Capitulo 01

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A pesar de vivir en esa ciudad desde hace ya bastante tiempo, el clima era algo que no toleraba del todo. No era algo que le causara problemas, era simplemente algo que le incomodaba. Si bien prefería un clima frio a uno caluroso, lo cierto es que tenía realmente poca tolerancia a las bajas temperaturas, mismas que dentro de poco se comenzarían a sentir bastante. Ese día en particular era poco lo que podía sentirse de frio, pero también estaba lejos de ser una tarde cálida.

Hacía ya un rato que estaba listo y solo esperaba a que se acercara un poco mas su hora de trabajo, pues no quería llegar demasiado temprano. De la pequeña mesa frente a su televisor tomó un sobre que le llegó por correspondencia esa misma mañana. Ya lo había abierto para ver su contenido y aunque sabía perfectamente cuál era el contenido y lo escrito en esa hoja de papel membretada, no pudo evitar emocionarse y sentirse realizado con lo que ahí se le confirmó. Metió el sobre en su mochila oscura y sintiéndose algo apurado por hablar con aquella mujer que al paso del tiempo se convirtió en algo más que su mejor amiga, pero un poco menos que su familia, salió de su no tan pequeño departamento.

El camino hacia el trabajo era bastante corto, afortunadamente consiguió un lugar que habitar a solo una cuadra y media del restaurante por lo que el viaje se hacía en tan solo unos minutos caminando. E incluso en días como ese, que salía tarde por la noche del trabajo, podía caminar confiado por aquellas bulliciosas calles del centro sin sentirse demasiado preocupado por un robo. Especialmente sabiendo que no carga con nada de valor.

Con algo de nostalgia, caminó por el callejón lateral del edificio y abrió aquella puerta de personal para la cual su jefe le dio una llave. Todos los empleados debían entrar o salir por ahí pues las únicas personas del local que debían ser vistas por los clientes eran las y los meseros. Aunque todos debían llegar a una hora específica para ser recibidos, muy pocos además de él tenían una llave que les diera acceso en cualquier momento.

Como siempre, al entrar y ser visto, todos sus compañeros le recibieron con saludos y sonrisas pues, a pesar de que los años de experiencia lo convirtieron en un encargado de área muy estricto, jamás perdió esa amabilidad innata que le hacía tan agradable. En general las personas solían quererlo más que al mismo jefe.

Fue a su casillero y comenzó a alistarse para tomar su puesto, aun cuando faltaban veinte minutos para que iniciara su turno. Quería estar listo para entrar de inmediato. Mientras lo hacía, por la espalda recibió un efusivo abrazo que por poco lo toma por sorpresa. Podía reconocer con facilidad la identidad de la persona tras él, no solo por ver sus brazos rodearlo el pecho con fuerza sino también por sentir aquella suavidad en su espalda, la cual pertenecía a sus pechos. Aquello no lo diría, o al menos no en un lugar como ese.

—Llegas temprano— dijo aquella mujer, quien parecía tener la misma edad que él, entre suspiros de agotamiento.

—¿Día difícil?— preguntó él, buscando la manera de continuar con lo suyo estando sujeto por aquel abrazo.

—Sabes que sí— respondió la mujer, soltando suavemente su abrazo—, pero no me quejo. Cuando era una niña siempre soñé con que este restaurante fuera así de agitado y concurrido, no me voy a quejar justo ahora.

—Estas por salir de turno, ¿cierto?

—No, voy a quedarme a cubrir la noche también. Ya sabes, todo el ambiente de estos días hace que tengamos mucha más clientela. Valdrá la pena cuando llegue el pago, supongo.

—Bien, estarás conmigo a la hora de salida entonces. ¿Te gustaría ir por unos tragos esta noche?

Al voltear, él pudo ver de frente a aquella mujer, con su atractivo cabello moderadamente esponjoso y que tenía un peculiar tono a medio camino entre ser castaño claro o pelirrojo, pero muy largo y frondoso, rodeando su bonito rostro claramente fatigado ante todo lo que le ha tocado trabajar durante el día.

Mientras Las Hojas CaenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora