Prólogo

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5 años antes.

—¡Mamá, levántate! —gritaba sin parar—¡Mamá, mamá!

—Déjala Madison —dijo papá que justo acababa de entrar por la puerta principal. Venía del hospital.

—¡No se puede pasar así todos los días, llevo dándole de comer cada día, porque tú no has estado!

—¡No me grites! —me contestó él de la misma manera—. Estaba con tu hermana, a la cual podrías ir a ver de vez en cuando.

Voy a dormir cada noche con ella, pero no os habéis dado cuenta porque no tenéis ni idea de como va mi vida—Quise decirle, pero simplemente me giré hacia mi madre.

—Mamá —dije con voz más dulce para ver si así conseguía captar su atención.

Ella se giró hacia mí y me miró con los ojos inyectados en sangre de pasarse todas las noches llorando.

—¿Te acompaño a la ducha? —le pregunté con el mismo tono.

Mi madre se levantó sin decir ni una palabra y se fue al baño. Así que antes de ir a limpiarla —porque no me fiaba de ella si se quedaba a sola—, me giré hacia mi padre.

—¿Piensas cenar con nosotras hoy? —le pregunté cabreada.

—He quedado con Jacob —su mejor amigo.

—Está bien —dije en un hilo de voz, cansada.

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Ya había dejado a mamá en la cama para que se durmiera, pero de tanto en tanto la escuchaba sollozar y eso me rompía el corazón.

Estaba limpiando los platos que habíamos utilizado para cenar cuando entró mi padre por la puerta.

Sabía que papá iba pedo, porque llevaba toda la semana saliendo al Galaxy Glamour, el bar donde acostumbraba a tener trabajo como DJ y donde también iba a beber. Pero aun sabiendo como iba, asomé la cabeza por el marco de la puerta de la cocina.  Jacob estaba con él, como de costumbre, pero esa vez había alguien más con ellos, alguien que sujetaba a mi padre porque no se mantenía en pie.

—Hola Madison —me saludó Jacob desde la entrada, viendo como su hijo intentaba mantener recto a su amigo.

Me acerqué al chico que aguantaba a mi padre, para a quitarle el peso de encima.

—Papá —dije cogiendo la botella de agua y el ibuprofeno que había dejado en la mesilla del salón esa tarde después de que me dijera que no iba a venir a cenar—. Papá siéntate y bebe un poco de agua, te irá bien.

—Está bien —dijo arrastrando las palabras.

—¿Dónde lo dejo? —preguntó el chico de pelo castaño.

—Ahí —señalé el sofá.

—¿Estás segura? —afirmé con la cabeza.

No quería despertar a mi madre y que siguiera sollozando porque su marido había venido a casa borracho como una cuba.

Así que el hijo de Jacob dejó a mi padre donde le había dicho y después le di el agua y la pastilla a papá.

No era la primera vez que llegaba así a casa, pero solo había pasado desde que mi hermana se ingresó en el hospital. Papá no era un borracho o eso quería decirme a mí misma.

—¿Quieres que te ayude con el tuyo? —le pregunté al chico que estaba de pie observando mi aspecto descuidado.

—No hace falta.

—Bueno... pues entonces vete a casa a dormir, debes estar cansado —dije incómoda por la situación.

El chico que tenía delante me miró a los ojos y le salió una sonrisa de engreído, por eso las palabras que me tocaba decir me costaba tanto decirlas.

Cuando abrí la boca para decirlo, el sonido no salió. Así que estuvimos unos minutos en silencio, hasta que por fin me tragué mi orgullo y dije:

—Gracias por todo.

—No hay de qué Madison —contestó su padre contento—. ¡Buenas noches!

Jacob se acercó a su hijo y lo intentó arrastrar fuera, pero no consiguió moverlo.

—Ya voy papá —comentó el chico mirando a su padre que era de su misma altura, luego bajó la mirada a la mía—. Mad —se despidió con una sonrisa al decir el apodo que más odiaba.

—Buenas noches, Baker—dije con una mueca, mientras iba a la cocina a por un trapo mojado para ponerle a mi padre en la cabeza y así despejarlo un poco.

Todo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora