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Alastor caminaba al lado del omega, sosteniendo su mano. Ambos en un cómodo silencio mientras que la pequeña y linda cachorra iba de un lado a otro, desbordando energías positivas. Eliminando así el estrés que su padre sentía en esos momentos, su mano era sostenida por Alastor que por cierto no había dejado de ver a Lucifer, insistiendo a sus adentros que el normalmente tranquilo y sonriente - sin decir que bonito - se encuentra en un estado de bloqueo emocional al parecer. Sus feromonas se hicieron una, y eso por el largo tiempo que llevan caminando juntos.

Lucifer sentía el aroma de Alastor lo adormeció, sus ojos se sentían pesados; su respiración se volvía cada vez más lenta. Joder, la noche de llanto le está pasando factura justo ahora que anda de paseo con su bebé. Es una suerte que él ande con un alfa fuerte y confiable como Alastor. Se siente seguro con el alfa, y es estúpido decirlo pero incluso robó una de sus prendas para anidar en el closet de su cuarto.

Pero es algo que no debo hacer, si Alastor lo sabe se irá también.

Suspiró, sintiendo como una brisa fría golpeaba su rostro con fuerza. — Su majestad.

— Dime. — respondió con cierta indiferencia.

— La princesa encontró algo. — señaló adelante.

Lucifer miró al frente, buscando a su pequeña con la mirada.

"Se ve cansado, y aunque mi aroma logró calmarlo sigue tenso." Atrajó a Lucifer más cerca de él cuando un hombre extraño casi choca con el rubio.

Lucifer evitó con todo lo que tenía para no sonreír, esto es solo su trabajo, y ese trabajo es cuidar de él como de su hija. Lucifer lo debe malinterpretar las acciones de Alastor y si lo hace, cometerá otro error y ya no quiere errores en su vida.

— ¡Papi! — la pequeña fue hacia ellos y mostró dos perritos recién nacidos — ¿Podemos llevarlos a casa?

Lucifer se estremeció cuando un vago recuerdo vino a su mente.

Esa vez Adán lo llevó a conocer a unos perros de caza que su padre había comprado para cuidar la mansión, ambos la pasaron mal cuando uno de los perros se soltó y cayó sobre él... Usándolo como juguete para morder, tiene suficiente con que no hayan quedado cicatrices.

— Charlie... Yo...

— Claro queridita, pero antes ve por la caja en dónde antes estaban. ¿Sí?

El omega miró de reojo al alfa, agradecido de que lo haya ayudado a salir de ese apuro.

Alastor, eres mi salvador.

Sus ojos brillaban con admiración.

— Además de guapo, caballeroso e inteligente, eres bueno leyendo el ambiente. Dime ¿Acaso estás coqueteando conmigo? Porque si es así déjame decirte que estás logrando entrar en campo minado. — eran palabras de elogió y burlas mezcladas.

De todo un poco.

Alastor sonrió, sintiendo el humor repentino del mortal.

— Sí soy motivo de felicidad para usted, puede tenerme todo lo que desee.

Lucifer se quedó boquiabierto.

Abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua, sus mejillas se calentaron y todo su rostro comenzó a tornarse en un rojo vivo similar a la sangre.

Qué pena, qué pena, qué pena...

— Atrevido. — dijo sonriente — Has mejorado.

En ningún momento escondió su rostro, estaba delante del alfa; sonrojado hasta el tuétano.

Un Omega en Manhattan [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora