Capítulo 18

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Sus padres hacen lo imposible para inscribirlo en un instituto de bien, después de que lo hayan expulsado y eso haya arruinado su expediente académico.

Ir a un nuevo instituto a mitad del año escolar era raro. Todos tenían su grupo de amigos y nadie tenía la intención de hacer nuevos. Es su nuevo instituto todos parecían vivir vidas perfectas, todos parecían una copia exacta y Karl se sentía fuera de lugar.

Karl ya estaba acostumbrado a estar en lugares así, a no tener amigos por ser considerado raro y a que muchas veces lo molesten por eso.

Durante las clases le enviaba mensajes a Sapnap, aunque este nunca le respondiera. Le contaba sobre su día a día, sobre cuánto lo extrañaba y le pedía que le responda pronto, pero jamás lo hacía. Hasta que un día intentó llamarlo y se dio cuenta que ese número ya no existía. Y aquello fue lo último que necesitaba para odiar su vida.

Rara vez hablaba con Dream y con George, que probablemente eran los únicos amigos que conservaba, aunque estos tampoco sabían del paradero de Sapnap.

Un día mientras estaba en su hora libre en el instituto vio a un chico un poco más bajo que él, con una gorra y con el mismo estilo de vestir de Sapnap y por si fuera poco tenía el mismo skate de Sapnap.

Karl se paralizó un momento sin saber qué hacer, pero rápidamente se acercó al chico antes de que desapareciera de su vista.

—¿Sapnap? —dice, llamando la atención del chico.

El tipo voltea y se da cuenta que no es él. Solo era alguien que se parecía. Aún así, estaba seguro que ese skate era el de Sapnap. Tenía las mismas marcas, los mismos dibujos que hacía con su uña, incluso tenía su nombre grabado de la misma forma.

—Disculpa, creo que te has confundido.

—¿Dónde encontraste ese skate?

—Lo encontré en una tienda de baratijas. Está algo viejo, pero sus ruedas son muy buenas y siguen en buen estado.

—¿Cuánto quieres por el skate?

—No lo vendo, amigo.

—Te pago lo que quieras.

—Lo siento, pero...

—Trescientos dólares, ¿qué te parece? —Karl lo interrumpe.

—Estás loco. Es demasiado por un skate viejo.

—Solo dime si aceptas o no.

—Está bien. Todo tuyo.

—¿Te puedo pagar mañana?

—Como quieras, pero dame un adelanto al menos.

Karl le entregó los únicos veinte dólares que llevaba consigo en el momento y el chico le entregó el skate. Era la primer vez que tocaba el skate de Sapnap y probablemente era lo más cercano que estaría a él ahora.

...

Sus padres parecen empezar a notar su gran cambio de ánimo en las últimas semanas. No solo ha bajado su rendimiento académico, sino que ha perdido el brillo de sus ojos, son pocas veces que lo ven sonreír verdaderamente.

—Karl, no has comido casi nada en el almuerzo y ahora no quieres cenar, ¿qué te pasa? Ayer estabas igual —le dice su madre en tono suave.

—No tengo hambre.

La mujer mira a su esposo preocupada.

—¿Ya has pensado a quiénes vas a invitar a tu cumpleaños?

—Como si tuviera amigos por invitar —Karl mueve la comida con su tenedor sin comer nada—. De todas formas, siempre terminamos festejando solo los tres.

—¿Estás bien, cariño?

Los ojos de Karl se cristalizan. Obvio que no estaba bien y ellos sabían el por qué. Ellos eran los culpables de que no estuviera bien y le molestaba que fingieran que ellos no tenían idea de nada. Ellos eran los culpables de que no pudiera invitar a sus amigos a su cumpleaños, a que solo pudiera hablar con ellos a sus espaldas. Ellos creían que eran buenos padres por nunca haberlo golpeado, pero nunca se habían dado cuenta del daño psicológico que le habían hecho.

—No y jamás lo estaré, porque ustedes siempre me quitan lo que más amo porque no es correcto. Siempre dicen que quieren lo mejor para mí, ¿pero acaso lo mejor para mí no es ser feliz?

—Obvio que eso es lo mejor para ti, Karl. Siempre intentamos buscar tu felicidad.

—¡Y siempre me la quitan! ¿¡Cómo quieren que tenga amigos si todos les parecen incorrectos!? ¿¡Al menos se han dado la oportunidad de conocerlos!? ¡Solo los juzgan sin saber nada! —Karl golpea sus puños contra la mesa— Espero que sean felices de que su hijo no tenga amigos.

Se levanta de la mesa y se encierra en su habitación. Inmediatamente escucha pasos hacia él y está esperando que sus padres lo regañen por comportarse tan impulsivo, pero en cambio, solo tocan la puerta un par de veces, antes de ingresar aunque no hayan obtenido respuesta.

Su padre es el único que ingresa, mientras que su madre se ha quedado en la puerta observando.

—Karl, ¿podemos hablar, por favor?

—¿Para qué?

—Para saber cómo nos sentimos y arreglar este asunto en vez de estar todos molestos.

—Pero es que ustedes no entienden.

—Karl, queremos lo mejor para ti y tienes razón que no conocemos a tus amigos, pero desde que los tuviste te comenzaste a comportarte grosero, a saltarte clases, a mentirnos, y nosotros no queremos que seas así, pero si tú dices que esos chicos son buenos y verdaderos amigos, entonces vamos a darte la oportunidad de que los conserves.

—¿En serio?

—Sí, Karl. Puedes invitarlos a tu cumpleaños si quieres para que podamos conocerlos.

—¿Y qué hay de mamá?

—Ella está de acuerdo. Estuvo muy mal de nuestra parte juzgarlos sin conocerlos y si ellos te hacen feliz debe ser por algo.

—Gracias, papá.

Su padre le da un abrazo antes de salir de su habitación.

Cuando lo dejan solo Karl no puede evitar sonreír un poco, aunque rápidamente la tristeza lo embarga al recordar que nunca podría invitar a Sapnap y sus papás nunca conocerían a la persona que tanto amaba.


Kool Kids [Karlnap]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora