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Los cuatro días pasaron en un abrir y cerrar de ojos.

Finalmente es la noche de la fiesta.

Alastor terminó de arreglar su traje, mirando por última vez su reflejo en el espejo. Su rostro no se veía para nada bien, ni siquiera sonreía. Nunca estás bien vestido sin una sonrisa y hoy es la noche en qué necesitará dar su mejor sonrisa. Hoy es el día en qué... Terminará todo el sufrimiento de Lucifer Morningstar, su señor y su omega. ¿Quizás debió decirle eso a Lucifer? No, no hace falta. De todas formas, no hay nada mejor que hacer menos dolorosas las despedidas.

"Sonríe, Alastor. Disfruta esta noche."

Inhaló y exhaló, angustiado.

Los cuatro días que han pasado, ha pasado con Lucifer los más largos días que ha tenido en toda su vida infernal. Pero con los abrazos y caricias que Lucifer le daba, podía sentir que él también estaba despidiéndose de él de una forma sutil.

— ¿Por qué esa cara, venado?

Se asustó cuando escuchó ese característico apodo del rey, se giró sobre su eje, mirando al rubio de ojos azules con un traje blanco, un sombrero de copa blanco y un bastón con la manzana que siempre usaba en el infierno.

¿Cómo demonios consiguió eso?

Lucifer miró su cara desconcertada y luego examinó sus ropajes. ¿Quizás se veía mal?

— Mi señor...

— Lucifer. — interrumpió — Está noche puedes decirme Lucifer, querido. — sonrió, acercándose al alfa — Hoy es una hermosa noche para danzar en un salón hecho caos.

El intento de mejorar el estado de ánimo del ciervo era muy notorio, Lucifer no se molestó en disimular, dejaba en claro que es lo que sucedería está noche. Lo que pasaría aún si deja su sangre y corazón en ello.

Alastor se inclinó un poco sobre él, abrazándolo por la cintura.

— Lucifer, me gustas. — dijo directamente.

— ...

El soberano se quedó en silencio.

Alastor sonrió triste contra su hombro. — ...

— Deberíamos irnos, llegaremos tarde. — susurró el rubio.

Alastor asintió y tomó distancia, no miró a Lucifer y solo tomó suavemente su mano y lo guío al auto.

"Esta noche será particularmente larga."

Alastor cubrió con sus sombras el auto, para evitar así que las balas de los estúpidos humanos no lastimen a su señor.

Definitivamente no dejará que vuelvan a hacerlo cuando puede evitarlo.

En cambio, Lucifer tenía una reluciente sonrisa en el rostro.

Hoy será una noche larga.

Y esperaba tener un poco de diversión.

... Ya no hay rastros del antiguo Lucifer, el sonriente omega que amaba a su niña, el sonriente y coqueto rubio que se le insinuaba a su asistente.

No hay absolutamente nada del Lucifer que conoció en el actual, pero eso no significa que lo quiera menos. Solo le duele saber que pasó por mucho, en esta vida y en la del infierno. ¿Por qué parecen pecados que no son suyos?

— Lucifer. — llamó desde adelante.

— ¿Sí? — respondió sonriente.

Alastor dudó un poco.

Un Omega en Manhattan [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora