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Erika:

Sentía como la muerte me respiraba en la nuca.

Las lágrimas se me escapaban cuál cascadas de los ojos. ¿Acaso podría ser peor esto?
Si mis papás no me hubieran hecho esperar en el auto no estaría siendo sometida por un lunático que de lejos se ve que no es alguien normal.

No sé si eran esos ojos oscuros y vacíos que solo reflejaban maldad oh su cabello negro que le tapaba levemente la cara, pero había algo mal en el.

Sin embargo, no podía negar que de cierto modo me parecía atractivo.

Tenía algo que le daba ese aire de galán que tanto me encantaba. Uno que no lo tiene cualquier hombre. Uno que era difícil encontrar hoy en día.

¿En serio estoy diciéndole a este loco guapo?

¡WTF!

- ahora eres solo mía querida.- susurró él suavemente en mi oido con un tono seductor y al voltear ví que tenía una mirada levemente maniática pegada a su cara.

- ¡Ni en mis peores pesadillas! - grité, y dicho eso le lanze un escupitajo en su cara casi pegada a la mía.

Él sin duda no se lo esperaba.

De inmediato me soltó y cubrió su cara con sus manos tratando de limpiarse la saliva, cosa que aproveche para salir corriendo lo más rápido que jamás había podido hasta ese momento.

- ¡Maldita! - grito aquel loquito histérico para luego echar a correr detrás de mí.

Mis piernas jamás se habían movido con tanta agilidad. Normalmente yo nunca hacía nada en educación física, ya que yo era más de leer un libro de romance en las gradas mientras los demás sudaban como cerdos.

Voltee mi mirada hacia mi atacante y este corría con notable agilidad mientras en su cara solo se reflejaba una cosa:

Ira pura.

Mis gritos pidiendo auxilio resonaban en el gran estacionamiento, en dónde los autos a mi alrededor estaban completamente vacíos, cosa que no me era ventajosa si quería que alguien me ayudara.

Aunque, tenía la esperanza de que viniera alguien a irse en su auto con sus comprás, alguien dispuesto a salvarme, aunque fueran mis propios padres.

Si, ellos aveces eran un completo dolor de cabeza. ¿Que digo aveces? ¡Todo el tiempo eran un dolor de cabeza!

Pero aún así prefería irme con ellos a dejar que él imbécil este me secuestre y haga quien sabe que conmigo.

Y hablando del rey de Roma.....
Él ya estaba a punto de alcanzarme, esbozando una pequeña sonrisita de victoria porque sabía que yo eventualmente sería raptada por él. Oh al menos eso creía el psicopata ese.

- ¿Que está pasando aquí?

Un guardia de seguridad de entre sesenta años salió de quien sabe dónde seguro porque había escuchado mis desesperados gritos.

¡Si, si, si, si, si, si!

- ¡Ayuda! ¡Me quiere secuestrar! - grité a todo pulmón corriendo, está vez con más fuerza.

Voltee y aviste que aquel hombre no se había detenido. Al contrario:

Estaba corriendo mucho más rápido.

Sin pensarlo me aferré al guardía apenas lo tuve a mi alcance, y algo que note era que estaba temblando y no sabía que hacer.

- ¡¿Que creé que hace!? ¡Dispare! - grité a todo pulmón mientras sacudía al viejo que solo se disponía a mirar nerviosamente al que me perseguía con una pequeña gota de sudor en su frente.

Lo que pasó a continuación, jamás esperé verlo en mi vida:

Una navaja atravesó rápidamente el ojo derecho del señor, el cuál lanzó un gritó tan fuerte y lleno de dolor que juro que creí que allí mismo me daría un infarto del miedo que mi ser sentía. Voltee rápidamente impactada por la escena y el culpable de eso era el lunático ese, quién rápidamente se abalanzó bruscamente contra el quien se suponía que debía salvarme.

En esos momentos en dónde el miedo era la emoción principal corrí a esconderme detrás de un auto negro rezando porque toda esta locura acabé tan rápido como empezó.

Mi cabeza se asomó detrás del vehículo y lo que ví lo recordaré por el resto de mis días:

El psicópata saco su arma del ojo de su víctima quien se retorcía mientras la sangre salpicaba la perfilada cara de su atacante, el cual, al sentir ese líquido rojo en su pálida piel expandió a un nivel perturbador su macabra sonrisa, como si le gustará lo que sus ojos veían.

En eso alzó su arma ensangrentada y se la clavó en el ojo izquierdo robándole la vista absolutamente al pobre viejito. El cual si sobrevivía no podría volver a ver nada.

De mis ojos rodaron un par de lágrimas. Sabía que de aquí en adelante las cosas no mejorarían en lo absoluto. De aquí en adelante la sangre dominaría en el pavimento.

Los gritos del señor me partían el alma mientras comencé a sollozar por todo lo que estaba presenciando en ese instante. Me puse en sus zapatos, y lo que él estaba sintiendo era peor que pasar una tarde en el infierno con lucifer.

¿Cómo aquel enfermo podía ser capaz de hacer lo que estaba haciendo?

Y hablando de él, era como si su maldad incrementara en gran medida mientras deslizaba su navaja por la panza de su víctima, cortándosela poco a poco para que el dueño sintiera el peor dolor de su vida.

Al terminar de hacerle la herida, el psicópata metió su mano con profundidad y bruscamente comenzó a arrancar entre tirones agresivos las tripas del guardia, el cuál pegó un grito tan fuerte que tuve fe en que alguien lo escucharía.

Pero no.

Nadie se apareció.

Y cuando empecé a creer que nada se podía poner peor, tuve que taparme la mano con la boca para ahogar un grito cuando aviste que el enfermo metió su boca en la barriga del mutilado y empezó a comer su interior cuál cerdo desesperado.

Lo peor era que parecía gustarle. Tanto así que saboreó su labio en busca de que al menos un pedacito de carne se encontrará en ellos.

¡¡Estaba enfermo!!

Para este punto el guardia de seguridad ya había dejado de gritar y creo que hasta de respirar, y ese psicópata se levantó y su mirada se clavó tranquilamente en el cadáver con las tripas afuera y un charco de la sangre más roja que yo había visto como si lo que acababa de hacer fuera lo más normal del mundo.

Y mientras el hacia eso yo ya había perdido la cuenta de cuántas lágrimas habían escapado de mis cuencas, sin duda todo eso me quedaría grabado en la cabeza por el resto de mi vida. Una vida que si no escapa rápido de allí se rebajaría a unos pocos minutos si el descubre donde estoy.

Para mí mala suerte, el asesino volteó su cuello tan rápido que hasta me dió miedo, y su mirada se posó en mi ubicación descubriendo que yo estaba allí.

¡Mierda!

Intenté salir corriendo hacia la salida la cuál se podía ver de dónde estaba, pero me detuve en seco cuando ese loco me sujeto y me puso el cuchillo en mi cuello amenazando con cortarmelo.

- por favor mátame.- le suplique con la esperanza de que todo ésto acabe cuando el cuchillo roce mi yugular interna.

- no.

- ¿Porque no?

- porque no puedo matar a mi nueva obsesión.

Dicho esto todo se volvió negro de repente.

Eres, y siempre serás mía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora