mi casa. Si quieres te llevo a mi casa y ahí te doy lo que quieras.
—Celular y cartera —le vuelve a repetir.
—¡Quackity, déjalo! —grita alguien atrás suyo— ¡Es amigo mío!
—Te salvaste de esta.
El tipo sale corriendo y Karl puede respirar en paz, cuando voltea su cabeza hacia atrás puede ver a unos chicos en su skate que luego pasan al lado suyo antes de marcharse a quien sabe donde.
Karl sigue su camino, pero por obra del destino o culpa de la mala señal, la aplicación del mapa deja de funcionar y le toca recordar por dónde había venido.
Pronto, el sonido familiar de las ruedas sobre el pavimento lo llamó desde lejos.
Siguiendo el sonido, Karl llegó a un parque de skate. Allí, un grupo de jóvenes se deslizaba con gran habilidad, desafiando la gravedad con cada truco. Sus risas llenaban el aire, y Karl sintió una punzada de emoción en el pecho.
Decidido a unirse a ellos, Karl se acercó con cautela. Observó con admiración la destreza del grupo. Entre ellos, destacaba un chico con una energía contagiosa. Era el mismo chico que había visto hace un rato.
El chico parece notar su presencia, ya que cruzan miradas por un par de segundos hasta que este se acerca a la puerta de rejas que cubría todo el parque.
—¿Vienes a agradecerme?
—¿Tú fuiste el que me salvó de que me robaran?
—Ese mismo.
—Muchas gracias. Acabó de mudarme y necesito mi celular para ubicarme, aunque la mala señal no ayuda de mucho que digamos.
—Pues debes estar muy lejos de tu casa. Si quieres te quedas unas horas y luego te acompaño a tu casa para que no te roben.
—¿No puedes acompañarme ahora?
—Acabo de llegar y no me voy a ir porque un chico de ciudad me lo pide. Si no quieres esperar puedes irte, pero no te prometo que llegues con tu celular a casa.
—Está bien. Me quedo, pero solo porque me da miedo caminar solo por estas calles.
—Bienvenido a mi segundo hogar. Soy Sapnap, líder de los Kool Kids.
Sapnap toma su skate y vuelve con sus amigos.
—Quédate sentado ahí y no molestes. ¡Gracias! —le grita para luego seguir su charla con sus amigos.
Karl se sienta en el polvoriento suelo de concreto mientras ve a Sapnap divertirse y reír con sus amigos. En su ciudad nunca había visto nada igual. Sabía de la existencia de bandas pandilleras, pero nada como eso.
—¿¡Puedo unirme!? —grita Karl, corriendo hacia Sapnap que tuvo que esquivarlo para no chocar con él.
—¿Qué cosa no entiendes de quedarte sentado y no molestar?
—Es que me aburro solo viéndolos.
—¿Y qué hago yo?
—Déjame unirme. En el instituto vi que abrieron convocatorias.
—¿Has estado en un grupo de skate antes?
—No.
—¿Alguna vez has patinado en skate?
—No.
—¿Tienes tu skate?
—No, pero puedes prestarme el tuyo.
—¡Estás loco! Mi skate es sagrado y nadie puede tocarlo más que yo. Mira, voy a ser franco contigo, este mundo no es para ti. Regresa a tu ciudad y juega al tenis o lo que sea que practiques en tu ciudad.
—¿Si traigo mi skate me puedes enseñar?
—¿¡Me estás escuchando!?
—¿Eso es un sí?
Sapnap rueda los ojos.
—Trae tu skate y si quieres uno de mis compañeros puede enseñarte, pero no significa que seas uno de los nuestros.
—¡Muchas gracias! ¡Eres el mejor!
—Eso me dicen todos.
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Kool Kids [Karlnap]
Teen FictionEn el Estado de Texas, Karl y su familia llegan en busca de un nuevo comienzo. Pronto, Karl se sumerge en la cultura del skate y escucha acerca de los "Kool Kids", un legendario grupo de skaters, del que es líder Sapnap. Su determinación por unirse...