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Erika:

Me las vas a pagar, Sebastián, lo juró.

Cometiste un muy grave error al atreverte a nombrar a mis padres, eso tenlo por seguro. No te la voy a dejar pasar.

Si, ellos no son los mejores padres, eso lo descubrí cuando hicieron lo que hicieron ese día.

Pero, aún así, esto me las vas a pagar, así sea lo último que haga.

Eso me lleva a pensar en lo siguiente:

¿Y mis padres? ¿Cómo estarán lidiando mi secuestro? Seguron están destrozados, ¿Quien no lo estaría? Soy su única hija, lo soy desde eso. No puedo cerrar los ojos sin imaginarme a los de mi mamá, todos llorosos y rojos, lamentando haberme dejado sola en el auto.

Hasta cierto punto, admito que ellos tienen algo de culpa, si no fuera por sus reglas estrictas, no estaría aquí en primer lugar, jamás me hubiese secuestrado un pelinegro psicópata que vive con su hermano y tiene tres amigos igual de locos que él.

¿Acaso son solo ellos cinco? ¿Hay más locos como ellos en el bosque? Aún me preguntó cómo es que la policía no los ha capturado aún. Supongo que estamos en un área donde las fuerzas policiales le es difícil adentrarse. Tal vez estamos en lo más profundo de este infierno verde.

Ahora que lo pienso, últimamente he escuchado cosas en las noticias tipo:

" Por favor eviten entrar al bosque Black Forest, es muy peligroso y se han descubierto un sinfín de restos de cuerpos humanos, como un montón de desaparecidos, la policía aún está investigando estos trágicos sucesos. Mientras tanto, les rogamos que, si van a entrar, háganlo en las zonas más cercanas al pueblo. Si es posible, no pongan un pie en ese lugar."

En definitiva, estábamos en Black Forest. No tenía pruebas concretas de que así fuera, pero, ¿En qué otro lugar se ocultarian unos asesinos sedientos de sangre? Además, la primera vez que me encontré con Sebastián, estábamos en el estacionamiento del supermercado más frecuentado del pueblo de NeverTown, lo que significaba que no viven muy lejos.

Cómo sea, me daba igual en dónde carajos estuviéramos, tengo que averiguar cómo salir de esta Covacha, estoy harta de despertar y ver esta mugrienta habitación, la que se supone es de ese imbécil. ¿En dónde diablos estaba durmiendo? Me da igual. Cualquier cosa es mejor que tenerlo cerca a él y sus amenazas hacía mis seres queridos.

- buenos días, conejita.- habló con entusiasmo Sebastián, en sus manos traía otra bandeja con más frutas silvestres.

El las dejó a un lado de la cama y se sentó a mi lado, como si supiera que eso me molestaba.

- ¿En serio no quieres comer un poco de carne? - preguntó, con su mirada puesta en mi cara.

- estás loco si crees que voy a probar esa cosa a la que tú llamas carne.- respondí, decidida y tenaz. Desafiamdolo con la mirada.

- las personas normales son tan aburridas.- proclamó de la nada, para luego torcer los ojos con fastidio.

¿Que estaba diciendo?

- ¿A qué te refieres? - pregunté, aunque no sabía si de verdad quería saber la respuesta.

El me miró seriamente.

- me refiero a que siempre creerán que tienen la razón, y que son los de la moral más gorda.- sentenció.

Yo arrugue las cejas levemente, sin entender lo que estaba delirando este psicópata.

- ¿Según tú creés que yo me creo que tengo una mayor moral que tú? Porque, si es así: si, si tengo más moral que un psicópata asesino.- aseguré.

Eres, y siempre serás mía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora