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No tener experiencia de saber tratar con adolescentes y niños es una de las grandes debilidades del ciervo en forma humana. Nunca trató con niños en su primera vida, ya que nunca se casó por su afinidad de hacer atrocidades como las que lo enviaron a un lugar tan podrido como el infierno. Y si de adolescente hablamos, nunca de igual forma. No le gustaría lidiar con ineptos que solo están a la moda y dejan todo lo bello de los años atrás, como recuerdos que se volvieron reliquias de viejos que ahora yacen en una tumba; quizás en el cielo en el infierno.

Los niños son la máxima expresión de pureza, no ha nacido la semilla de la corrupción; no ha nacido el oscuro deseo de arruinarlo todo. Las almas puras son las más susceptibles a ser corrompidas, esa es su creencia y la mantiene hasta el día de hoy.

— Puedes poner música en la radio si gustas, llegaremos en media hora así que ponte cómodo.

Miró como Lucifer ponía maletas en el maletero del auto, y que debe admitir es bonito y de gran tamaño; es cómodo. Lo sería mucho más si tan solo no tuviera aroma de otros alfas dentro, es molesto.

Sonrió cuando Lucifer mostró su dedo corazón a una anciana que no dejaba de gritarle cosas, horribles por cierto.

— ¡Ya cállese señora! Cuando usted me dé el dinero para lo que mi hija y yo necesitamos va a poder joder todo lo que quiera, pero antes. ¡Jodase! — caminó enfurruñado al interior del auto.

Entró y se sentó en el asiento de conductor y sonrió con satisfacción cuando finalmente pudo decirle lo que siempre quiso a esa metiche vecina, si ella no fuera una persona, él estaría seguro que sería un pomerania rabioso al que nadie quiere.

¡Pero lo dijo! Le dijo que se jodiera.

Al fin se lo dije, carajo que satisfacción.

Sonrió ahogando un grito de victoria.

"Mírenlo, como un niño." Alastor bufó por lo bajo, divertido de verlo así.

— ¿Vamos? — el castaño se acercó, tocando su hombro.

El rubio se desconcertó cuando fue tocado. Al parecer se le olvidó que tenía compañía, sus mejillas se sonrojaron y dió un leve asentimiento de cabeza.

Lucifer encendió el auto y comenzaron a andar, teniendo el destino el jardín de niños de la pequeña Charlotte Morningstar. La pequeña cachorra del rey, mejor dicho, del humano que está a su lado y tiene todos los rasgos del fallecido señor del infierno.

El omega rubio de ojos azules se dió cuenta de la mirada sobre él, y lejos de incomodarse le dio una rara satisfacción.

— ¿Alguna vez te has relacionado con un cachorro?

La pregunta tomó por sorpresa a Alastor.

— ¿Cachorro? Oh no,no, no. No me llevó muy bien con los niños. — agitó las manos, negando — Los niños son algo... Difícil para mí.

Lucifer sonrió entretenido, lo mejor que pudo pasarle es haber encontrado un nuevo acompañante para su bebé a la hora del té.

Charlie, cariño. Papá te tiene un regalo.

Soltó un silbido bajo, sonriendo con galantería mientras veía al alfa castaño a su lado. Por alguna extraña razón quiere verlo lidiar con su pequeña hija, ver cómo reacciona ante sus pedidos extraños de juegos. ¿O quizás es él, el único emocionado por tener a un alfa tan guapo como lo es Alastor? Puede que sea lo último, lleva cinco años soltero y quizás solo sean las hormonas.

No importa lo que sea, quiere diversión.

— Es una lastima, el trabajo incluye que juegues con mi hija.

Un Omega en Manhattan [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora