Capítulo 1

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Para todas las personas que se han sentido solas

y aun así siguen adelante

Para la gente que siente que no encaja

en ningún sitio


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Era un fin de semana de septiembre, y como cada finde, estaba en la casa de verano con la familia Baker, los mejores amigos de mis padres.

Estaba tumbada en la hamaca que colgaba de los dos árboles del jardín de la piscina. Me encantaba estar estirada allí, escuchando música mientras leía sin ninguna preocupación. O eso pensaba yo.

De repente noté como alguien le daba la vuelta al trozo de tela que me sujetaba, haciendo que me cayera al suelo. Al mirar hacia arriba vi a Jack Baker.

Genial, mi compañía favorita.

El chico llevaba su pelo despeinado, después me fijé en que iba con una camisa blanca y unos pantalones negros de vestir.

—¡¿Se puede saber que...?!

—¿Cuándo te piensas cambiar para poder ir a cenar? —me interrumpió el niñato bien vestido.

—Pero si aún falta...— Abrí la pantalla del móvil para ver la hora.

Mierda

—¿En qué momento no te has dado cuenta de que ya era de noche? —me preguntó, haciendo que mirara el cielo oscuro encima de mí.

—Mejor no me hagas hablar —dije enfadada por el hecho de que me hubiese tirado de la hamaca.

Dejé atrás a Jack, el cual seguía con una sonrisa de lado, para ir hacia la casa. Rodeé la piscina hasta la cocina murmurando insultos hacia él, lo que me llevó a chocar de frente contra la puerta transparente que separaba la cocina del exterior. Oí la risa del idiota que tenía detrás, así que le enseñé el dedo corazón mientras le vocalizaba: «que te jodan».

Después de ese pequeño inciso, me di cuenta de que la puerta no estaba abierta, así que decidí entrar por el salón, que estaba justo al lado. Al entrar me encontré a mi padre, Charlie, y al padre de Jack, Jacob. Ellos, como de costumbre, estaban mirando la tele. Estaban tan centrados que no se dieron cuenta de mi presencia, bueno hasta que pasé por delante del televisor, entonces me gritaron un par de cosas que no pude asimilar y luego siguieron callados.

Al salir del salón me dirigí a las escaleras que estaban situadas delante de la entrada, donde me encontré a Noah, mi primo y a Luck, el hermano de Jack.

Podemos parar de encontrarnos a todo el mundo por casa, es que una ya no puede estar tranquila.

Toda la razón.

—¡¿Mady tú tampoco estás preparada?! —suspiró mi primo a punto de llorar.

—Que conste que yo no quería estar aquí, así que calma —él puso los ojos en blanco y se giró para seguir hablando con su mejor amigo.

Luck y Noah, se conocían desde pequeños, por eso se tenían mucho aprecio el uno al otro. Un día estuvieron hablando —más de la cuenta— y llegaron a la conclusión de que sería una gran idea que cada fin de semana nos fuéramos a la casa de verano las dos familias y así aprovecharlos al máximo.

Y como se puede notar, la idea de tener que convivir con el idiota de Jack todas las semanas no me apasionó demasiado.

Todo empezó en un partido de básquet cuando éramos pequeños, el cual obviamente gané yo; el problema llegó cuando él dijo que había sido él. Nuestras familias, por su parte, intentaron dejarlo en empate, pero nosotros éramos —somos— demasiado competitivos como para dejarlo en empate, desde entonces siempre hemos competido en todo.

Todo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora