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Lucifer es paciente, siempre lo ha sido. Ha esperado con ansias el día de hoy, lleva noches soñando con este lindo y dulce momento. ¡Bendita dicha de estar jodidamente loco y no tener nada que te até a la cordura de la que tanto se enorgullecen los humanos! No importa porque es el rey del infierno, su autoridad es superior a humanos inútiles y viles como lo es Lilith. Ella corre jalando a la morena, como si su alma dependiera de ello, y vaya que tiene razón la muy estúpida. Él balanceaba su daga dorada con un rubí en la empuñadura, arma que fue regalada por su madre cuando él cumplió los cuatro años. Un regalo raro para un niño de esa edad, pero no tiene nada de malo si lo piensa, ella se lo dio para este momento. Para destruir lo que tanto odia.

Observó cómo Sera corría y terminaba cayendo sobre sus rodillas, gimiendo de dolor. Lucifer se entretuvo en ver su expresión dolorosa mientras caminaba tarareando una rara melodía; ambas mujeres se tensaron cuando Lucifer silbaba mucho más cerca que antes. Lilith se paró frente a la omega y abrió los brazos, queriendo protegerla. Lucifer sintió tantas ganas de reírse ahí mismo. Oh, querido. ¿Por qué iba a no hacerlo? ¡Se carcajeó mientras apretaba su daga con fuerza en su mano! Hoy es una noche que merece acompañarla con una copa de sangre, brindando por el éxito de su venganza.

— ¡No te acerques!

Lucifer caminó hasta ella mientras que las dos retrocedía.

Huir es la única forma en que los cobardes pueden mantenerse con vida.

Lucifer sonreía ampliamente mientras limpiaba la sangre de la hoja de la daga, está es del guardia que quiso detener al rubio pero terminó en el suelo con un agujero en el cuello que lo mató. ¿Y todo por qué? Por metido, nadie le dijo que se metiera en discusiones que no le incumben. Observó como la morena lo veía aterrado.

Ah... Esa mirada...

Ahora comprende porque Alastor sale a matar gente varias veces a la semana, es fantástica la sensación de sentirse superior al resto, tan especial, tan grande.

— Ahora. — sonrió mientras chasqueaba los dedos — Te invito a una presentación especial donde el entretenimiento está noche serás tú.

Lucifer había usado una extraña habilidad de la que no es conciente, sus ojos brillan en ese rojo carmesí de antes, y su sonrisa no se desvaneció... ¡Se hizo más grande!

— ¡Lilith! — El grito de sera le causó un escalofrío en la espalda.

¡Pero qué satisfacción maldita sea!

Se frotó las manos en la ropa, bajando al centro del circo que habían instalado en la parte trasera de la mansión de su amigo Goetia. En el centro había una mesa, enorme por cierto, casi parecida a una cama ya que había muchas almohadas y colchones sin sábanas; y en medio de esa gran cama... Estaba Lilith, completamente desnuda y con una soga amarrada al cuello.

Lucifer sonrió complacido mientras que un sonrojo aparecía en sus mejillas, se veía adorable... Si tan solo el trasfondo no fuera tan turbio. Lilith lo miró con reproche mientras ella trataba de soltarse del amarre, vaya que no podía ser más estúpida. Cada vez que jalaba la cuerda en sus manos, la soga alrededor de su cuello se apretaba y dejaba de respirar. Ella es la única que puede decidir si vivir o morir, eso hará entretenido el acto.

— Déjame presentarte a estos caballeros, querida Lilith.

Lucifer mostró a siete hombres gordos, deformes, otros con incluso verrugas por todo el cuerpo, otros con muchos pelos... Y todos, aparentemente, desnudos. Pero ellos venían con sorpresita incluida, Sera y Lilith vieron con mucho horror que esos siete hombres tenían sus penes de un color anormal, rojo y verde, con muchas verrugas y con lo que podían apreciar... Pus.

Un Omega en Manhattan [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora